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Humberto Flores desperdició el único Barralva bueno de la tarde; los demás salieron mansos

El colombiano Luis Bolívar gustó pero no convenció en el cerrojazo de la México

Para el balance de la temporada quedan el faenón de Macías y el estoconazo de Hilda Tenorio

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Humberto Flores lidia a Gironcillo, de 440 kilos, y que peleó con furia en lo que fue la última corrida de la temporada grande en la Plaza MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 8 de marzo de 2010, p. a46

Colombiano de Cali, nacido en 1985, triunfador de la Maestranza de Sevilla y de Las Ventas de Madrid, Luis Bolívar confirmó ayer su alternativa en la decimonovena y última fecha de la temporada de invierno 2009-2010 en la Plaza México, y si bien gustó a los aficionados, no terminó de convencerlos, pues nada pudo concretar, a fin de cuentas, ante un disparejo encierro de Barralva, del cual le tocaron dos bichos muy distintos: el primero de ellos peleó con bravura ante el caballo, pero se rajó en el tercer tercio, y el segundo, muy alegre, fue de plano un manso perdido.

En una tarde calurosa y sin viento, y con un cartel por demás atractivo, enriquecido con los nombres de Humberto Flores y Víctor Mora, poco más de 5 mil personas asistieron al pozo de Mixcoac a conocer a Bolívar, de quien se dice que tiene todo para convertirse en el heredero del maestro, también colombiano, César Rincón.

Negro zaino, muy bien equipado de cornamenta, pero suelto y distraído, salió Madrilisto, de 480 kilos, para abrir plaza, y Bolívar no consiguió adueñarse de él hasta que el moro acudió al caballo y empujó con bravura. Entonces le pegó tres chicuelinas y una revolera en los medios y, tras el trámite de las banderillas, se plantó en el centro del redondel, citó de largo para hacer el péndulo dos veces consecutivas, y luego intentó torear en redondo, con admirable temple e impresionante mando, pero muy lejos y rápido, por lo que no conectó con la gente.

A Farolero, otro negro zaino, de 490, hondo de agujas y de hermosa estampa, que parecía dibujado por Sánchez de Icaza, la gente lo abucheó cuando el rumiante huyó de los caballos de pica, que apenas le hicieron sangre. Al tercio final, por lo mismo, llegó con muchas patas y Luis Bolívar volvió a demostrar su poderío muletero, embarcándolo en tandas aún más rápidas por la diestra, en las que al término de cada muletazo debía cortarle el viaje para que no se escapara.

Lo más emocionante de la faena sobrevino cuando el de Cali descubrió que si le cubría los ojos con la muleta, siempre por la derecha, y giraba con él en redondo, podía ligarle dos o tres muletazos que luego remataba con el de pecho y salía airoso, cosechando aplausos.

Para infortunio de Bolívar, cuando la gente ya se le había entregado, se tiró a matar por arriba, pero el acero se desvió dentro de la caja torácica de la res y la punta salió por un costado.

Humberto Flores, padrino de confirmación del visitante, ordenó que a Gironcillo, de 440, otro negro zaino y primero de su lote, el varilarguero le pegara a llenar, haciéndole la carioca, cosa que el cornúpeta aguantó peleando con furia hasta que, en apariencia, quedó reducido a pulpa de res. Más no era así. Fuerte y noble, se recuperó ante la muleta, metiendo la cabeza bien por ambos lados y convirtiéndose en el único que valió la pena del sexteto. Ricardo Balderas, desde el biombo, le concedió el arrastre lento, a petición del público, que en cambio abucheó al matador.

Con lo demás que salió por la puerta de toriles, Víctor Mora, siempre valiente y dispuesto a todo, se vio sin sitio –como que no lo ponen a torear nunca– y pasó inédito, al igual que Flores en su segundo y último. Y así, entre sensaciones encontradas por la incertidumbre que genera un ciclo más que termina, y con algunos recuerdos perdurables en la alforja –el faenón de Arturo Macías, en su mano a mano con José Tomás, y el estoconazo de Hilda Tenorio el domingo pasado–, la México volvió a cerrar sus puertas, una vez más, quizá hasta nunca.