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SEAN PENN EN HAiTí
Hoy podemos cambiar el destino de Haití

Diálogo, clave para reconstruir la isla: el actor

Urge reubicar a damnificados ante huracanes

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Sean Penn da la bienvenida a la cantante Shakira al campamento de refugiados del Club de Golf Petionville, el domingo pasado en Puerto PríncipeFoto Alfredo Domínguez
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 13 de abril de 2010, p. 2

Puerto Príncipe, Haití, 12 de abril. Para volver a poner de pie este país, para hacer que la masiva asistencia internacional llegue adonde tenga que llegar y rompa ese lentísimo ritmo que puede ser frustrante, enfureceredor, sólo hay que hacer una cosa, en opinión del actor estadunidense Sean Penn: “Simplemente hay que darles las llaves del coche a ellos. Ellos –los haitianos, los damnificados– sabrán qué deben hacer”.

Penn lleva los zapatos enlodados, un walkie-talkie en la mano, la cara quemada por la resolana. Suda. Nada a su alrededor acusa la presencia de una celebridad en el campamento del Club de Golf Petionville, donde se hacinan unos 60 mil damnificados que perdieron todo en el terremoto del 12 de enero. Su presencia es tan normal y cotidiana como la de cualquier boy scout, médico o voluntatario. Usa la misma camiseta azul marino que muchos jóvenes de la ONG que él fundó, la J/P. La J por la mecenas Denise Jenkins y la P por Penn.

El laureado intérprete de Milk y Mystic river, figura que siempre va a contracorriente en el universo del cine y la fama, aterrizó a mediados de enero en esta ciudad, que se había convertido en un escenario del infierno en la tierra. Vino motivado por el resorte de la solidaridad, como otros miles, una semana después del terremoto. Y desde entonces aquí está.

En todo este tiempo sólo he ido dos veces a Estados Unidos; dos semanas, una a Nueva York y otra a California. Desde entonces estoy aquí. ¿Sabe? Los haitianos tienen esa cosa tan especial que te atrapa. Y atrapado está.

Sin reflectores, ya es habitual su asistencia a las reuniones periódicas de los funcionarios de las agencias asistenciales y trabajadores de ONG donde se discuten estrategias y se reportan avances y problemas. Las aportaciones –dicen algunos que lo han oído– suelen ser interesantes y muy estructuradas.

Estos días trabaja frenéticamente en la reubicación de damnificados en riesgo del Club de Golf de Petionville –que se ubican en terrenos de la mismísima embajada de Estados Unidos– hacia los nuevos albergues de Corail, en las afueras de la capital.

Ahí, en plena faena, acepta responder algunas preguntas de La Jornada. Asegura que detrás del fracaso de los intentos de este país por desarrollarse está el fracaso de la asistencia internacional para Haití; detrás de la inestabilidad y la corrupción de muchas de sus administraciones anteriores. Hoy tenemos la oportunidad de cambiar este destino.

La estadía de Sean Penn en Haití no ha sido fugaz, como la de muchas otras estrellas de la farándula. Llegué una semana después del temblor, el 12 de enero. Y desde entonces aquí estoy. Originalmente vine con un grupo muy pequeño de compañeros, con la idea de quedarnos una semana o dos para echar la mano. Unas personas nos habían apoyado con dinero. Así fue como una cosa nos llevó a la otra, y cuando nos dimos cuenta ya nos habíamos involucrado hasta el cuello. Es que es algo que tienen estos haitianos, sabe, que atrapa a uno. Sólo he regresado a Estados Unidos en dos ocasiones, por dos semanas cada vez, una a Washington y otra a California.

–¿Qué es lo que lo motiva tanto, al grado de dejar su vida para volcarse a esta labor?

–En parte, supongo que es este legado que tiene Haití; siempre ha sido objeto de mucha ayuda que simplemente no hace ninguna diferencia. De algún modo siento que si ahora no podemos cambiar esto, que si Haití no logra cambiar su futuro después de este hecho terrible, entonces nada puede cambiar en ningún otro lugar del mundo. Si aquí logramos un punto de inflexión, todos los países podrán beneficiarse del modelo que aquí surja. Y debo decir también que me involucré aquí porque es un sitio accesible. Después de todo, Estados Unidos está apenas a 90 millas (144 kilómetros) de distancia.

Una lentitud que enfurece

–¿Cambiar el curso de las cosas en Haití? ¿Cómo?

–Hay muchas formas de responder a eso. Primero, al hablar de cambios, debemos hablar de lo frustrante que es, hasta el punto de enfurecernos, la enorme cantidad de tiempo que consumen ciertas acciones básicas, como llevar a albergues seguros a la gente que está en campamentos de alto riesgo, como éste, ante la inminencia de la temporada de huracanes. Finalmente alguno de los huracanes del Caribe pega en Haití casi cada año. Pero si esta vez pega aquí, donde estamos parados ahora, habrá tal cantidad de agua que ocurrirá un segundo desastre. En laderas como ésta, en las barrancas y a orillas de los arroyos habrá avalanchas, deslaves, derrumbes, inundaciones.

En ese caso, con tanta gente que vive a la intemperie, la situación sanitaria será simplemente de miedo. Ya hicimos pruebas del suelo y en todos los sitios dio positivo de materia fecal. Esto lleva a diarreas, a niños en riesgo de muerte, ya te imaginas.

El sentido común de los haitianos

“Ante el peligro ha habido una muy buena respuesta; hay un esfuerzo muy vigoroso por reubicar a toda esta gente. Y también ha habido una respuesta muy positiva de la propia gente. Es común oír hablar de la resistencia de los haitianos. Bueno, yo diría que hay que hablar más bien del sentido común de los haitianos, de su sensatez.

Aquí en nuestro campo, por ejemplo, tenemos ya un registro de por lo menos 16 mil personas que empiezan a tener enfermedades crónicas relacionadas con las lluvias y la falta de sanidad. Sólo hay que ver las condiciones del campo. Lo que hay aquí no son propiamente tiendas de campaña, son lonas y plásticos sobre palos, sin piso. Cada que llueve, el agua sucia corre debajo del lugar donde duerme la gente. Un aguacero puede abatir todo el albergue.

–En su experiencia, ¿cómo ha visto la evolución de la organización; cómo ha cambiado, o madurado, la gente que llegó hace dos meses en una situación límite?

–¿Esta gente? En mi opinión, ésta no es una cuestión de si es madura o no. Simplemente es cuestión de que tenga acceso a los mínimos indispensables, a las herramientas necesarias para desarrollarse. Aquí hemos hecho un trabajo de comunicación comunitaria muy intenso. Incluso en los núcleos más duros de resistencia contra la reubicación hemos hecho asambleas. Nuestro argumento ha sido el de la responsabilidad social. Si un grupo se niega a reubicarse, los demás, los que sí quieren trasladarse a sitios más seguros, tampoco se pueden mover. Realmente no es tan complicado lograr consenso. Identificamos a líderes naturales de cada área y hablamos con ellos. Con esta interlocución las cosas se agilizan mucho. El sábado logramos reubicar a 35 familias, llevarlas a tiendas nuevas, más seguras, en menos de 30 horas. Éste es un pueblo muy, muy maduro. Lo único que hay que hacer con ellos es darles las llaves del coche. Ellos sabrán hacia dónde conducir.

–Hemos oído que redes sociales de haitianos se lamentan de que las agencias internacionales y algunas ONG no consideran a las víctimas del terremoto como interlocutoras válidas en la gestión de la emergencia y en la reconstrucción.

–No sé si su pregunta se refiere a una crítica hecha por haitianos o por los medios de comunicación, que lo ponen en boca de los haitianos. Francamente, yo creo que en nuestro campamento, de manera muy genuina, cada paso que hemos dado, cada una de nuestras acciones, ha sido idea de ellos, de la gente que está aquí. Ellos son los que conducen la gestión. Regularmente tenemos reuniones de trabajo con los coordinadores; hay por lo menos 400 representantes designados por ellos mismos. Son líderes naturales, muchos que ya tenían un papel importante en sus comunidades antes del desastre.

Todos compartimos la emergencia

“Los demás sólo ayudamos. Hemos tenido un excelente apoyo de los ingenieros militares de Estados Unidos, de los marines que nos proporcionaron casi toda la maquinaria pesada y de la Comisión Interina de Reconstrucción [la entidad que conducen el presidente René Préval y el ex mandatario estadunidense Bill Clinton]. Aquí las organizaciones tenemos un solo mandato, muy sencillo: todos compartimos una emergencia. No hubo tiempo para pelearnos sobre quién manda aquí, eso ni siquiera estuvo a debate en ningún momento. Qué hacer, cómo hacerlo... ellos nos plantearon preguntas sobre cómo lograrlo, nosotros preparamos paquetes de respuestas sobre cómo ejecutar las obras y cómo financiarlas y lo llevamos a consulta. En estas asambleas con sus representantes vimos lo que ellos querían, lo que nosotros teníamos para ellos, coincidimos en que lo que todos queríamos era simplemente sacar a los niños de una zona de riesgo.

“Claro, hubo gente que objetó: ‘¿cómo, salir de aquí así de repente?’ Pero bastaba con que miraran al cielo, las nubes anunciando tormenta, para que nos dijeran: ‘Ok, vamos a hacerlo’. Concluido ese proceso, en menos de tres días echamos a andar la reubicación. Y en eso estamos ahora mismo.

A estas alturas debo decir que la cantidad de gente que ha aceptado reubicarse y que se ha registrado es mucho mayor que la que esperábamos y la que abarca nuestro mandato original.

–¿Y qué piensa del nuevo campamento en Corail?

–Estuve allí antenoche. También de día. Como parte de los impulsores de la idea de la reubicación, debo decir que tengo la conciencia tranquila. En términos de comodidad, queda mucho por hacer; las condiciones van a mejorar, deben mejorar. No debemos perder de vista que para los damnificados hay otro aspecto que considerar: debe garantizarse un trato igual para todos; hay que asegurar la igualdad en las condiciones con otros campos. De modo que lo que tendrán los albergues de Corail también debe ponerse a disposición de todos los demás campamentos.

“Hasta ahora hemos logrado que este lugar tenga la atención necesaria de las autoridades. Pero lo hacemos sin perder de vista las necesidades de otros lugares de la ciudad y de todo el país. Por eso sabemos que esto lo tenemos que hacer bien. Si sale bien esta experiencia las perspectivas de otras localizaciones, en condiciones similares, deben ser buenas.

“Hemos identificado más campamentos en riesgo. Para aquellos que se registren en los próximos 10 días podremos garantizar la entrega de tiendas de campaña.

Desgraciadamente no tenemos compromisos en firme de que contaremos con tiendas suficientes para cada una de las reubicaciones que necesariamente tendrán que efectuarse. Personalmente creo que todos los que estamos participando en esto debemos aspirar que así sea. Y es algo que sí puede lograrse. Basta con que se liberen los fondos que ya están disponibles y se apliquen directamente a estas necesidades, que están muy definidas de manera muy clara.