Su excarcelación, producto de una defensa jurídica llena de obstáculos
Viernes 30 de octubre de 2009, p. 12
La liberación de la ex dirigente del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) Gloria Arenas fue resultado de una defensa jurídica llena de obstáculos, conducida no por abogados, sino por su esposo, Jacobo Silva Nogales. Él salió anoche del penal de máxima seguridad de Tepic, Nayarit. “Es –dice Arenas, en entrevista– una pequeña demostración de lo que es la parte posible de nuestra lucha contra la impunidad y por el cambio.”
Desde la euforia de las primeras horas en libertad, la recién excarcelada, que hace tiempo dejó de ser la coronela Aurora de la guerrilla que se escindió del Ejército Popular Revolucionario (EPR) en 1998, anuncia: “ahora estoy de lleno en la lucha abierta, no clandestina, como parte de la otra campaña; y ahí voy a seguir. Estoy llena de planes. Sólo que no sé por dónde empezar”.
La tarde del miércoles los custodios del penal de Santa María Chiconautla, en Ecatepec, informaron a la reclusa –que había pasado ya 10 años tras las rejas, de una sentencia que originalmente era de 51–: Te vas
.
En marzo de este año, después de que Arenas y Silva obtuvieron en un juzgado de Chilpancingo un amparo que reducía su condena, ella empacó sus cosas y esperó inútilmente que la condujeran a la puerta de la prisión.
Sin que se le advirtiera, un juzgado de Toluca impidió que se ejecutara la orden de liberación, alegando que los detenidos debían purgar todavía una sentencia de cinco años por asociación delictuosa.
La frustración de ese momento quedó atrás. Lo que hicimos fue interponer lo que se llama incidente no especificado, recurso para dejar sin efecto la decisión del juzgado de Toluca, que quería sumar los años de la sentencia. Pero este incidente sólo lo presentamos en mi caso, por eso está pendiente este trámite todavía para que Jacobo sea liberado. Pero lo vamos a interponer y los jueces tienen que otorgarle la libertad en menos de dos meses, ya que nuestros dos procesos son idénticos y están en un solo expediente, causa 126/99
, explica.
Jacobo y Gloria fueron detenidos en octubre de 1999 acusados de la muerte de Gonzalo Morales, quien viajaba en un camión de redilas que quedó atrapado en el fuego cruzado durante un combate entre el Ejército y el EPR en 1996, en Guerrero.
Nunca se demostró que los acusados hubieran participado en la acción armada. Poco tiempo después, una fracción de ese grupo armado, encabezado por quienes entonces usaban los alias de comandante Antonio y coronela Aurora, se escindió para formar el ERPI. Se cree que el matrimonio cayó un año después por una traición dentro de sus propias filas.
En octubre de 1999 el Ejército y la Policía Judicial presentaron a ambos y a una pareja más, Fernando Gatica y Felícitas Padilla, en Chilpancingo, donde supuestamente habían sido detenidos en una casa de seguridad.
Sin embargo, durante el proceso Gloria Arenas logró demostrar que ella fue detenida en su casa en San Luis Potosí y Silva en el Distrito Federal, en operativos del todo irregulares.
Antes de ser recluidos en el penal del Altiplano –que entonces se llamaba Almoloya–, Jacobo y Gloria fueron torturados durante varios días. Relatores de Naciones Unidas constataron el uso de la tortura como parte de la averiguación previa. Fueron sentenciados a 51 años de cárcel.
Hace dos años, el matrimonio renunció a pagar los altos costos de abogados particulares y Silva asumió la defensa de manera autodidacta. Así, logró demostrar que no había indicios, peritajes o testimonios que los ubicaran a él y a su esposa en el lugar de la emboscada. Pero, sobre todo, esgrimió que conforme al artículo 137 del Código Penal, en caso de conflicto armado, los rebeldes no serán responsables de las lesiones y homicidios inferidos en combate
.
Silva y Arenas siempre se definieron como rebeldes, nunca negaron su pertenencia a un grupo armado y se reivindicaron como presos políticos. Finalmente, en marzo, el juez del caso atendió estos argumentos y les concedió el amparo que reducía su sentencia de 51 a nueve años, que ya habían sido cumplidos.
A raíz de su detención, la hija del matrimonio, Leonor Silva Arenas, fue amenazada y sufrió un atentado fallido, por lo que pidió asilo a Canadá.
Yo la dejé jovencita, de 19 años. Y anoche que hablé con ella me encuentro que es una mujer hecha y derecha
, dice emocionada Gloria.
En el momento de la sorpresiva liberación de su madre, Leonor estaba en Tepic. Ahí pudo darle la bienvenida a su padre en el momento de la excarcelación. “Apenas me vi en la calle y le marqué de inmediato. Sólo me decía: ‘es que no me cae el veinte’.”
Estrenando su nueva situación, ahora de ex presa política, Arenas adelanta su análisis:
A pesar de todas las divisiones y diferencias que vemos en el movimiento popular actualmente, estoy convencida de que las organizaciones sociales pueden crecer y encontrar áreas para converger, fortalecerse, hacer frente a los enormes problemas que enfrentamos. A eso voy a dedicar todas mis fuerzas. A eso y a luchar por la libertad de todos los presos políticos del país.