México mantiene el quinto lugar en el Índice de Desarrollo Democrático de América Latina 2009 y forma parte del selecto grupo de países que están por encima del promedio regional. Sin embargo, presenta problemas relacionados con violencia e inseguridad, acoso a la prensa y escasa presencia de mujeres en puestos de decisión.

Indicó lo anterior Jorge Arias, responsable de la medición patrocinada por la Fundación Konrad Adenauer. Se refirió, por ejemplo, a los altos grados de criminalidad que se observan diariamente en los medios de comunicación.

También mencionó el hecho de que ahora hay más mujeres en el ámbito legislativo, pero su presencia no es tan fuerte en el Ejecutivo. Sólo dos secretarías se encuentran en manos femeninas, puntualizó.

La medición que promueve la fundación alemana evalúa la salud y el desarrollo democráticos en las naciones latinoamericanas. En el informe dado a conocer ayer se menciona que México forma parte de los estados con un desarrollo medio en la materia, al ubicarse en el quinto lugar del ranking regional, detrás de Chile, Costa Rica, Uruguay y Panamá, pero por arriba de Brasil, otro peso pesado de América Latina.

No obstante lo anterior, muestra un fuerte revés en la evaluación relativa a la calidad de las instituciones y la eficiencia política, renglón en el que tuvo 4 mil 702 puntos, contra 5 mil 469 que logró en el informe de 2008.

Respecto a Latinoamérica en general, el informe destaca que ha tenido un avance de más de uno por ciento. Los países que no han elevado su puntuación respecto al año pasado son Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay.

Los que mejoraron fueron Argentina, Chile, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela, y los que mantienen su alto nivel de desarrollo democrático son Chile, Costa Rica y Uruguay.

Este año, Chile ocupa nuevamente el primer lugar en el índice de desarrollo democrático y vuelve a desplazar al segundo sitio a Costa Rica.

El documento señala que la crisis, además de conmover la raíces del sistema económico y financiero internacional y de poner en duda el modelo ético y moral del progreso financiero, ha creado serias dificultades para el desarrollo de América Latina y ha profundizado la desigualdad existente.

Más allá de los indicadores –se advierte–, la problemática económica ha venido a interpelar nuevamente y con urgencia a la dirigencia latinoamericana acerca del imperativo de resolver antiguos problemas de institucionalidad y ciudadanía que en su historia democrática no han encontrado todavía solución. De ahí la necesidad de políticas de Estado destinadas a construir verdaderas sociedades de ciudadanos, enfatiza.