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Un año de influenza: la respuesta mundial
E

l primer caso confirmado en México de influenza A/H1N1 se registró oficialmente el 11 de marzo de 2009. Ha transcurrido un año desde que aparecieron los primeros datos de la que luego sería considerada la primera pandemia del siglo XXI. Aunque todavía pueden ocurrir cosas inesperadas, un año es tiempo razonable para evaluar las principales características de esta enfermedad y la respuesta que se ha dado ante ella.

En nuestro país han ocurrido muchas cosas relacionadas con la influenza A/H1N1, que los mexicanos hemos vivido con gran intensidad; desde el pánico y la ansiedad de los primeros días hasta la negación de la importancia de este mal, pasando por las dudas sobre las medidas adoptadas para enfrentarlo y sus consecuencias en los campos de la salud, la ciencia, la economía y la política. Yo me voy a referir por ahora a un aspecto más general, que tiene que ver con las capacidades mundiales para enfrentar una amenaza sanitaria.

La aparición de un agente nuevo o una enfermedad emergente en un país o en una región es un tema de la mayor importancia a escala global. Es un riesgo que obliga a la intervención de los sistemas sanitarios de todo el mundo, pues representa una amenaza, no sólo para la nación o la zona donde primero se presenta, sino para todos los seres humanos. La aparición de un nuevo virus se convierte así en una pregunta sobre las capacidades mundiales para entenderlo y hacerle frente.

La pandemia de influenza de 1918-1919 en Europa y otras regiones había mostrado su capacidad devastadora al cobrar un número de víctimas mortales que se estima entre 20 y 100 millones de personas. En ese entonces no se sabía siquiera lo que era un virus. Casi un siglo después el mundo es muy distinto...

Para el 17 de abril de 2009 el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) y el departamento de salud pública de California habían identificado al nuevo agente. El 23 de ese mismo mes México recibió el resultado de sus muestras enviadas a laboratorios de Canadá, que indicaban que el virus presente en ellas era genéticamente similar al de California. Más allá de las asimetrías en los recursos científicos que muestra este episodio, se ilustra la capacidad en algunas naciones para la identificación de nuevos agentes infecciosos, así como la aparición de formas de colaboración internacional.

A partir de ese momento surgieron bancos de información que concentran en tiempo real los reportes provenientes de todas las regiones del mundo, con los datos de la estructura genética del virus A/H1N1, lo que ha permitido estudiar y conocer sus orígenes, comportamiento y su capacidad mutagénica. Se trata de un virus rigurosamente vigilado. En lo que va del año la investigación sobre este tema ha dado lugar a más de 5 mil trabajos científicos, lo que muestra el vigoroso papel que actualmente desempeña la ciencia en las estrategias para entender y enfrentar nuevas patologías.

La pandemia de 1918, y los episodios a finales de los años 60 del siglo pasado, así como la amenaza de la influenza aviar, obligaban a estar preparados. El mundo esperaba una pandemia de influenza. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido la encargada de concentrar la información, así como de hacer las recomendaciones sobre las medidas que deben tomarse conforme a protocolos estandarizados acordados previamente. Así, el 11 de junio, tres meses después de la confirmación de los primeros casos, se declaró la fase VI. Aunque ha sido objeto de cuestionamientos –lo que muestra la actitud vigilante y crítica del mundo–, el sistema global de salud mostró que estaba funcionando.

En menos de seis meses se pudo contar con una vacuna específica para la prevención del A/H1N1. Esto fue posible gracias a que se contaba con la capacidad instalada en algunos laboratorios para la creación de biológicos contra la influenza estacional. Algunas naciones tuvieron la capacidad de crear sus propias vacunas. La susceptibilidad del virus a agentes antivirales conocidos también constituyó inicialmente una buena noticia. Sin embargo, la prevención y el tratamiento mostraron que en este siglo la salud mundial depende de las decisiones de compañías farmacéuticas trasnacionales, cuyos intereses distan mucho de ser altruistas, lo que crea serios riesgos para la salud de los habitantes de las naciones más pobres del planeta.

Las condiciones del mundo para enfrentar una pandemia de influenza son muy diferentes a las que había en 1918. El virus A/H1N1 ha resultado un experimento muy útil a escala global para conocer nuestras capacidades como especie para enfrentar ésta y otras calamidades futuras. Nos permite conocer también nuestras insuficiencias y errores, que, pese a los innegables avances en el terreno científico, todavía son muchos.