Sábado 27 de marzo de 2010, p. a20
La nueva obra maestra de Tim Burton, el filme Alice in Wonderland, fiel al texto original de Lewis Carroll, así como coherente con el potente universo estilístico de este artista de culto, actualiza el fascinante tema de la música en el cine.
(Tema por cierto en el que es maestro de maestros Juan Arturo Brennan, crítico musical de La Jornada y quien ofrece un curso, titulado precisamente La música en el cine, los miércoles en la Fonoteca Nacional, con entrada libre. Ya ocurrió la primera sesión y la segunda será al terminar la así llamada Semana Santa)
Existen dos cidís que confunden a un sector del público: Alice in Wonderland: Music by Danny Elfman, el uno, y el otro: Almost Alice, con subtítulo kilométrico: Imaginative compositions brought to life by the fantastical world of Alice in Wonderland.
La confusión radica en que muchos se refieren a los dos discos como “el soundtrack” de la película, cuando en realidad es solamente el primero el que merece tal calificación; el segundo es honesto desde su subtítulo, y obedece a la estrategia de marketing, redondeada en el ambiguo término de inspired by.
Danny Elfman, mancuerna con Tim Burton en 11 filmes timburtianos, es el auténtico autor del soundtrack, en este caso una partitura espléndida que amerita análisis a detalle.
Avril Lavigne es la autora de una brillante canción, titulada Alice, que se escucha como parte de la banda sonora al final del filme, durante la ilación de créditos y es la única pieza del otro disco, Almost Alice, que puede merecer la categoría de soundtrack; el resto de este interesante disco son otros 18 tracks de vario linaje donde artistas disímbolos viajan en círculos concéntricos con igual número de piezas inspiradas en
el texto glorioso de Lewis Carroll, y no necesariamente en la película.
Ambos discos comparten espacio en los estantes de novedades discográficas donde, milagros de la mercadería en la compra de cada uno de ellos uno recibe una fabulosa T-Shirt con la sonrisa del gato de Chesire y una frase de Carroll.
Así como la película en tercera dimensión, pantalla chonchimegagigante, sonido chipocludo y versión subtitulada, es una verdadera maravilla, la música que escribió Danny Elfman para su colega Tim Burton es una sorpresa en cuanto funciona como partitura separada de la imagen, prueba de fuego para mucha música de cine que naufraga entre fotogramas y moviolas posmodernas en cuanto la editan por separado, en cidí de puro audio.
A diferencia de, por ejemplo, Mars Attacks!, donde Elfman recurrió a entrecortes y apartados fascinantes como el desternillante numerito de Tom Jones, en Alice se somete a un tour de force extraordinario.
El resultado se disfruta durante la proyección del filme y si se escucha como audio solo, sin la imagen, resulta una construcción sinfónico-coral de fina factura, tejido de abalorios, sorprendentes giros, cambios de tono, multiplicidad de planos que rebasan el mero trabajo de escritorio, moviola (o su equivalente), laboratorio de grabación, sesiones con orquesta y coros.
Más cercano, eso sí, a Corpse Bride, ese páramo alucinatorio de Tim Burton donde también escribió la música Danny Elfman, igualmente como lo hizo en El joven manos de tijera, Beetlejuice y Batman y su secuela (que no es lo mismo que Batman y su secuelita: La Abuelita de Batman).
El disco con la música de Danny Elfman se inicia con el tema Alice, cantado y contado por gran orquesta y coro donde sobresalen las voces infantiles, con un texto que comparte ligereza con el mundo del pop, pero que mantiene la hondura de las ideas de Lewis Carroll, por ejemplo:
How can you know this way not that?/ you choose the door you choose the path/ Perhaps you should be coming back/ Another day, another day/ And nothing is quite what it seems/ ... Oh, how will you find your way?
Exquisitez en los matices: para iniciar, el encabalgamiento rítmico que caracteriza la música británica para filmes (un procedimiento similar realizó el maestro Philippe Sarde para el filme Tess, de Roman Polanski), se entrelaza con el clímax inicial, y abre ese primer guiño una compuerta de géiseres donde los hallazgos no cesarán.
Por ejemplo, en el track 3 los pizzicatti juegan con el arpa, cristalina en precipicio de violines hipermelódicos que cruzan el pantano sin mancharse: no edulcoran sino encantan. Y así hallaremos, compases adelante, scherzi brucknerianos, metales wagnerianos, galopes multitudinarios a toda orquesta, guiños a Michael Nyman (evidente el sopranino casi al final, como en el filme de Peter Greenaway: El cocinero, el ladrón, su esposa y el amante de ésta, cantando el Miserere, en guiño espléndido a cargo de Elfman) y toda una imaginería de compositor en grande. Mucho más allá del mero recurso manido de la célula motívica y sus variaciones. Verdaderas motivaciones más allá del mero leitmotiv. Arquitectura sónica a la altura del genio de Tim Burton.
En tanto, el cidí Almost Alice, cuyo título viene de una frase que pronuncia La Oruga (¿te vas a morir ya?, le pregunta Alice. Transform, responde La Oruga, cuasi budista), es una colección de 19 tracks con igual número de grupos y artistas, que incluyen al mismísimo Robert Smith, el jefe de The Cure, en un viaje variopinto y formidable por el país que más brilla, el universo mágico de la música.
A las varias lecturas trascendentales del texto de Lewis Carrol (Cortázar en las letras, Lindsay Kemp en la danza, et al), la obra maestra de Tim Burton obtiene cabal carta de ciudadanía en Wonderland.
Alice, Dalis, la oruga y la mariposa.