a Secretaría de Salud (Ssa) informó recientemente sobre el caso de una niña de 10 años diagnosticada con influenza pandémica, en la que el virus A/H1N1 era resistente al tratamiento con el antiviral Tamiflu (oseltamivir), de los fármacos más empleados en el tratamiento de ésta y otras infecciones virales. Los análisis realizados a las muestras obtenidas de esta pequeña revelaron una modificación en la estructura del agente viral, es decir, una mutación. ¿Cuál es la trascendencia de este hallazgo?
1. La resistencia al antiviral. Visto al microscopio, el virus de la influenza A/H1N1 tiene forma redonda. Está formado por una cubierta o membrana de la cual emergen múltiples proyecciones. En su interior se encuentra el genoma viral, formado por una sola hebra de ácido ribonucleico (ARN) compuesto por ocho segmentos. Las proyecciones de la superficie son, desde el punto de vista químico, una combinación de azúcares y proteínas (glicoproteínas); entre ellas hay dos que tienen gran importancia: una llamada hemaglutinina, por medio de la cual el virus se asocia (se pega) con las células del organismo que invade; y especialmente, para el caso que nos ocupa, otra que recibe el nombre de neuroaminidasa, que permite que el genoma del virus penetre en la célula a la que se ha fijado. Dentro de la célula invadida, el RNA se reproduce creando miles de copias de los virus que destruyen la célula y pasan de ahí a las vecinas, lo que constituye el proceso de infección.
Algunos antivirales, como el Tamiflu, interfieren con estos eventos, actuando sobre la neuroaminidasa. Al impedir que los componentes virales penetren a las células humanas, se evita el desarrollo del proceso infeccioso. Los casos de resistencia al fármaco, como el reportado por la Ssa, se explican por una mutación, es decir, por un cambio en la estructura del genoma del virus con la que éste evade la acción del antiviral. ¿Cómo ocurre esto?
Uno de los ocho segmentos del ARN viral es el gen causante de la formación de la neuroaminidasa (NA). Una modificación en él tiene como consecuencia la alteración de la estructura de la glicoproteína. Desde hace meses se ha reportado que la mutación en una región llamada H275Y en este gen produce alteraciones en el sitio en el que actúa el Tamifluy lo hace inefectivo.
2. El caso en México. La mutación del virus descrita en nuestro país no debe producir alarma. Se trata hasta ahora de un solo caso plenamente confirmado y desde luego no es el primero que se ha descrito en el mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, hasta el 3 de marzo se habían acumulado 264 reportes a escala global de resistencia al fármaco. Además, si bien se pierde ante esta mutación una herramienta farmacológica como el Tamiflu, existe otro antiviral que aun en estas condiciones sigue siendo efectivo, como el Zanamivir (Relenza). Así, más que un asunto grave, lo más importante es, a mi juicio, que este fenómeno ilustra la capacidad mutagénica del virus, lo que obliga a mantener la vigilancia sobre los cambios que puedan presentarse en el futuro, algunos de los cuales podrían ser menos manejables.
El anuncio de la Ssa inicialmente me produjo sorpresa, pues desde que comenzó la epidemia la reacción de esta dependencia ha sido ocultar la información cuando las cosas se complican. Lo que sucede es que, en este caso, hay algunas buenas noticias y cosas que presumir. La primera, y en mi opinión la más importante, es que la menor en la cual se hizo el hallazgo se encuentra bien (aunque se trata de una niña con una desnutrición de grado uno, lo que nos confronta con nuestra dolorosa realidad). La otra buena nueva es que el análisis de las muestras se realizó en nuestro país, en el Instituto Nacional de Referencia Epidemiológica (INDRE), lo que muestra que se cuenta con las capacidades humanas y técnicas para detectar modificaciones en el genoma de agentes infecciosos, aunque por ahora se trate de la confirmación de algunas ya conocidas.
Está por cumplirse un año desde que se demostró el primer caso de influenza A/H1N1 en México. Es tiempo suficiente para hacer una reflexión crítica y seria sobre el curso de esta nueva enfermedad, su magnitud real y las lecciones que nos deja. Yo quiero adelantar aquí sólo un aspecto. Entre las enseñanzas más importantes de esta enfermedad destaca la necesidad de contar con un sistema de vigilancia epidemiológica que debe ser de los más eficientes y avanzados del mundo, porque es la salud de los mexicanos la que está en juego.
Para lograrlo, se requiere articular a las instituciones de salud con las universidades y centros de investigación, con la finalidad de contar con un sistema de detección oportuna de nuevos agentes potencialmente pandémicos y poder vigilar su comportamiento en tiempo real. De este modo se podrá transitar de un nivel de prototipos, como con los que ahora contamos, a un sistema que cubra con recursos humanos y técnicos suficientes el territorio nacional, y reduzca al mismo tiempo nuestra dependencia externa.