Sábado 14 de noviembre de 2009, p. a15
Las secuencias de Underground, filme de Emir Kusturica traducido en México como Érase una vez un país
, parecen sucederse en el magín mientras suena la música magiar en el más reciente disco de Goran Bregovic: Alkohol: Sljivovica & Champagne.
Músicos gitanos deambulan por el pueblo, las fiestas, las barracas, corren tras los protagonistas soplando tubas, inflando cornetines, respirando el aire candente de trompetas, rebotando en sus pulmones la tremebunda tensión telúrica de una música que entra por los poros y se mezcla con los licores que liban todos, protagonistas del filme y músicos, como un basso continuo sumergido en los misterios y confines del tiempo.
Un estado de euforia atrapa a quien escucha, lo toma de su centro gravitacional, lo acaricia, lo estruja, convulsiona y lo lanza al espacio sideral sin que siquiera despegue sus falanges peatonales de la tierra.
El público mexicano ya conoce el contenido de este disco, pues se trata de buena parte de los recitales irrepetibles, inolvidables, que ofreció Goran Bregovic en el Teatro de la Ciudad, en la Plaza Santo Domingo y en la capital oaxaqueña para delirio de las masas carnales que se mojaron de lluvia, en el Centro Histórico de la ciudad de México en una noche de gloria y también se mojaron de gloria y de todo lo demás.
La potencia brutal, el empuje irrefrenable, la volición raigal y los efluvios telúricos de la Banda de Boda y Funeral llega, por fin, en forma de disco compacto. Y es también sensacional.
Se trata, en realidad, de un disco dividido en dos partes, de las cuales el ejemplar que se consigue ahora en México es apenas el inicio. Por eso la palabra Sljivovica, en el título, viene marcada con otro color de tinta, como por un marcatextos de esos de colores vivos. La segunda parte, Champagne, consistirá en música de cámara y está todavía por editarse.
Sljivovica es la bebida nacional de Serbia, un licor de ciruela. Ese material fue grabado en 2007, en vivo, en una pequeña población gitana donde se realiza cada año un concurso de bandas de aliento que dura tres días con sus noches y el baile y la comida y el alcohol y todo lo demás.
Las imágenes de ese hermoso bacanal, ese paraíso recuperado, vienen desplegadas en el cuadernillo del disco en cuestión y aquí las compartimos, a toda página.
La erupción volcánica de estos instrumentos soplados desde los Balcanes pone en órbita de manera inevitable a quien la escucha. Lo del alcohol es metafórico, el propio Goran Bregovic hizo tal puntualización en una entrevista que concedió a La Jornada durante su visita anterior: es una música tan dinamogénica que puede mojarse en alcohol o prescindir de lo báquico sin perder lo dionisiaco.
En la punta del caracol, en los cuernos de la Luna, en la cresta de la ola, en el momento del éxtasis, del clímax, se escuchan como a lo lejos, como un sueño, un rapto, un momento místico, las voces de las mujeres búlgaras que forman parte de la Banda de Boda y Funeral.
Es el instante en que Eros y Tánatos se besan.