Sábado 5 de diciembre de 2009, p. a19
Rock puro y duro. En la fabulosa cantidad de 25 tracks, la edición conmemorativa del vigésimo aniversario de Bleach, disco debut de Nirvana, es un festín de música rock en estado de gracia.
He aquí un clásico. El primero de la tríada de un grupo de esos de culto. El estilo cimentado y en estado seminal.
Se trata de la obra de la que nunca se separó Kurt Cobain, ese gran icono, espejo de miles. La consagración mediática a la que condujo al grupo su siguiente álbum, Nevermind, produjo un cierto malestar en la pareja fundadora, Covain-Novoselic, y fue tan apabullante el stardom pero tan recio el talante, la calidad de su música, que rebasaron por mucho la paradoja de los media de intentar reducirlos al compartimento estanco de one hit wonder
, esos grupos que pasan a la historia por una sola pieza, en este caso Smells like teen spirit, un himno.
Pero no. Nirvana es hoy por hoy y desde hace mucho un referente de música de enorme calidad. Su tercer álbum formal, In Utero, coronó una trayectoria cuyo final constituye un capítulo importante de la cultura de masas: el suicidio de Kurt Cobain fue recibido a escala mundial como una crucifixión laica.
Porque Nirvana no es solamente ese lado oscuro
que esplende en su música, ni el cuasi falseto desgarrado del cantante, ni los rechinidos, enfrenones, efectos alucinógenos de la guitarra. Es su talante poético, que recupera los valores originales de la cultura rock: libertad, rebeldía, búsqueda, interrogación, demanda, protesta, un cúmulo de saludables síntomas del malestar en la cultura.
La novedad discográfica de Nirvana consiste en la digitalización de los masters originales y la adición del concierto en vivo en el Pine Street Theatre, de manera que el disco, acompañado de un librito profusamente ilustrado, cuyas imágenes desplegamos en esta página, termina como inicia y se desarrolla in crescendo con matices, nuances, guiños, entretelones, muecas, gritos, alaridos, virtuosismo y poesía, harta poesía.
Lo que se convino en denominar grunge enarboló un formato sencillo: beats poderosísimos en bajo y batería, una línea erizada, tensa, voltaica, encendida, sierra de fuego, en guitarra, y una acumulación de energía minimalista que estalla y vuelve a estallar en magna magma.
Manierismo simple derivado de los grandes maestros del heavy metal, en especial los Led Zeppelin y sobre todo Black Sabbath, eclectisismo puro, un sentido de originalidad que se encadenó al linaje vario de la estilística roquera de pura cepa y que parecía garantizar una línea de continuidad y avance.
Más que grunge, música de enorme calidad. Especialmente en una etapa de saturación y búsqueda incesante (las denominaciones, subgrupos y bautizos de corrientes, estilos, tendencias, modas, es ya inabarcable), las propuestas que virtieron estos jóvenes preñados de talento, pasión y fuego, significan agua fresca, espíritu de renovación, alientos nuevos.