ara un estudioso del derecho, el convenio –negado, reconocido y que hoy simplemente se pretende olvidar– que celebraron PAN y PRI es una fuente de reflexiones técnicas, que podrían ser chuscas, y que no resisto compartir.
Primero hay que decir que un convenio es un acuerdo de voluntades para crear, transferir, modificar o extinguir obligaciones; lo que pretendieron hacer quienes firmaron el convenio fue obligarse mutuamente. Por regla general, el convenio obliga a quienes lo celebren, independientemente de que se formalice o no mediante escrito público o privado; en el caso hubo una carta firmada que hace las veces de contrato, aunque en realidad lo que da origen a las obligaciones de las partes es el acuerdo de dos o más voluntades, que coinciden en el objeto que se persigue con el convenio.
En éste, al que me refiero –celebrado en octubre pasado por el PRI, representado por su presidenta, Beatriz Paredes, y el PAN, por el suyo, César Nava–, hubo sin duda el acuerdo de las voluntades y un objeto. Se trata de lo que los maestros de derecho civil llaman obligación en favor de tercero; las partes en un contrato se obligan mutuamente para beneficiar a otro; en este caso, el beneficiado (que a final de cuentas no lo fue) es el candidato a la Presidencia forjado por la televisión, Enrique Peña Nieto.
Éste no participó en el convenio ni se obligó por su lado a cosa alguna; sí tuvo una presencia simbólica en la persona de su secretario de gobierno, que junto con Fernando Gómez Mont fueron, a falta de notario, testigos (de honor, según ellos mismos), es decir, fedatarios de la celebración del pretendido acto jurídico.
¿A qué se obligaron las partes y a qué obligaron a sus partidos? El PAN a no celebrar alianzas en varias elecciones locales de este año y del próximo, en especial y a este punto es al único al que se refiere el documento en el estado de México; eso es al menos lo que pudimos ver en lo que se publicó en los medios, pero el contrato no es unilateral, es sinalagmático, esto es, que genera obligaciones para las dos partes, y en efecto, a cambio de que el PAN no celebrara alianzas, lo que beneficiaría al tercero Peña Nieto, el PRI se debió obligar por su parte a algo, a una acción o a una omisión; en este tipo de acuerdos nada es gratuito. En efecto, su obligación consistió en lograr que el paquete económico del Presidente, al que ahora en su pleito ellos mismos denominaron espurio, saliera adelante con todo y su incremento en impuestos para los más pobres que son también los causantes cautivos.
La obligación priísta era inminente, se subdividía en dos; en primer lugar había que cuidar que hubiera quórum en ambas cámaras cuando se votara el paquete, y luego, en segundo lugar, aportar los votos necesarios para que los aumentos fiscales fueran aprobados; cumplieron, con reticencia y repugnancia, no por lo que estaban haciendo, sino porque la opinión pública los estaba observando y reprochando. Salió lo más grueso de la propuesta que ya está en vigor, pesando sobre los contribuyentes.
Después, Acción Nacional, en varios estados, entre ellos Oaxaca, celebró alianzas; los priístas le reclamaron, el testigo de honor
renunció al blanquiazul al ver que sus compañeros de partido no habían respetado su palabra empeñada y se preparaban a pasar también por encima del compromiso escrito. Durante unos días sus mismos autores negaron el acuerdo; finalmente, ambas partes lo reconocieron y se atribuyeron mutuamente el incumplimiento.
El licenciado Nava aduce que el PRI no cumplió a cabalidad; ciertamente querían más impuestos de los aprobados, pero, además, que los priístas cargaran con el desprestigio del aumento. Éstos, por su parte, viejos lobos de mar, habían logrado que aparecieran sólo los panistas y no ellos como los autores del paquete impopular.
Total, estos políticos marrulleros, unos y otros, se quisieron pasar de listos olvidando el viejo refrán de que dos aleznas no se pinchan y lo único que lograron fue exhibir su juego y demostrar nuevamente, por sí alguien lo había olvidado, que ambos partidos de derecha, que se pelean y reconcilian en forma intermitente, lo único que buscan es más espacios de poder y, como se dice en conocido postulado cínico: que no nos den, que nos pongan donde hay
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Respecto del PAN es necesario recordar que volvió a tropezar con la misma piedra: como hace 22 o 23 años, con la llamada carta intención
Salinas los embaucó en la reforma política que a él le interesaba, hoy, caen nuevamente en el garlito con este convenio, con testigos y todo, les toman el pelo nuevamente y entonces, encaprichados, buscan venganza y se sienten autorizados por el incumplimiento de su contraparte a buscar las alianzas que habían ofrecido no celebrar, dejando como secuela la desconfianza de quienes ahora son sus nuevos socios, que deben ver preocupados, cómo tan fácilmente se rompen los compromisos.
Finalmente, hay que agregar otro dato técnico: para que un contrato sea válido, debe tener un objeto lícito, y negociar ventajas electorales a cambio de alza de impuestos no puede ser lícito ni desde el punto de vista jurídico ni desde el punto de vista ético.