La tara neoliberal
a industria automovilística de Estados Unidos estaba virtualmente en bancarrota al principio de este año. La falta de visión de los administradores de General Motors, Chrysler y Ford llevaron a esas empresas a una situación que amenazaba con paralizar uno de los sectores más dinámicos de la economía estadunidense. La quiebra de cualquiera de ellas habría significado la pérdida de decenas de miles de empleos y empeorado la situación de desempleo.
El gobierno de Estados Unidos actuó con rapidez y apoyó a la industria con un préstamo millonario que le permitió solventar temporalmente sus problemas económicos, salvando a miles de trabajadores y con ellos a quienes dependen de ellos. Consciente de la importancia de la medida, el Congreso respaldó el préstamo, no sin antes superar el obstáculo de quienes en ese cuerpo legislativo consideraron que, en aras del equilibrio fiscal, era preferible dejar que las empresas se declararan en quiebra no importando el daño que ello causaría a los trabajadores y a la economía en general.
Antes, durante y después del otorgamiento del préstamo, el Congreso convocó a los administradores de las tres empresas para conocer con más precisión el porqué se había llegado a esa situación y establecer las medidas necesarias para evitar que sucediera nuevamente. El gobierno y Congreso también fijaron las condiciones para el otorgamiento del paquete de salvamento. Los líderes de las organizaciones de trabajadores pertenecientes al ramo de la industria automotriz también fueron convocados y estuvieron de acuerdo en acotar sus pretensiones salariales y prestaciones para salvar a la industria.
Lo que quedó claro después de estos hechos es que el gobierno no puede ignorar que, al margen de la pretensión de quienes insisten en la rentabilidad de las empresas, existe la necesidad de proteger el empleo de los miles que laboran en ellas. El gobierno no actuó como verdugo de quienes por comisión u omisión pusieron en peligro la estabilidad de la industria automotriz. Contrario a ello, y tomando en consideración los intereses de la sociedad en su conjunto, intervino con el ánimo de restablecer su equilibrio financiero, y además, previno a administradores y trabajadores sobre la necesidad de vigilar el funcionamiento de las empresas que integran esa industria para evitar futuros descalabros.
En momentos en que la crisis económica deja diariamente a miles sin empleo, es una lección nada despreciable si realmente se quiere poner por delante los intereses de las mayorías, dejando a un lado las taras de este neoliberalismo que tanta miseria ha causado.