ltimos poetas de la revuelta musical urbana. El hip hop surge en las comunidades marginales de Nueva York a finales de los años 60 como una expresión más de la lucha por los derechos civiles de las minorías negras y latinas, y también como una alternativa a la música disco.
La aclimatación de ese ritmo y sus variaciones raperas se da en Cuba, en 1995, con los iniciadores indiscutibles, Los reyes de la calle, y muy pronto se incorpora al fenómeno novedoso la música de tambores, rumba y guaguancó, sonoridades de la calle, ajetreo de guaguas y colectivos, alusiones apenas veladas a la santería y a la tradición africana, además de un comentario social –barullo verbal entrecortado– que refleja las carencias y penurias del llamado periodo especial, crisis económica mayúscula que vive la isla luego del derrumbe del modelo soviético.
Luciano Larobina, documentalista argentino, radicado en México (Los zapatos de Zapata, 2000), elabora en Havanyork una crónica notable de las correspondencias musicales recientes entre La Habana y Nueva York, y de la evolución y decadencia del hip hop, ritmo novedoso que en tres décadas abandonó parcialmente su impulso inicial contestatario para comercializarse y volverse, con el gangsta rap, un tramposo elogio de la violencia urbana, las drogas, los mass media y la sociedad de consumo.
Una tarea de corporaciones y gobiernos: comercializar los viejos ritmos de la revuelta, la provocación polí- tica de algunos textos raperos, la carga subversiva y el potencial dislocamiento de la moral en turno. Controlar la provocación volviéndola retórica hueca e inofensiva.
Lo que Larobina hace en su documental es recuperar las voces de quienes hoy representan lo mejor del hip hop latino, los herederos de Zulu Nation y Afrika Bambaataa, los Fantásticos Aleems y el formidable grupo cubano Yoruba Andabo, con sus combinaciones de rap y rumba, The last poets, y los maestros de ceremonias y DJ’s que en Nueva York y en La Habana comparten la convicción de que toda música tiene un plan, un propósito superior (cultural, político, místico) que trasciende las fronteras y las diferencias ideológicas.
Veamos y escuchemos en Havanyork a estupendos raperos de ambas ciudades, a Insurrecto, Araña MC, Amaury, DJ, Tony Tome, Cold Crush Brothers, y a los guitarristas acompañantes del legendario Jimmy Hendrix. En escenas delirantes asistamos a la inventiva de cubanos que transforman en instrumento musical, con golpeteo sincronizado, todo lo que tocan, la tierra que pisan, la ropa que visten, las cajas de cartón a su alcance, todo lo que alguna vez llegó a sustituir al tambor demonizado, hasta alguna vieja máquina de escribir donde teclas, palanca, rodillo y armazón participan de la orgía de ritmos
del hip hop caribeño.
Las carencias de la isla imponen las modalidades: el tambor remplaza al sampler americano, y a falta de tornamesas y amplificadores se hace scratching donde y como se puede. Sal de los barrancones, Negro, que te estoy llamando
.
A su vez los músicos afroamericanos sueñan en un Nueva York tapizado de grafitis con los ritmos primigenios de la isla, anhelan visitar La Habana seis horas, un día, seis días, cualquier tiempo para captar los ritmos de la calle.
A falta de tambores físicos, alegan tener un tambor mental que los comunica con el viejo verbo africano, intacto en Cuba. Un puente cultural, en suma, que remite a otro documental sobre una ciudad, sus ritmos de hip hop y sus tradiciones locales de cara a Occidente, realizado por el alemán de origen turco Fatih Akin, Cruzando el puente, sonidos de Estambul (2005). (disponible en dvd, Tarántula Films, Colección FICCO).
El documental de Larobina, con fotografía de Emiliano Villanueva, edita sus imágenes emulando los ritmos acelerados y entrecortados del hip hop, desde sus vistas del malecón de la Habana hasta los pasillos del metro neoyorkino, ensayando un novedoso scratching visual con avances, retrocesos, saltos y trepidaciones, que es un modo más de ilustrar lo que la experiencia musical cubana acomete. El procedimiento, un tanto reiterativo, no naufraga sin embargo en la estética videoclipera.
En el terreno del documental mexicano la cinta destaca por el rigor, estructura y novedad de su crónica entusiasta. Mención especial del jurado en el pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara.
En el marco de Cinema global, del Festival de México, Havanyork se exhibe hoy a las 16 horas en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. También se proyectan, a las 12.30, la cinta guatemalteca Gasolina (Julio Hernández Cordón, 2008), y a las 18.30, Perpetuum Mobile, de Nicolás Pereda, cinta de ficción ganadora en Guadalajara, de la que se hablará oportunamente.