uando en febrero la administración Obama-Clinton envió al Congreso el proyecto de presupuesto para el año fiscal 2011, la partida del Departamento de Estado destinada a financiar la desestabilización en Cuba sufrió una pequeña disminución respecto a las cifras de años anteriores. Los casi 20 millones de dólares asignados para promover la democracia
en la isla resultan sólo 4.39 por ciento de los 456 que utilizará Estados Unidos para impulsar acciones encubiertas y apuntalar la hegemonía del imperio en América Latina.
Aunque los fondos no incluyen otras fuentes de financiamiento como las que de manera enmascarada son empleadas por otras agencias federales, como la CIA y sus empresas fantasmas, la noticia alborotó a la gusanera que vive de la industria de la contrarrevolución y al grupo de congresistas cubano-estadunidenses que sirve a sus intereses mafiosos. En particular, al senador demócrata por Nueva Jersey, Robert Menendez, y a los representantes republicanos Lincoln y Mario Díaz Balart e Ileana Ros Lehtinen (La loba feroz), todos con una larga estela de corrupción a cuestas e involucrados en el golpe de Estado cívico-militar en Honduras, como parte de una red ultraderechista manejada desde los sótanos de la Casa Blanca por los viejos halcones Otto Reich, Roger Noriega y John Dimitri Negroponte, actual asesor de Hillary Clinton en el Departamento de Estado.
Pese al interés de la Casa Blanca por no aparecer vinculada a los golpistas, y en momentos en que sectores ultraconservadores se fortalecen ante la débil y sinuosa administración Obama-Clinton, surgen cada vez más datos sobre el papel legitimador que jugaron grupos de la contrarrevolución cubana de Miami para respaldar financieramente al presidente interino
Roberto Micheletti y entronizar después a Porfirio Lobo en unas elecciones bajo estado de sitio.
En esa coyuntura, los congresistas Ileana Ros, Bob Menendez y Lincoln Díaz Balart trabajaron de manera ardua para que sectores del Capitolio recibieran enviados de los golpistas y les dieran su reconocimiento. De hecho, se creó en Miami un denominado Comité de Apoyo a la Democracia en Honduras, que sirvió de pantalla para encubrir los fondos utilizados para blindar la campaña de Porfirio Lobo desde Estados Unidos, y para que un grupo de contrarrevolucionarios anticubanos viajaran a Honduras como observadores
de los comicios.
Según denunció en su momento The New York Times, la campaña de cabildeo en Washington en favor del gobierno de facto costó unos 400 mil dólares en gastos de relaciones públicas, y se plantea que antes de las elecciones se enviaron a Porfirio Lobo alrededor de 100 mil dólares aportados por Bob Menendez, uno de los fieles representantes de la mafia cubano-estadunidense en el Capitolio, quien acaba de ser encontrado con las manos en la masa, al revelarse que en julio del año pasado intervino ante el Banco de la Reserva Federal en favor de una institución bancaria al borde de la quiebra, cuyos directivos contribuyeron a su fondo de campaña al Senado.
De acuerdo con The Wall Street Journal, Menendez presionó al presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, para que aprobara la venta de First Bank Americano al JJR Bank Holding Co de Brick, Nueva Jersey. Bernanke no siguió la recomendación y el banco quebró. Ex alcalde mafioso de Union City de 1986 hasta su elección como senador en 1992, Menendez convirtió esa ciudad en un paraíso del juego ilegal, de la extorsión, del fraude y la prostitución. En octubre del año pasado, furioso por el concierto de Juanes en La Habana, intentó usar de rehén la reforma de salud de Obama para chantajear políticamente al Presidente.
Según un reporte de Public Campaign –organización que busca reducir los grupos de interés en la política estadunidense–, como presidente de U.S. Cuba Democracy Public Action Committee (PAC), un grupo de lobby anticubano, Menendez fue uno de los legisladores que más donaciones recibieron. La investigación revela que el mayor receptor de fondos de los acaudalados clanes familiares de cubano-estadunidenses de la Florida –que aspiran convertir Honduras en un enclave para sabotear los procesos de Venezuela, Cuba y Nicaragua y los demás países de la Alianza Alternativa Bolivariana (Alba)– fue el representante republicano Lincoln Díaz Balart, quien desde 2004 ha recibido más de 366 mil dólares. Otros tres grandes beneficiarios del dinero de los donantes de línea dura fueron su hermano Mario, Ileana Ros y John McCain, candidato republicano a la presidencia en 2008.
Cargado de deudas y con serios problemas económicos, Lincoln Díaz Balart, sobre quien pesan serias acusaciones de corrupción ligadas con las empresas Locust USA, Mark Two Engineering, Hanger Orthopedic Group y Bacardí, anunció en febrero último que abandonará su puesto en la cámara baja del Congreso en enero de 2011, para dedicarse a los negocios privados.
Hijo de quien fuera viceministro del Interior de la dictadura de Fulgencio Batista, el cachorro Díaz Balart ha manifestado su intención de explotar su pedigrí mesiánico, el capital simbólico y el pasado terrorista de la organización contrarrevolucionaria La Rosa Blanca, fundada por su padre, de cara a una hipotética Cuba post Castro. Su puesta en escena exhibe su aspiración de convertirse en el Hamid Karzai (el obediente y corrupto presidente afgano) de Cuba, ante un eventual cambio de sistema de factura estadunidense en la isla.
Como colofón cabe apuntar que uno de los compromisos contraídos por Porfirio Lobo con la mafia cubano-estadunidense y sus congresistas asociados fue la salida de Honduras del Alba y Petrocaribe, en colusión con el abogado de Bill Clinton y amigo cercano de Hillary, Lanny Davis, el lobbysta que logró blanquear al actual gobierno de facto.