ltimamente a las y los chihuahuenses les ha dado por tocar la puerta de la conciencia nacional planteando problemas que sienten muy en lo profundo, pero que no son problemas sólo de Chihuahua, sino de todo México.
Dos han sido los principales temas que plan-tean a la nación: el rescate del campo y la violencia contra la mujer. Con las tomas de puentes internacionales, con cabalgatas o tractoradas desde Ciudad Juárez hasta el Zócalo han iniciado lo que a la postre serán importantes movimientos campesinos nacionales, para renegociar el TLCAN en materia agrícola y reconstruir la agricultura campesina.
Las mujeres de Chihuahua también saben de marchas, de zócalos y de convocatorias a la nación. Su persistencia en el dolor hecho rabia, en la denuncia y en la exigencia colocó el tema del feminicidio en la agenda nacional desde hace ya década y media. En 2002, cuando Mujeres de Negro realizan su éxodo a pie, de Chihuahua a Ciudad Juárez, logran no sólo espacios en la agenda pública, sino que arrancan leyes contra la violencia de género, instituciones, procedimientos, políticas, protocolos.
A pesar de los ires y venires entre cantos, celebraciones místicas y protestas combativas, la violencia feminicida sigue ahí: en las aterrorizadas calles de Juárez, en los suburbios maquileros de Chihuahua, en las abigarradas conurbaciones del estado de México o en las campiñas donde el machismo parece parte del paisaje. Por eso Mujeres de Negro atacan de nuevo. Atacan apatías, conciencias adormiladas, percepciones ya acostumbradas a que los asesinatos de mujeres sean algo ordinario. Políticas públicas agazapadas en la letra muerta de las leyes o en la tibieza de burocracias omisas.
Por eso este martes 10 han iniciado otro éxodo, ahora de la ciudad de México hasta Ciudad Juárez. Son amas de casa, madres de muchachas desaparecidas o asesinadas, profesionistas, intelectuales, periodistas, campesinas. Llevan con ellas una campana que repicarán por todo el camino y se detendrán en todas las ciudades para sacudir conciencias en un momento en que las angustias por la sobrevivencia y por el abismo en que los poderosos han sumido al país parecen acaparar la atención pública.
Son portadoras de 10 demandas: varias giran en torno a la erradicación de la violencia de género, persistente en el lugar que se supone sería más seguro para ellas: el propio hogar. También presente en el lugar de trabajo, en las calles patrulladas por el Ejército, en el acoso sexual, en los feminicidios que han dejado de ser un fenómeno característico de la frontera. Piden toda la energía para combatir éstos, prevenirlos, terminar con la impunidad, erradicarlos. Exigen la implementación de políticas públicas eficaces para garantizar la vida libre de violencia para las mujeres, entre ellas que se haga operativa y eficaz la llamada Alerta de violencia de género
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Se hacen portavoces del reclamo silencioso de muchas regiones por desmilitarizar el país y terminar con las violaciones de derechos humanos por parte de elementos de las fuerzas armadas, acabando con el fuero militar. Exigen se garanticen la integridad física y emocional de toda la población agredida, sobre todo las mujeres.
Demandan igualdad sustantiva en derechos que se traduzca no sólo en leyes, sino en mecanismos efectivos para que lleguen de manera justa y participativa a puestos de elección popular en todos los niveles y órdenes de gobierno. Exigen se respeten sus derechos sexuales y reproductivos, amenazados y nulificados por la ofensiva emprendida por las fuerzas conservadoras en varios estados de la República que las despoja de su derecho a decidir sobre su propio cuerpo y las victimiza doblemente cuando se les convierte en criminales por ejercer su derecho legítimo a interrumpir su embarazo luego que son víctimas de una violación.
Hay quienes dicen estar por la vida porque prohíben, condenan anatematizan, culpabilizan y encarcelan. No es el caso de estas valerosas mujeres norteñas. Ellas están por la vida porque denuncian la violencia feminicida al tiempo que ayudan a las víctimas y trabajan para que se extirpe de la médula de esta sociedad. Están por la vida porque no quieren que a ninguna madre le suceda lo que a varias de las que hoy peregrinan, que un día vieron salir a su muchacha de casa y no la volvieron a ver, si no fue en la morgue. Porque sus manos, su cabeza y su corazón trabajan todos los días por la justicia.
Por ahí van marchando las Mujeres de Negro. Con su nuevo éxodo quieren que la nación entera las acompañe a transitar de la realidad de muerte, opresión y violencia de género, a una nueva realidad construida por todas y todos, de plenitud de derechos, de plenitud de vida. A eso llama la campana que van cargando y haciendo repicar por media República.