espués de un cuidadoso análisis que significó el trabajo de más de un año, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dejó en claro que ni la Constitución General de la República ni los acuerdos internacionales que ha suscrito México establecen de manera obligatoria que la vida deba ser protegida desde el momento de la concepción, como sostiene la Iglesia católica. Por ello, declaró en agosto del año pasado que no eran fundados los recursos de inconstitucionalidad que pretendían anular la despenalización del aborto aprobada en el Distrito Federal.
Se trata de una decisión histórica tomada por los ministros de la SCJN, que ha significado uno de los mayores golpes al pensamiento dogmático en América Latina y en el mundo. Al mismo tiempo, es una decisión en favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su vida y su cuerpo, y por la vigencia del Estado laico en México.
Resulta interesante examinar algunas características de la reacción que ha acarreado esta decisión. Lo primero es el propósito de convertir a la ciudad de México en una isla. Las legislaturas de 16 entidades federativas han introducido cambios en sus leyes mediante los cuales se protege la vida desde el momento de la concepción y hasta la muerte natural, eliminando en muchos casos las causales que antes permitían la interrupción del embarazo, como cuando está en riesgo la vida de la mujer o en casos de violación, entre otros. La santificación del embrión implica que no importa que mueran cientos o miles de mujeres, o que el papel de ellas sea el de simples incubadoras. Aislar al Distrito Federal es el primer paso para luego revertir los avances que se han producido en la capital del país.
El segundo elemento es que la Iglesia católica no actúa de manera abierta. Una buena pregunta es por qué, si en otras naciones, como España, en las que se discute este tema, toma en sus manos de manera abierta la defensa de la vida y la dignidad humanas desde la concepción. La jerarquía católica actúa sin disfraces en Costa Rica, Honduras o El Salvador… sin máscaras. Quiere decir que la existencia en México de un Estado laico es un poderoso estímulo para ocultarse. En su lugar actúan por encargo los partidos políticos en los estados, las organizaciones civiles, comités de bioética creados ad hoc, grupos de padres de familia, intelectuales, médicos y científicos (muy pocos).
El caso de México es tan importante a escala mundial, que la Iglesia católica de nuestro país actúa hacia dentro, pero también hacia fuera. Crea una escenografía para informar al Vaticano que está actuando, y que ya tiene dividido al país. Pero mientras en el Distrito Federal el aborto por decisión de las mujeres sea legal, no es posible ocultar su fracaso. Es más, se trata de un logro difícil de modificar, no desde el punto de vista jurídico solamente, sino por el cambio que se ha producido en la conciencia de miles de mujeres y hombres en México y América Latina. Pase lo que pase, en mi opinión, el avance es ya irreversible, porque ha tocado lo más íntimo de la libertad humana.
Hablando del panorama mundial, hay que recordar que desde principios de este siglo el mundo se encuentra dividido. El debate sobre el estatus del embrión en el caso de la clonación terapéutica dejó al descubierto la existencia de dos bloques a escala global. Uno integrado por el Vaticano, Estados Unidos (en la era de Bush) y un grupo numeroso de naciones pobres de África y América Latina –en los que la Iglesia católica tiene gran influencia sobre sus políticas públicas–, y otro formado por países de mayor desarrollo educativo y científico-técnico. Pues bien, estos bloques se han transformado significativamente. A partir del triunfo del Partido Demócrata se rompió la alianza, y se tomaron en el país del norte medidas muy importantes como la suspensión de las restricciones para que los grupos en favor del aborto recibieran fondos públicos, así como la eliminación de los obstáculos para el empleo de células troncales en la investigación. El Vaticano se quedó solo con su grupo de países satélite con la aspiración de incorporar en éste a México.
El berrinche de la jerarquía católica de nuestro país por la decisión de la SCJN se da en estas condiciones. Su acción en 16 o más estados de la República es transitoria, pues las mujeres no cederán jamás en la conquista de sus derechos y estarán acompañadas en todo momento por lo más avanzado de la sociedad. Revela además la existencia de dos países. Muestra, por ejemplo, la cara atrasada del Partido Revolucionario Institucional, que carece de cualquier principio; es capaz de vender hasta su propia ideología. Pero más importante aún es percatarnos de la intervención de una potencia extranjera, el Vaticano, en los asuntos internos de nuestro país. Debido a que somos una nación independiente con un Estado laico vigente, debemos rechazar por todos los medios a nuestro alcance esta intromisión.