Opinión
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Intenciones ecologistas de los hoteles de lujo
L

os periodistas somos coleccionistas. De hechos (verdaderos, de preferencia), de chismes (falsos, las más de las veces), predicciones (siempre acertadas, desde luego), recortes de periódicos viejos, fotos, boletines y, en mi caso, volantes de propaganda (escritos en árabe, con horrible gramática) que han sido lanzados desde aviones israelíes sobre Líbano.

Aún conservo mis libretas llenas de manchas de aceite de cuando Saddam Hussein incendió los pozos petroleros de Kuwait en 1991. También tengo, en un pequeño paquete que los visitantes de la Biblioteca en Memoria de Fisk encontrarán algún día, la fajilla de un habano con la inscripción Del primer puro que me regaló Mohamed Heikal, tras 29 años de amistad. Sé que Mohamed, el más valioso escritor y periodista egipcio lee esta columna y apreciará lo que estoy diciendo. Larga vida para él.

Recientemente, me veo recolectando las más irritantes cantidades de cosas absurdas con que me he topado a lo largo del tiempo, con cada vez más frecuencia y, ¡ay!, condenadas a ser parte de nuestras vidas en estos tiempos hipócritas. Acaba uno por coleccionar los anuncios que los fabricantes de armas imprimen en papel satinado. Todos para uno y uno para todos es el lema del misil aire tierra Hellfire de la empresa Boeing, sin siquiera disculparse con Dumas; también tengo anuncios de los conglomerados petroleros que proclaman la idiotez de que están salvando al planeta.

Pero la última sandez con que me he topado y que mis lectores viajeros también pueden encontrar es la pequeña tarjeta que está sobre la almohada de la cama en una habitación de hotel que me solicitaba ahorrarle al spa, al aseo del hotel y a la toda la jerarquía de trabajadores de la industria de la hospitalidad el costo y la molestia de lavar mis sábanas, fundas para cojín y toallas. Esta epidemia de preocupación viene en todos colores y existe en todos los continentes. Me he encontrado el mismo mensaje en Los Angeles, El Cairo, Estambul, Ottawa, Limerick y en todo lugar en donde la administración de los hoteles empieza a tornarse verdes... como los dólares, quiero decir.

Empecemos fustigando al viejo y amistoso Hyatt. La palabra conservar está literalmente impresa en su tarjetita cuyo contenido transcribo: Como parte del compromiso del Hyatt de conservar el medio ambiente, cambiaremos las sábanas y toallas cuando sea necesario y a petición del huésped. Si desea que sus sábanas y toallas se cambien diariamente, solicítelo a la recepción del hotel.

Nótese el genial uso de la palabra compromiso. Al igual que el término reporte de la misión, rezuma la profundidad y seriedad en un propósito. ¿Y qué significa cuando sea necesario? ¿Cuándo las sábanas han alcanzado una condición tan deplorable y pestilente que la camarista no pueda tolerarlas? Nótese también como es uno quien tiene que mantener la limpieza diaria del Hyatt, pues se le dice al huésped que él tiene que llamar a recepción si declina aceptar su encantadora y verde idea.

Al otro lado del canal, en el pináculo del lujo en el sexto arrondissement de París, en el hotel Lutetia USTED DECIDE, anuncia la tarjetita en inglés que está en la almohada. Por favor sírvase a tomar nota de que sólo las toallas dejadas en la bañera o en el suelo serán cambiadas por su camarista. Gracias por ayudarnos a actuar en favor del medio ambiente.

Esto es precioso. En primer lugar está la sintaxis legalista: sírvase a tomar nota. En la versión en francés de la tarjeta se omite la payasada de USTED DECIDE. Luego está la guarra sugerencia de que si uno quiere toallas limpias, debe dejar las usadas regadas por el baño y el suelo como en una pocilga. Es así como el Lutetia puede actuar por el medio ambiente. Como si algún amo o ama de la moralidad le hubiera conferido al hotel un mandato especial para actuar en favor del mundo.

En El Cairo, donde nos encontramos, en un país en que tres palabras son siempre mejores que una, o en el caso del Marriot en la isla de Gezira, donde 108 palabras son mejores que ninguna, está la cantaleta ya conocida del compromiso hacia prácticas que preserven nuestros recursos naturales, a lo que sigue una sugerencia extraña según la cual si bien es nuestra costumbre (sic) cambiar a diario nuestras sábanas (sic) apoyamos el deseo de nuestros huéspedes de ayudar a proteger el medio ambiente, y por lo tanto, cambiaremos su cama cada tercera noche de su estancia.

Esto es insuperable. El Marriot quiere lavar a diario nuestras sábanas, sin embargo saben que la los huéspedes somos unos puercos y nos permitirán serlo, a menos que solicitemos lo contrario. Recordemos que El Cairo es una de las ciudades más sucias, contaminadas y repletas de basura del mundo antes de descubrir el fantástico remate del aviso del hotel: Trabajando juntos podemos conservar millones de litros de agua y reducir el detergente que contamina el medio ambiente.

Bueno, hasta en Los Ángeles, que vive envuelto en smog, el Hilton me agradece por ayudar a conservar los recursos naturales de la tierra.

Vayamos a Turquía, un país con menos pelos en la lengua, donde el mejor hotel de aeropuerto de Estambul me informa: Seguramente usted sabe que toneladas de detergente y agua se consumen todos los días para lavar las toallas que han sido usadas por sólo un corto tiempo. Como en el Marriot de El Cairo, debo dejar lleno de trapos húmedos el suelo de mi habitación si quiero toallas limpias. Gracias por su contribución (sic) a la naturaleza (sic), concluye la tarjeta turca, con todos sus sics.

Pero qué calidez envuelve el corazón de lord Fisk cuando se le acompaña a su suite en el hotel Castlertoy Park, en Limerick. Futuras generaciones le agradecerán por ayudarles a tener un ambiente más verde. Juro que no miento a vosotros, oh, lectores. ¡Dioses!, ¡futuras generaciones! ¡Y en verdad van a estar un poco agradecidas conmigo si dejo las toallas en el perchero del baño para volver a usarlas!

Pero crucen conmigo el Atlántico para ir al Fairmont Chateau Laurier de Ottawa que está, desde luego, comprometido con la conservación de nuestros recursos naturales, etcétera, etcétera. En esta ocasión debía yo colgar afuera de la puerta su tarjetita en caso de querer que me cambiaran la ropa de cama. ¿Habrá hecho esto Churchill cuando se hospedó aquí? ¡Gracias por ayudarnos a ser conscientes del medio ambiente!

Ustedes entienden que nada de esto tiene nada que ver con reducir los costos de la limpieza y los detergentes. Oh, no, desde luego. Somos nosotros quienes pagamos la cuenta y ayudamos a estos hoteles de cinco estrellas a cuidar el ambiente. Por supuesto, si en verdad les importara lo verde, colgarían letreros en el baño que nos dijeran ¡Usa menos maldita agua! Sin embargo, me imagino que el agua tiene un precio fijo y así el medio ambiente puede desecharse junto con el agua con que nos bañamos.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca