En enero próximo, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) hará público un documento sobre la visión de la Iglesia católica respecto de la inseguridad y la violencia, el cual estará acompañado de una reflexión pastoral y las líneas de acción que tendrán que ser asumidas por todas las diócesis mexicanas en su acción pastoral.

Ante esto y el hecho de que en la 88 asamblea plenaria de la CEM, realizada la semana pasada, el tema central fue el mencionado, la arquidiócesis de Acapulco y el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, destacaron por separado que, frente al avance de la violencia en el país, en el corazón de los mexicanos empieza a brotar el odio, la rabia, el rencor, el deseo de venganza y de hacer justicia por propia mano.

Arizmendi precisó que es inocultable la insatisfacción social, que se traduce en agresividad y crispación, y agregó que se vive un problema que no se solucionará sólo con la aplicación de la justicia y el derecho, sino fundamentalmente con la conversión.

La arquidiócesis de Acapulco expuso que cada vez se experimentan formas más desgarradoras de violencia, sobre todo aquella vinculada con el crimen organizado, y advirtió que la gravedad del asunto es tal que amenaza con desbordarse de una manera incontrolada.

Apuntó que en la reunión de la CEM los obispos mexicanos hemos determinado asumir nuestra misión de promover la reconciliación y la paz, invitando a todos los mexicanos a asumir la propia responsabilidad, dejando atrás complicidades y actitudes pasivas y complacientes.

La Iglesia católica busca apelar a la nobleza de los mexicanos para una movilización general hacia la reconciliación. Para ello se dispone a generar y alentar un movimiento por la paz, a partir del ministerio pastoral, en el que todos nos involucremos: los gobernantes, los ciudadanos y las víctimas.