Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ronda oscura
S

campia no es sólo el barrio primordial y emblemático de la Camorra, sino también uno de los más grandes y poblados de la ciudad de Nápoles, a su vez la cuarta urbe más poblada de Italia. Junto con Miano y Tercer Mundo, sirve de sombrero geográfico de la ciudad, por lo demás muy turística, movida, normal a su modo y de carácter fuerte y proverbial.

Guiseppe conduce su carro compacto (más grandes no caben en las calles napolitanas) por el vientre de la Camorra. Conoce atajos, puntos de interés, calles que conviene evitar. Aquí no se les escapa ningún vehículo desconocido. Y él es del barrio. No para de hablar, relata y describe este alucinante rincón del bajo primer mundo. La Camorra controla cada edificio, dice a la vista de uno tras otro tras otro, en espacios considerablemente más amplios que el abigarrado centro histórico. En Nápoles, como en cualquier parte del mundo, el norte es más grande.

Los edificios, semiderruidos pero ocupados por entero, están siempre organizados por una familia, que es además la que distribuye la droga. ¿Qué droga? Cualquiera. Según Giuseppe, en cada edificio se vende una distinta. Diversificación extrema del mercado. Y se supone que de buena calidad. La Camorra sabe ser competitiva y confiable. Se dice que fabrica en sus territorios los zapatos más finos de Europa. Así que drogas, pues cocaína y variantes, heroína, toda clase de speed. Tan sólo de lo que llaman éxtasis existen unas 70 clases distintas de tachas, y es fácil perderse en ellas.

En cada edificio también hay un vigilante. Un centinela. Cada clan de la Camorra, apunta inesperadamente Guiseppe, tiene una estructura leninista. Los edificios funcionan con un esquema similar a los comités de barrio. (Que lo diga él, un hombre de izquierda, enfermero de oficio, luchador social). Las familias se organizan en turnos de ocho horas. Para los jóvenes, ser camellos o lo que sea de la Camorra es un trabajo, no distinto de cualquier otro, y más fácil de conseguir en estos tiempos de desempleo. Venden droga o sirven de correo, y si son arrestados, reciben una pensión y sus familias permanecen protegidas, algo que ya no hay sindicato que lo ofrezca.

Los puestos y tiendas de ropa, de comida, las casas de apuestas (abundan), los bares, son controlados por la Camorra a la fuerza. Pagan protección.

Hay algo de urgente desasosiego en la amplia relación que brinda Giuseppe, a veces aderezada por Paula, quien conoce por medio de su compañero toda esa historia. Le recuerda detalles, adereza datos, lo apoya, comprensiva, casi con admiración.

La Camorra es la empresa más grande, que maneja mayores cantidades de dinero y trabajadores en Italia. Su capital equivale al producto interno bruto de Bélgica y Luxemburgo juntos, dice Guiseppe.

Hay épocas en guerra, y otras sin hostlidades. Hace cuatro años terminó una terrible, entre familias, por el control de todo el barrio. Fue parte de la masacre a escala juarense que Roberto Saviano llamó la guerra de Secondigliano en su libro Gomorra. Los mandones entonces eran los Di Lauro. Están muertos o en prisión, dice Giuseppe. Ahora mandan los Amato.

Por todas partes hay puestos callejeros de mercancía diversa, uno, dos. Discos piratas, herramientas, pulseras. Vigilan para la Camorra. O bien hombres y mujeres viejos sentados en sillas en las esquinas, los zaguanes, los parques. Eso sostiene mi guía. Unos los reconocen, otros los adivinan.

Cruzamos un arco residencial, no viejo y ya decadente. Allí se lee: Cuando la felicidad no la ves, búscala adentro.

Una década atrás visitó Scampia el papa Juan Pablo II. Hubo una recepción memorable, histórica, organizada hasta el último detalle por la Camorra. Los capos son muy católicos, faltaba más.

Por supuesto también abundan los migrantes africanos en estos lares. Y aunque también aquí en desventaja, trabajan para la Camorra y reciben algunos beneficios; entre otros, protección migratoria.

La droga se destribuye con impecabilidad. Para el consumo local, nacional y para Europa entera. Nápoles es la principal puerta de sustancias, y de todo el contrabando imaginable, hecho en China aunque diga made in Italy. La Camorra napolitana ya renta extensiones de tierra y conglomerados industriales en China, y controla ciertas rutas marítimas a lo largo del Oriente.

Como Saviano ha descrito, es el principal receptor de desechos tóxicos de Italia y otros países de Europa. Las tierras de la Campania están envenenadas, sus ríos fluyen como cadáveres que nadie osa nadar, mucho menos beber. Sin peces. Todos usan los servicios digestivos de la Camorra. Hasta el banco nacional italiano. El hoy preseguido reportero encontró unos campos donde un labrador, con su arado mecánico, destapó un tiradero inmenso de billetes triturados: las viejas liras que sostituyó el euro.

A Guiseppe no lo impresiona mucho Gomorra, pero lo respeta y recomienda siempre. Admite que Saviano escribió lo que toda la gente sabe.