Niños que se tragan la luna
sta noche, a las 9, en el café foro tapatío Malasangre, fundado por chavitos
recién egresados del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara, se presenta el libro temático Niños que se tragan la luna, que cuenta con la colaboración de 90 escritores originarios de o residentes en diversas localidades sobre todo del país, pero también de Panamá, Argentina, Uruguay y España, entre ellos Alberto Ruy Sánchez, Carmen Villoro, Raúl Renán, Francisco Magaña, Karla Sandomingo, Enzia Verduchi, Laura Solórzano, Jorge Esquinca, Eduardo Milán y Carmen Boullosa. Pero el volumen no sólo incluye autores de amplios reconocimiento y trayectoria, sino también noveles, gente que aún acude a talleres
(coordinados por Raúl Renán, Raúl Bañuelos y Óscar Tagle). Éstos son algunos de sus nombres: Llizzi y Ana Claudia Zamudio, Rossana Camarena, Cecilia Márquez, Cecilia Fernández, Ruth Plascencia, Daniel Irineo, Raúl Mondragón y Sinué Huerta.
Bajo una idea original del editor, José Castillo, el libro está dedicado a recuerdos que en su infancia tenían los convocados, cosa que no en todos ellos funcionó. Hubo quienes, en palabras de Castillo, se rajaron, recularon
, no pudieron confrontar su verdadera infancia
. Se disculparon y se retiraron del proyecto, que ya en forma de libro incluye unas fotografías, cuando infantes, de los escritores. Planteado en junio pasado, el cierre del libro se propuso para finales de septiembre. Sin embargo algunos autores se colgaron
un mes más. Quizá, no se sabe, por la misma razón por la que otros finalmente declinaron la invitación.
La idea del libro, que nació de un proyecto anterior, una agenda publicada hace cinco años, a diferencia de ésta, que hablaba de la infancia, se aboca a recoger recuerdos que los escritores tenían cuando niños. Yamila Greco, argentina, habla por ejemplo de la agonía de su abuela. Ruy Sánchez escribe sobre la demencia senil de su abuelo. Es que la mayoría habla de la pérdida.
Contra lo que por imposición social cabría esperar, textos edulcorados, los relatos y poemas refieren recuerdos no necesariamente gratos. El guanajuatense Benjamín Valdivia cuenta el rechazo de una niña que le gustaba.
Aquí me desviaré un poco. La entrevista con Castillo ocurre en el acostumbrado Café Lullio, donde un día antes un funcionario cultural de nombre Mauricio nos contó que el Niño Dios sólo le traía ropa para Navidad y que un día pensó que quizá pedía demasiado esperando juguetes, y entonces, prudentemente solicitó, nada más, la foto de una niña, Doris Palomo, que tampoco le trajo. Castillo concede que esa historia hubiera cabido muy bien en el libro.
El nombre de esta especie de antología temática proviene de Miguel Hernández. Niños que se tragan la luna carece de colección, pero El Cálamo, la editorial, cuenta con una, Cartapacios, libretas de bocetos de artistas plásticos que acompañan poemas huérfanos de importantes autores que no les hallaron acomodo en otros volúmenes. El Cálamo ha publicado más de 50 libros. Su página web es www.elcalamo.com