los holandeses les tomó mucho tiempo legalizar la eutanasia activa. Imposible decir con exactitud cuántos años pasaron entre las primeras asistencias médicas para procurar una muerte digna y la Ley de Eutanasia vigente desde 2002. Los actos iniciales se llevaban a cabo sotto voce, de ahí la inexactitud en las fechas.
A partir de esa ley los holandeses han debatido acerca de la eutanasia en menores de edad y la han aprobado bajo condiciones muy estrictas; los ejes centrales del debate subrayaron la necesidad de lograr consenso entre padres y médicos, así como la incurabilidad aunada a sufrimientos inútiles y devastadores. Ahora, en 2010, algunos holandeses promueven que a partir de los 70 años se legalice el suicidio para personas sanas que no quieran seguir viviendo. Enlisto nueve posibles argumentos como base para la discusión.
1. La eutanasia activa o la pasiva no incluye entre los candidatos a personas viejas que no de-seen seguir viviendo. La inmensa mayoría de los seniles que buscan morir porque se acabó la vida
carecen de fuerza para suicidarse.
2. En algunos, quizás en la mayoría de los países ricos, la soledad en los viejos es un problema muy serio. Aunque la soledad no es una enfermedad (de cuando en cuando me parece que es una epidemia), para muchas personas la tristeza implícita pesa más que el deseo de vivir. Para muchos viejos olvidados
ésa es una razón (recuérdense las muertes de seniles en Francia y en Italia en época de calor: no hubo quién se acordara de ellos).
3. La vida no es una obligación, es un derecho. Quienes se definen como autónomas tienen la posibilidad de decidir acerca de su propia vida. Esa elección, por no afectar a quienes piensen distinto, debe ser respetada.
4. Muchos viejos –y no viejos– fracasan en su intento de quitarse la vida o lo hacen en forma violenta. Humanizar la muerte debería ser una meta de la sociedad y de la medicina moderna.
5. Aceptar esta práctica podría modificar la situación de los viejos que sufren por abandono o soledad. Quizás algunas personas cercanas a mayores de edad tomarían conciencia de esa situación.
6. Si se legalizase el procedimiento, las personas que coadyuvasen en el acto no serían penalizadas. Además, tendrían que contar con adiestramiento adecuado, lo cual, seguramente, llevaría a buen puerto la acción.
7. La sociedad actual no presta suficiente atención a la idea de la muerte, porque tampoco la confiere a la idea de la vida. Los viejos son el culmen de esos desencuentros. La posibilidad del suicidio asistido en mayores de edad que ya no desean ejercer el oficio de vivir siembra dos discusiones: ¿cuáles son los límites de la vida y cuál es el significado de dignidad? Debatir es necesario y sano.
8. Las personas que apoyen a quien lo solicite lo harán motu proprio. Deberán recibir el entrenamiento adecuado y ser capaces de suministrar la mezcla letal. Lo harán porque están convencidos de la validez del procedimiento. Quienes no concuerden carecen del derecho de interferir.
Ya que las personas que opten por esta ley son sanas tendrán la posibilidad de efectuar el acto cuando quieran, donde lo deseen y acompañados por las personas que ellos elijan.
Quienes escojan esta posibilidad incomodarán profundamente a sus seres cercanos. En algunos casos el acto será una denuncia contra la familia y la sociedad. Repensar el modelo familiar contemporáneo podría ser una de las lecciones de la iniciativa.
Algunos holandeses buscan dar otra lectura a la vida al permitir que las personas mayores de 70 años opten por el suicidio, aunque no tengan enfermedades terminales –cáncer diseminado, ciertas afecciones respiratorias–, o padecimientos neurodegenerativos –enfermedad de Alzheimer o esclerosis lateral amiotrófica– para las cuales no hay cura ni esperanza. La sociedad, incluso en países avanzados como Holanda, suele moverse con más rapidez que la autoridad. De ahí la propuesta.
La nueva iniciativa es muy compleja, más compleja incluso que la de la eutanasia activa. En una se habla de personas sanas y en otra de enfermas. La lista de requisitos para solicitar ayuda con el fin de terminar la vida, en caso de aprobarse la ley, será, sin duda, muy estricta. Las discusiones también serán arduas. La iniciativa per se, se apruebe, o no, recuerda el divorcio que se vive, sobre todo en Occidente, entre las bondades de la tecnología –prolongar la vida–, y las tristezas de la sociedad –prolongar la soledad y alargar el olvido hacia los viejos.
En Occidente son escasos los grupos –los esquimales son un ejemplo– en que los viejos sanos deciden poner fin a su vida cuando consideran que ésta ha llegado a su fin. La nueva postura sobre el suicidio legal a partir de los 70 años en Holanda es un intríngulis con muchas piezas pequeñas. De hecho, es un rompecabezas que produce dolores de cabeza e insomnio. Pasará mucho tiempo antes de que se ensamblen, si acaso se logra, todas las piezas.