Em Yéi
Sábado 28 de noviembre de 2009, p. a19
La indagación filosófica que emprendió Unamuno a propósito de los destinos trágicos no alcanza para mensurar las dimensiones humanas que tensó, más allá del martirologio, el artista Michael Jackson.
Quizá el sentido despertado por el novelista alemán Bernhard Shlinck en su novela El lector (Der Vorleser), sí pueda lanzar luces, contrarias por supuesto a la versión adaptada por el sistema Hollywood como una historia de amor y una condena en el filme que tomó la anécdota de aquella obra, pero no ese fino hurgar en el misterio que sí realizó Schlinck: su personaje no es un sujeto de juicio moral, sino un estudio sobre la fragilidad humana: tan elevada la inocencia original del personaje de aquella novela y de su símil, pongamos como tal a Michael Jackson, su cualidad cuasi mahleriana condensada en la frase del poema de Ruckert que musicalizó el austriaco: Ich bin der Welt abhanden gekommen (vivo ausente del mundo), o bien su encarnamiento del verso de San Juan de la Cruz: vivo sin vivir en mí, que sucumbió en el momento en que el mensaje ya lo había formulado por entero. Fragilidad, alta sensibilidad, talento inconmensurable, icono, ejemplo para millones, en especial los niños por la coherente humildad con la que enfrentó el vértigo de la celebridad, las taras sociales de rechazo, la tiranía paterna (tantas veces le dijo su padre Narigón, que se mutiló la cara entera), la incomprensión generalizada, el acoso homicida de los mass media, sobre cuyas ganancias económicas se elevó la pira funeraria. Los héroes mueren jóvenes y después de una cruenta lucha. La intensa, prometeica fragilidad de Michael Jackson tuvo desenlace lógico.
El deceso trágico, prematuro en todos sentidos, del maestro MJ (Em Yéi, como le llaman sus discípulos) no sólo reactivó la industria del espectáculo y del disco, y de manera irónica también las finanzas personales del difunto, muerto en bancarrota, también puso en la conciencia de la gente los valores elevados, como persona y como artista, que cultivó el ahora ausente.
En las tiendas de discos de todo el planeta hay una sección entera, mitad altar mitad mercado, con su discografía completa y toda la “official merchandise”: gorras, T-Shirts y demás amuletos posmodernos.
Más allá de las cortedades de miras de la prensa del corazón, el estreno del filme This is it pone otro elemento valioso para la revaloración, la reivindicación, la justa puesta en dimensión del héroe.
Entre la parafernalia de audio, video y demás, la novedad discográfica consiste en una caja-libro con dos discos (cuyas fotos interiores ilustran esta página) titulada como el filme y con un subtítulo honesto: la música que inspiró la película
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En dos horas de fascinación y encanto, vemos al maestro Em Yéi dictar cátedra en los ensayos de abril a junio para su retorno triunfal, la gira finalmente cancelada de 50 conciertos. Explica este valioso documental por qué es grande Michael Jackson. No solamente muestra su conocimiento intuitivo, natural, asombrosamente perfecto y efectivo de los misterios de la composición musical, no sólo esplende como uno de los mejores bailarines de la historia entera, también muestra de cuerpo y alma enteros sus convicciones y certezas, los motores que movieron su existencia y que se pueden sintetizar en una de las frases que pronuncia a manera de indicación a sus músicos y bailarines, sobre todo cuando se equivocan en un compás, yerran en un paso de danza, o no logran el cometido técnico buscado: no se preocupen, ustedes pueden lograrlo todo, porque todo está en el interior de ustedes y porque todo es cuestión de amor, que es el valor supremo
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El maestro Em Yéi trasciende entonces.