Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Proyección y extinción
E

l pelele de los intereses empresariales cruzó el punto de no retorno con un discurso esclarecedor: La mayor parte de los recursos que recibía este organismo de manos de los mexicanos no se podían destinar a mejorar la calidad del servicio sino que, fundamentalmente, iban a pagar privilegios y prestaciones onerosas de carácter laboral, y esto se agravaba año con año, el número de trabajadores seguía creciendo desproporcionadamente, el bajo desempeño no sólo era muy costoso para todos (sino que) también afectó a la economía nacional y una desmesurada proporción de los presupuestos se perdía por robos, por fallas técnicas, por corrupción o por ineficiencias, y para mantener ese estado de cosas hubiera (sic) sido necesario subir desproporcionadamente las tarifas eléctricas o aumentar constantemente los impuestos.

No hace muchos meses, el secretario técnico de la dictadura corporativa incluyó el nombre de Sigmund Freud en una lista de economistas ilustres. No es de extrañar, entonces, que carezca de la menor noción sobre el significado sicoanalítico del mecanismo de proyección, una ocultación involuntaria e inconsciente mediante la cual el sujeto localiza en una persona o cosa externa sentimientos o valoraciones que corresponden más bien a sí mismo: aun formuladas con estilo deplorable y sintaxis que se atropella a sí misma, las frases citadas en el primer párrafo de este texto son una descripción precisa y eficaz del régimen que, nominalmente, encabeza Felipe Calderón Hinojosa, y no es necesario tener muchos dedos de frente para perdonar la pobreza idiomática y compartir y suscribir su corolario: tenemos que cambiar lo que no funciona en el país porque ya no quedan otras opciones, porque el tiempo y los recursos se nos agotan; hoy, cambiar a fondo no sólo es la mejor, es la única alternativa.

El conflicto interno en el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) perdió relevancia; la torva y malintencionada actuación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) ante ese diferendo resultó ser un mero tornillo en la estrategia del gran capital, mandante real de Calderón Hinojosa y de Lozano Alarcón, para dar un doble golpe al sindicalismo independiente y a lo que queda de propiedad nacional. El servicio eléctrico no se privatiza, dijo, muy enfático, el mentiroso presidente del empleo y de la seguridad; créanle ahora, cuando pretende, mediante un plumazo inconstitucional y furtivo, lanzar al desempleo a algo así como 50 mil personas, y cuando tiene al país hundido en un baño de sangre sin precedentes.

Las vías institucionales no le dieron buenos resultados cuando, el año pasado, intentó entregar la industria petrolera a las empresas trasnacionales. Ahora recurre al golpe de mano, a la movilización nocturna de policías y militares, al asalto embozado a las centrales eléctricas, para ensayar un nuevo plan de negocio y para extinguir, junto con Luz y Fuerza del Centro, a un sindicato combativo. Cincuenta mil nuevos desempleados que presionarán a la baja en la bolsa de los salarios, y dos piezas comidas en la estrategia de liquidación de instituciones: tal es el cálculo de la jugada que hicieron, por mano de Felipe el extinguidor, los consejos de accionistas.

Ahora es el turno de la sociedad. El juego por la vía de la extinción equivale a un manotazo en el tablero y con ello ha quedado claro que este régimen pretende controlar nuestros destinos mediante reglas nuevas: intolerancia total a las oposiciones, liquidación del bien común y extinción del Estado a punta de decretos ilegales. Para salir con bien de este punto crucial es necesario, en primer lugar, otorgar toda la solidaridad a los electricistas del centro del país que se movilizarán, en los días próximos, en defensa de sus fuentes de trabajo, de la sobrevivencia del sindicalismo independiente, del patrimonio nacional, de la dignidad y de la decencia. Pero no basta. También resulta necesario e impostergable, como lo dijo el proyectado declarante, cambiar lo que no funciona en el país, es decir, cambiar a ese remedo de Poder Ejecutivo, más sometido que nunca a los poderes fácticos –de origen sindical, algunos de ellos, como los de Elba Esther y Romero Deschamps–, y hacerlo de manera pacífica y civilizada.