o había entrado aún el sencillo ataúd de madera con los restos de Higinio Muñoz cuando la multitud que abarrotó el auditorio Barajas comenzó a ovacionarlo. Cada uno de los asistentes aplaudía con la sonoridad y el ritmo que le venía en gana, hasta que, poco a poco, las distintas manos se sincronizaron en tributo al muerto. El palmoteo se extendió a lo largo de casi cinco minutos.
Nada estaba realmente organizado en el homenaje que se le brindó en la Facultad de Ciencias de la UNAM al fallecido dirigente revolucionario, pero los acontecimientos se sucedieron como si se ajustaran a un estricto orden del día. Momentos antes habían sonado los acordes de La Internacional, que sólo unos cuantos de los asistentes entonaron. Las improvisadas guardias de honor frente al féretro se realizaron una tras otra. Cada una de ella terminó coreando ¡Goyas! y exigiendo una universidad pública y gratuita. Habló quien quiso y dijo lo que le dio la gana. En la improvisada asamblea mortuoria no hicieron falta mociones, el consenso fue absoluto.
Los asistentes formaban una variopinta multitud de camaradas, colegas, compañeros, familiares, amigos y adversarios políticos, difícil de converger en condiciones normales. Asistieron miembros de casi todo el espectro político de izquierda: desde la megaultra hasta el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Incluso, los más acérrimos detractores de Higinio se dieron cita para despedirlo con tristeza. Era respetado y reconocido por todas las corrientes, debido a su coherencia, honradez, liderazgo y su compromiso con la educación pública y las causas populares. No tenía cola que le pisaran, no hacía cochupos.
Higinio Muñoz nació el 11 de enero de 1967 en el pueblo de Tenango del Valle, municipio de Azoyú, en el estado de Guerrero. Al morir tenía 43 años. Estudió primaria, secundaria y preparatoria en la Costa Chica y Acapulco, Guerrero, y más tarde en el Colegio de Ciencias y Humanidades y la UNAM, donde cursó la carrera de física. Siempre fue un excelente estudiante. Fue consejero universitario por la Facultad de Ciencias.
Higinio fue un destacado dirigente estudiantil. Participó en la organización y la conducción de las huelgas en contra del incremento a las cuotas de la UNAM en los años de 1986-87 y 1999. Fue uno de los escasos oradores al que los delegados al Consejo General de Huelga escuchaban en absoluto silencio cuando tomaba la palabra. La ultraizquierda lo acusaba de moderado y los reformistas lo tachaban de radical. Su balance autocrítico sobre el paro estudiantil de 1999 es una de las reflexiones más profundas y esclarecedoras que se han hecho sobre el movimiento. Por su participación en esa lucha fue detenido y permaneció 40 días en la cárcel.
Hijo de campesinos, delgado, moreno, de gafas, Higinio hizo de la modestia un estilo de vida. A pesar de la relevancia que tuvo en el movimiento estudiantil, vivió con humildad. Organizador social talentoso y eficaz, infundía ánimo y confianza en jóvenes, trabajadores y campesinos en lucha, al tiempo que elaboraba análisis políticos sólidos y esclarecedores. Siempre se dio tiempo para preguntar a los demás su opinión y, por supuesto, para escuchar lo que tenían que decir. Ponderado, nunca se permitió tomar decisiones en un asalto de coraje.
A diferencia de la mayoría de los dirigentes estudiantiles que participaron en la huelga universitaria de 1986-87, y que se integraron mayoritariamente a la política institucional a través del PRD, de los puestos parlamentarios y de la administración pública, él se dedicó a hacer política de izquierda desde abajo y con los movimientos populares.
Higinio buscó dar una salida organizativa a una generación marcada por el desencanto, el descreimiento, la precariedad y la falta de horizontes. Una generación que ha vivido interrumpidamente crisis económicas, devaluaciones y la falta de expectativas de movilidad social. Una generación para la que el socialismo y la política popular significan poco. La UNAM en la que Muñoz trabajó no fue ya la universidad que sirvió de crisol a estudiantes de diversas clases y geografías, no, al menos, como fue en el periodo que va de 1950 a 1990.
Defensor de los estudiantes rechazados en las universidades e institutos educativos públicos, fundó en 1996 el Comité Estudiantil Metropolitano (CEM) y desempeñó un papel fundamental en la organización del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior. A lo largo de 14 años fue promotor y educador de los cursos gratuitos de preparación para el ingreso a la educación media superior y superior de la zona metropolitana, lo que permitió que miles de jóvenes pudieran ingresar a diversas instituciones.
Participó activamente en la fundación de la Convención Nacional Estudiantil, dedicada a brindar apoyo a la causa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Fue miembro de la comisión organizadora de la Convención Nacional Democrática de 1994. En noviembre de 2009 trabajó activamente en la promoción de un concierto masivo en apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas. Fue el integrante más joven del grupo Paz con Democracia. Impulsó el trabajo de la Caravana Estudiantil Ricardo Zavala, proyecto de extensionismo estudiantil de apoyo a comunidades indígenas y campesinas de Guerrero.
Ricardo Zavala fue un joven estudiante de sociología de la UNAM involucrado en trabajos de alfabetización en la Costa Chica. Murió el 6 de junio de 1998, cuando el Ejército Mexicano atacó una asamblea indígena pacífica en El Charco, so pretexto de que era una reunión del ERPI
. Durante los últimos tres años, la caravana ha acompañado el proyecto de la Policía Comunitaria en la entidad. En la Montaña de Guerrero Higinió colaboró con varias comunidades en la redacción de la carta de los derechos de las mujeres.
Gustavo Adolfo Bécquer escribió: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
No es ése el caso del difunto Higinio Muñoz, según mostró la ceremonia de despedida que se le brindó en la UNAM.