La leyenda viva Riccardo Muti dirige Attila, ópera temprana de Giuseppe Verdi
Fuera de serie, el rendimiento vocal de los solistas lo encabezó la soprano Violeta Urmana
La siguiente temporada del Met incluye la Tetralogía, de Wagner, a cargo de Robert Lepage
Sábado 20 de marzo de 2010, p. 3
Nueva York, 19 de marzo. El tenor mexicano Ramón Vargas obtuvo un nuevo triunfo internacional con su participación en la puesta en escena de Attila, ópera temprana de Giuseppe Verdi, bajo la dirección de la leyenda viva que es Riccardo Muti, en una producción de estreno en la Metropolitan Opera House (Met).
En el equipo creativo figuraron el director de la Ópera de Holanda, el libanés Pierre Audi, además de la diseñadora de moda Miuccia Prada y las eminencias Jacques Herzog y Pierre de Meuron, de la prestigiada firma suiza de arquitectos Herzog and Meuron.
La ovación brindada a Ramón Vargas superó a la que obtuvo el protagonista, el bajo ruso Ildar Abdrazakov, pero no a la extraordinaria soprano lituana Violeta Urmana.
En manos de Riccardo Mutti, experto en Verdi, Attila sonó como la obra de un maestro consumado, una obra maestra en lugar de la ópera menor como la tienen considerada los operópatas (operópata, dícese de quienes escuchan la ópera con las patas, según definió el maestro Juan Ibáñez) y el rendimiento vocal de los solistas fuera de serie, dada también la labor de equipo entre los protagonistas.
La noche anterior, Riccardo Mutti dirigió en el teatro adjunto al Met, la sede de la Filarmónica de Nueva York en el Lincoln Center con un programa a localidades agotadas: el Concierto para violín de Beethoven, con el solista Vadim Repin, y la Sinfonía en Re, del belga Cesar Franck.
Dos semanas de Muti en Nueva York, preámbulo a su nuevo puesto como titular de la Sinfónica de Chicago, con la que traerá en unos meses al Carnegie Hall (traducido por los melómanos del lado moridor alegremente como Carne y Frijol) con esa orquesta una versión de concierto de una obra de madurez de Verdi: Otello.
Attila, en tanto, aparece como una obra histórica tentada por temas varios: lo épico, los conflictos morales de los poderosos, la vulnerabilidad sexual de sus personajes, el fresco histórico como paisaje sonoro permanente y en este caso un homenaje a Venecia, fundada en el campo de acción de esta ópera verdiana.
El éxito de Ramón Vargas se fincó en el mismísimo primer acto, en cuyo inicio brindó toda la belleza de su muy personal timbre de tenor en una romanza de fina hechura, desempeño musical que cortó el aliento y desató una salva de aplausos delirantes.
Habría de cantar sus arias, dúos y el cuarteto histórico de esta ópera la soprano Violeta Urmana para hermanar su éxito con el bajo Ildar Abdrazakov.
Espejo trágico de Haití y Chile
El vestuario diseñado por Miuccia Prada por supuesto que fascinó a propios y extraños, no así la falta de imaginación del director escénico que desaprovechó las ideas de los arquitectos Herzog y Meuron en un desplante de trazos de escena sin mayor lucimiento que el de diversos planos…. aplanados.
La escenografía del primer acto fue ampliamente aplaudida por el público del Met: la devastación de un sismo, espejo trágico del Haití y Chile de estos días, espejo del México de 1985 y también de los temblores históricos en Aqquila, Italia, donde se desarrolla ese primer acto.
El segundo acto es una suerte de mural ampliado a partir de un óleo de Gauguin, con diversidad de planos en cuya base reposa el coro, representando al ejército romano en un claro guiño a los guerreros sepultados de terracota chinos. Guiños y rebotes de la historia, en una ópera histórica, épica y esdrújula.
Los montajes monumentales e históricos en la Metropolitan Opera House de Nueva York continúan con esplendor. Ya se anuncian nuevas producciones para la siguiente temporada, con la Tetralogía de Wagner a cargo de Robert Lepage, y producciones de otras eminencias como Peter Sellars, Peter Stein y nuevas luminarias.
Metropolitan Opera House de Nueva York. El esplendor de la magia de la ópera.