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El director de orquesta venezolano dirigió a la Sinfónica de Xalapa

El secreto de un gran artista radica en la humildad: Christian Vásquez
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El contrabajista Edicson Ruiz y el director de orquesta Christian Vásquez agradecen la ovación al finalizar el concierto que ofrecieron la noche del viernes junto a la Orquesta Sinfónica de XalapaFoto Jesús Villaseca
Enviado
Periódico La Jornada
Domingo 18 de octubre de 2009, p. 4

Xalapa, Ver., 17 de octubre. Nacido hace 25 años en un pueblito de dos calles, una que sube y otra que baja, San Sebastián de los Reyes, estado de Aragua, el director de orquesta venezolano Christian Vásquez está convencido de que el secreto de un gran artista radica en la humildad.

El arte es un eterno aprendizaje y uno debe mantenerse humilde ante él, para tener acceso a nuevos conocimientos y experiencias, sostiene el también violinista, a quien la crítica de su país natal y la europea equiparan en carisma y potencial con su coterráneo Gustavo Dudamel, encumbrado en el Olimpo de la dirección orquestal.

De trato sencillo, Christian Vásquez debutó la noche del viernes en México como director, al frente de la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Antes ya había actuado un par de ocasiones en el país, en 2007, pero como integrante de la Orquesta Sinfónica Simón Bólivar, en la que es parte de los violines segundos.

Previo a su presentación, que tuvo lugar en el Teatro del Estado, sede de esa agrupación, el artista venezolano aceptó una entrevista con La Jornada, durante la que salió varias veces al tema el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, al que define como un proyecto social que ha salvado y cambiado miles de vidas en aquella nación; así como Dudamel, a quien toma como modelo a seguir, en lo humano y lo artístico.

El joven director sostiene que si no fuera músico, sería abogado: Me gusta ayudar a las personas y que se respeten las leyes. Pero pues no estudié leyes y lo que trato ahora es de ayudar a las personas haciendo música.

–¿Cuál es su principal búsqueda cuando está en el podio de una orquesta?

–El secreto está en transmitir lo que uno siente. Si uno no siente, entonces ¿qué es lo que se le va a transmitir a los músicos y al público? Éste es un oficio de apasionamiento. Al estar uno en el podio se concentra sólo en el momento. Cuando uno logra transmitir eso, allí es cuando crea su versión de la música. El sonido de las obras depende del temperamento de los directores; existen los calmados, los eléctricos y los intermedios.

–¿Y entre cuales se ubica usted?

–En la escuela venezolana que ha formado el maestro José Antonio (Abreu), cuyo primer gran alumno es Gustavo Dudamel. Así habemos cinco o seis más jóvenes que seguimos el mismo camino: la energía de disfrutar, brincar, bailar en el podio.

Podemos hablar ya de una escuela venezolana de dirección. Sus características son la fuerza, la pasión, la energía, las ganas de hacer música; en fin, que una orquesta se sienta feliz con el trabajo de uno, contenta, con ganas de seguir tocando y soñando.

–¿Es partidario entonces más de lo emotivo que de lo cerebral y académico?

–Siempre es muy importante saber lo que se hace, tener las bases intelectuales y técnicas; pero lo esencial son las ganas de hacerlo. Una frase que repite mucho Gustavo (Dudamel) es que uno es músico y hace música para ser feliz, no para sufrir. Y hay directores que, más que buscar hacer música, se ocupan en hacer sufrir a los músicos. Que triste que todavía haya quienes olvidan que la música es un acto de felicidad.

–¿A qué director admira usted o cuál es el referente que sigue para su trabajo?

–Gustavo, claro. Es un ejemplo para todos los venezolanos, para todos los jóvenes. Y lo es por su talento, su constancia, su sabiduría, su humildad, sus ganas de llevar en alto el nombre de Venezuela y del sistema.

“Y así hay muchas otras personas, pero sobre todo el maestro José Antonio Abreu es al primero que admiro, por su visión, constancia y sus ganas de luchar.

Como director trato de seguir como modelos a Leonard Berstein y Von Karajan. Al primero, por su energía, porque cuando dirigía no se limitaba en expresar lo que sentía: si quería llorar, lo hacía; lo mismo que brincar y cantar. Y al segundo, por su porte; era muy imponente y elegante; tenía un control único de la orquesta.

Dudamel, ejemplo a seguir

–¿Qué tanto le pesa o le ha ayudado para su carrera la figura de Gustavo Dudamel?

–Nos ha abierto un camino a los jóvenes directores, porque cuando él comenzó la gente no creía mucho en su trabajo. El concepto que se tiene de un director es de un músico de edad madura, y entonces llega alguien veinteañero, pues como que no lo toman muy en serio. Pero Gustavo demostró que los jóvenes sí podemos hacer música y dirigir.

También ha sido muy importante provenir de un sistema que es ejemplo mundial. En el mundo se quiere ver cómo se trabaja en Venezuela, y por eso se nos han abierto las puertas.

–¿Cuál sería el principal aspecto que destacaría del Sistema de Orquestas de Venezuela?

–Que es un proyecto social. No hace distinciones, pone al alcance de los niños, tanto de las élites como de bajos recursos, el acceso al arte y la felicidad.

Ha rescatado de la delincuencia o las drogas a los niños de los barrios; cambia armas por instrumentos. Al entrar a una orquesta se entra a una familia. Sin duda, es una labor que ha cambiado y salvado muchas vidas jóvenes en Venezuela.

–¿Qué le ha dado la música a su existencia?

–Felicidad. Con la música, me siento eléctrico. Me gusta mucho ayudar a las personas, hacerlas felices. De la mano de la música he aprendido también valores, la humildad. El secreto de un artista está en la humildad. Saber de dónde viene, su raíz; nunca olvidar dónde y cómo comenzó.

–¿Dónde se ve en 10 años?

–Dirigiendo Berlín, Viena, Nueva York y, por supuesto, a la orquesta venezolana. Siempre regresaré a ella, sin importar dónde esté. Tengo esa voluntad y compromiso.