Siempre fue feliz con todo lo que hizo
, dijo su hija Alejandra en el Teatro de la Ciudad
Estuvieron presentes Susana de la Garza, su viuda, y el pianista Francisco Núñez, entre otros
Lunes 22 de marzo de 2010, p. a11
Familiares y amigos recordaron sus experiencias con Carlos Montemayor (1947-2010), poeta, luchador político y defensor de los pueblos indígenas, durante el homenaje que organizó este domingo la Secretaría de Cultural del Gobierno del Distrito Federal en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.
Su hija Alejandra Montemayor evocó momentos de su infancia, cuando el autor de Guerra en el paraíso, cerca de la chimenea, le explicaba que antes del fuego todo era oscuridad, pero que no lo viera como algo destructivo, sino como símbolo de vida.
Al recordar estas historias, ahora veo a mi papá como ese elemento: apasionado, aguerrido, visionario, fuerte; siempre en continua transformación, y ahora como una chispa luminosa que vivirá siempre en nosotros y en todas las cosas.
Abundó: Siempre fue feliz con todo lo que hizo: escribiendo, cantando, involucrándose en la poesía indígena o en las luchas sociales, aunque le hicieran pasar corajes
.
El pianista Francisco Núñez, amigo del escritor, señaló que la palabra de Montemayor hizo conciencia. En las lenguas indígenas está depositada la música, y el canto es la sublimación en el tiempo y en el espacio de la poesía
.
El músico recordó que el debut profesional de Montemayor en el mundo de la ópera fue con el libreto en un acto Encuentro en el ocaso, con música de Daniel Catán.
En el homenaje, Núñez acompañó en el piano a la mezzosoprano Encarnación Vázquez, quien interpretó dos poemas del autor mexicano, que hasta ayer sólo se habían presentado en Estados Unidos. El sonido y la palabra reflejan lo que amaba tanto Montemayor: la voz cantada
, explicó el pianista.
A su vez, el escritor Ignacio Solares compartió con el público un pequeño texto que aparecerá en el próximo número de la Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el que destacó la admiración del autor de Parral, Chihuahua, por los tarahumaras, a quienes dedicó el libro Pueblo de estrellas y barrancas.
Es realmente admirable que una comunidad en plena extinción por causa del hombre y la marginalidad sea sostén del mundo, uno de los pilares que le impiden caer al vacío, con toda la fe y el pensamiento mágico que implica. Carlos lo creía, y esa creencia marcaría su postura política y buena parte de su literatura. Suponía que la humanidad empezaría a merecer su nombre el día en que cesara la explotación del hombre por el hombre
, indicó Solares.
También resaltó que Montemayor sentía curiosidad por las voces que aparentamos no entender. Siempre estuvo con quienes padecen la historia
.
El escritor Luis Chumacero comentó que el interés de Montemayor por la literatura, la historia y la música hacía que quien se aproximara a él recibiera la impresión de alguien ensimismado, pero con el paso del tiempo descubrimos a un ser generoso, con sentido del humor y, en no pocas ocasiones, que hacía gala de irreverente. Las conversaciones nos llevaban muchas veces, cuando había que hablar con seriedad, a la historia de México, a sus revoluciones, a temas como la injusticia social y, por supuesto, a la guerrilla y a la represión de los movimientos sociales
.
El poeta Marco Antonio Campos evocó a Montemayor como el hombre que se convirtió en una de nuestras conciencias políticas y que se colocó a ultranza al lado de los perseguidos, de los indígenas, de aquellos que han sufrido la violencia de Estado, de los pobres, a quienes defendió desde las trincheras que pudo
.
Susana de la Garza, viuda del colaborador de La Jornada, Salvador Martínez Della Roca, Miguel Álvarez, Antonio Bravo; Natalio Hernández y la titular de Cultura del gobierno capitalino, Elena Cepeda de León, también estuvieron presentes en el homenaje, titulado Recordando a Carlos Montemayor.
Como parte del acto se presentó un video sobre la vida del escritor.