Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
¿La Fiesta en Paz?

Duros de entendederas

M

éxico es el país taurino más tonto del mundo porque contando con los elementos para tener una fiesta de toros digna, en lugar de contribuir coordinada y eficazmente al surgimiento de figuras del toreo prefiere importarlas. Con ello algo ganan las empresas pero pierde pasión el espectáculo, cuyo interés se reduce a la presencia ocasional de tres o cuatro extranjeros famosos.

El problema se agrava cuando esos diestros, que ya midieron el nivel de dependencia taurina de México por su deliberada escasez de nombres taquilleros, exigen reses excesivamente terciadas, siendo que en el resto de los países taurinos enfrentan toros con edad y trapío. Pésimos ejemplos recientes son los de El Juli y Sebastián Castella, que lo mismo salen a hombros en Madrid, Valencia o Sevilla que enfrentan becerradas en plazas mexicanas, a ciencia y paciencia de gremios, autoridades, crítica y público.

Se necesita entonces ser un caradura o un retrasado para primero alcahuetear invariablemente el sistema taurino mexicano y después fingir sorpresa ante las consecuencias de esos encubrimientos. Haber frivolizado al máximo la Plaza México con toritos a modo para figuras cómodas, con jueces-empleados al gusto de la empresa y con un coro de críticos falsamente positivos, contribuyó a que en España se perdiera el poco respeto taurino que quedaba por nuestro país.

En reciente transmisión televisiva, los comentaristas Manuel Molés y Emilio Muñoz afirmaron que en América Latina las plazas de Lima y Bogotá son las mejores, porque la México ya decayó. Acá, teofilitos, bernaldos de quirós y otros hierros falsamente prestigiados para los coletas importados que todavía meten gente; allá, toros hechos y derechos, no de la ilusión, para el mexicano triunfador de la pasada temporada grande, que en dos tardes se ha llevado dos cornadas.

Nomás no pueden entender estos taurinos que la fiesta brava de España hoy menos que nunca necesita importar toreros, antes que por proteccionistas por haber desarrollado un espectáculo atractivo y competitivo, con una nutrida plantilla de espadas y de ganaderías con la que ofrece emoción, rivalidad, sello y celo, y con un sistema de licitación periódica de las plazas más importantes que garantiza preservar la tradición tauromáquica de ese país, con unos niveles de profesionalismo que en México perdimos hace décadas. ¿Reciprocidad a cuenta de qué? ¿De la actitud postrada de nuestros taurinos?