n su texto acerca de la obra teatral, El verdadero Bulnes, aparecida el 5 de noviembre en estas páginas, Olga Harmony cuestiona nuestra opción como autores por escribir con simpatía sobre Francisco Bulnes. Y peor, nos cuestiona que lo hagamos en la víspera del centenario de la Revolución.
La crítica dice, con razón, que Bulnes es conocido hoy sobre todo por su ataque vitriólico contra don Benito Juárez, ataque del que no quedó excluido un componente racista.
Harmony interpreta nuestra obra como una adhesión al conservadurismo calderonista, porque la obra da dignidad al grupo de los científicos
, y especialmente a Bulnes, con todo su racismo y su antijuarismo.
Sin adentrarnos en la interpretación de Harmony sobre Bulnes, sobre Juárez, o sobre nuestra obra, quisiéramos aclarar que nosotros nos reclamaríamos bulnecistas de izquierda. ¿Por qué bulnecistas? Ciertamente no por el racismo del personaje –que era flagrante–, aunque desgraciadamente no tan distinto del racismo ampliamente extendido de la época (incluido entre un buen número de revolucionarios). No rescatamos el personaje por su racismo, sino por otra cosa: Francisco Bulnes sospechaba de lo que él llamaba caramelos históricos
. Rechazaba categóricamente el uso la historia para construir héroes de cartón. Ése es un reclamo que tendría que ser de la izquierda. Nosotros así lo entendemos y así lo reclamamos.
La Revolución Mexicana y el porfiriato son, hoy, caramelos históricos
, tanto como lo fue Juárez en tiempos de Bulnes (y como lo sigue siendo, a juzgar por la reacción de Harmony). Y no decimos esto porque nos parezca que haya sido ni buena ni mala la revolución. La historia mexicana es una conquista colectiva. La Revolución, con toda su violencia, tuvo conquistas fundamentales. El porfiriato, con toda su iniquidad, también las tuvo. Pero para aprovechar la historia, hay que estudiarla con una mirada crítica. En vísperas de un (bi)centenario que promete ser toda una fiesta de cajeta y de caramelo, nos parece que importa recordar esto. Francisco Bulnes fue uno de los grandes intelectuales críticos que ha tenido México, pero para recuperarlo es preciso entender los puntos de vista de los científicos y las encrucijadas que enfrentaron.
Olga Harmony se equivoca al asociar al grupo de los científicos
con la intelectualidad calderonista. Existe, como ella misma reconoce, aunque a regañadientes, una enorme distancia entre la calidad intelectual de los principales científicos
y la de los intelectuales de los gobiernos de las últimas décadas.
¿Hace cuánto que no ha habido en México un secretario de Educación comparable con Justo Sierra? Tampoco vemos diputados –de cualquier partido– que puedan compararse en estatura con Bulnes. Junto a la diferencia de estatura intelectual, hay importantes diferencias ideológicas (los científicos eran liberales, el PAN es conservador), de contexto nacional e internacional, etcétera.
Como escribió hace ya años Arnaldo Córdova, el grupo de los científicos
contó con algunos de los intelectuales más importantes que ha tenido México en toda su historia. Hace falta entenderlos, aunque sea para rechazarlos.
Nuestra obra recupera algunos de estos intelectuales y explora los dilemas que tuvieron ante la dictadura que ayudaron a construir. La experiencia de los científicos
resuena no sólo con los dilemas de la intelectualidad de la generación del priismo de medio siglo, sino también con la generación del 68. Al igual que ésta, los científicos comenzaron como miembros de la oposición liberal; y al igual que los sesentayocheros, los científicos se mantuvieron en el poder demasiados años. De modo que de calderonista, nada. Invitamos al público a que forme su propia opinión.