El don de la vida es el título de la nueva novela del narrador, publicada por Alfaguara
La vejez es el gran tema de la literatura, sostiene Fernando Vallejo
Quizás escriba otro libro, pero será para contar lo único que ahora me interesa: mi muerte
El tiempo es este efímero momento presente, el pasado ya pasó y el futuro todavía no existe, dice
Martes 13 de abril de 2010, p. 7
Madrid, 12 de abril. Por tercera vez en su narrativa, Fernando Vallejo intenta una maroma literaria
compleja y profunda: escribir en primera persona su propia e inminente muerte, el balance de su desastre
.
El don de la vida (Editorial Alfaguara) es la nueva novela de este escritor de culto, convertido en una de las voces más singulares y atractivas de las letras hispanoamericanas, tanto por su ironía rotunda e implacable como por su riqueza literaria e idiomática.
Vallejo habla sin tapujos de sus obsesiones y manías, ya sea la Iglesia católica, esa gran empresa criminal de la barbarie
, como de su esencia más íntima y de la humanidad, la búsqueda del amor
.
El nuevo libro, como todas las novelas de Vallejo, está escrito en primera persona, pero es sobre todo un profuso diálogo entre dos compadres
que se reúnen en la banca de un céntrico parque de Medellín, ciudad donde nació el narrador en 1942.
Desde Bogotá, Fernando Vallejo presentó hace unos días El don de la vida mediante una videoconferencia, en la que explicó que en efecto éste es el tercer libro en que intenta narrar su propia muerte, después de Entre fantasmas y La rambla paralela.
Este libro lo escribió oyendo a José Alfredo Jiménez, a Leo Marini y a Daniel Santos. “El don de la vida es un título irónico, porque la vida es una desgracia. Una carga.
“He empezado a escribirlo varias veces y no he podido. Es un libro sobre la vejez, el gran tema de la literatura porque lo abarca todo. Así que es mi despedida.
“La verdad es que ya llevo escritos tres libros sobre mi muerte, tratando de decir yo me morí en primera persona.
“Tratando de hacer esa maroma literaria, de resolver un problema que me plantea mi obstinación, que soy yo en mi novela, de hablar en nombre propio, con mi voz, con mi lenguaje, que es el de la lengua española común a todos nosotros.
La lengua literaria vivificada por el habla, que en mi caso es el habla de Colombia. Tal vez escriba otro libro más, pero será para contar lo único que ahora me interesa: mi muerte.
–¿Está usted harto de la vida?
–Es que no estoy muy seguro de que esté muy vivo. Porque uno se muere de a poquito y a lo mejor yo ya estoy medio muerto. Tal vez es la única forma de renovar verdaderamente la literatura. Rulfo puso a hablar a los muertos en Pedro Páramo. Pero aquí en Colombia queremos ir más allá de México: escribimos libros los escritores muertos. Yo estoy medio muerto.
Vallejo reflexiona en el libro sobre el paso del tiempo, la vejez y la muerte, que al final, según él, viene a ser lo mismo. Son términos que el lenguaje separa. Pero la vejez la produce el tiempo y éste conduce irremediablemente hacia la muerte. La filosofía trata a veces de aclarar los términos, ya ven que Heiddeger hizo toda su filosofía en torno al tiempo, y Kant igual, en torno al tiempo y al espacio. Son conceptos que se juntan y que nos parecen muy claros en el lenguaje, pero si meditamos en ello, por ejemplo el tiempo, ¿qué es? No es más que este efímero momento, presente, el pasado ya pasó y el futuro no existe todavía. Este instante fugitivo se nos está yendo. Todo se acaba. Todo pasa
.
Para Vallejo, la vida es una gran desgracia
, que es todavía más insoportable si se piensa en el daño de la Iglesia católica y su cultura criminal
que padece Alzheimer sobre sus propias atrocidades. Es una verdad obvia, evidente. Es de conocimiento común, salvo si queremos cerrar los ojos y borrarla, entonces seguiremos sosteniendo que el cristianismo, y en concreto la gran secta católica, que es la que padecemos nosotros, son una religión y no una empresa criminal
.
–¿El don de la vida es también un libro sobre la condición humana?
–No. Es una burla a muchas cosas y, ante todo, a la muerte. Quería escribir un libro sin malas palabras, sin ira, sin insultos, sin escenas violentas de sexo. Nunca he descrito, en mis otros libros, escenas de sexo. Pero esto es lo que resultó. Nunca he tenido control de los libros, los he escrito como he podido. Y esto es a la aventura y al azar, que es como he vivido.