istrital, el nuevo festival que propone la promotora cultural Paula Astorga (fundadora del desaparecido Ficco) se presenta como un espacio de difusión del cine mexicano de calidad, el mismo que brilla en los festivales internacionales y que en la cartelera comercial simplemente brilla por su ausencia. Se ha insistido en que las mejores cintas nacionales constituyen apenas un porcentaje mínimo de las 70 producciones anuales que tanto parecen enorgullecernos.
Ese porcentaje llega a cuentagotas hasta el espectador y cuando finalmente lo hace permanece una o dos semanas en cartelera, en virtud de un sistema de exhibición que privilegia sin rodeos la invasión del producto fílmico estadunidense.
En el año reciente se han premiado cintas como Alamar, Norteado, Perpetuum mobile o Presunto culpable, o tantas otras que pacientemente esperan su momento de salida comercial y su pronto ajusticiamiento. Esta semana es el turno de Norteado (reseñada en este espacio el 19 de noviembre pasado). ¿Qué sucede con estas películas? Se programan en la Cineteca Nacional o en la UNAM y luego desaparecen hasta ser recuperadas en un meteórico paso por la cartelera o en su formato de video, sin que el público medio haya podido apreciarlas cabalmente.
Distrital programa 25 películas de este corte y con ello asume el compromiso de volverse un contrapeso cultural más frente al desdén de exhibidores y distribuidoras trasnacionales que han auspiciado primero y decretado después la nula rentabilidad del mejor cine mexicano.
En tanto las autoridades federales no recojan con voluntad política el reclamo central del gremio fílmico –proteger nuestro cine regulando la exhibición de cine hollywoodense y garantizando cuotas justas de tiempo de pantalla para la producción local– habrá que imaginar mil estrategias para difundir adecuadamente el cine nacional reciente.
Sin una exhibición alterna de ese cine, sólo quedaría legitimar el poderoso tráfico de la piratería. Distrital se presenta hoy como una plataforma promisoria para la difusión de títulos como Tijuaneados anónimos, de Ana Paola Rodríguez y José Luis Figueroa, o La cuerda floja, de Nuria Ibáñez Castañeda, o Visa al paraíso, de Lillian Libermann, o Voces del subterráneo, de Boris Goldenblack.
La programación refleja la excelente salud del documental mexicano y los esfuerzos aún desiguales del cine de ficción, apegado a formas narrativas convencionales, incapaz de dar un fuerte salto cualitativo para competir en originalidad y variedad temática con ficciones fílmicas de Chile, Brasil o Argentina.
Pareciera que asistimos a un círculo vicioso, donde la falta de un verdadero apoyo al cine nacional genera narrativas académicas e inofensivas, ansiosas de no tener que naufragar por completo en la marginalidad absoluta. Parece también que los cineastas jóvenes que sí se atreven a explorar un lenguaje diferente se saben de antemano condenados a errar de un festival a otro, llevando a cuestas el reconocimiento ajeno.
Distrital, semana de cine mexicano y otros mundos, ofrece en su programación también los referentes indispensables de ese cine independiente que en otros países de Iberoamérica cuenta con mecanismos de apoyo oficial y difusión más eficientes.
Hay propuestas novedosas, con narrativas radicales, como Los jóvenes muertos, del argentino Leandro Listorti, o reflexiones sociales muy agudas, como Zona sur, la cinta boliviana de Juan Carlos Valdivia, o la producción uruguaya Hiroshima, de Pablo Stoll, realizador, junto con el desaparecido Pablo Rebella, de las aclamadas Whisky y 25 Watts.
Distrital ofrece también, en su sección Otros mundos, 12 películas de autor, entre las que figuran propuestas tan radicales como las de Sharon Lockhart (Lunch break y Exit), Alexander Sokurov (Leyendo el libro del bloqueo) y el tailandés Suwichakornpong (Historia mundana), experiencias minimalistas, ejercicios de contemplación muy a contracorriente de ese frenético desdoblamiento de acciones y clonación de fórmulas y personajes en que se ha convertido el modelo hollywoodense de distracción y entretenimiento.
Lo que se propone aquí es justamente lo contrario: un cine de la concentración, donde la mirada del espectador se transforma en nuevo protagonista con un vastísimo horizonte a su alcance. Distrital tiende en este primer momento un puente entre el cine mexicano y las creaciones audiovisuales de otras latitudes que continuamente lo inspiran y revigorizan. Si el espectador responde al reto de cruzar ese puente venciendo sus inercias y reactivando su entusiasmo cinéfilo, las rutas del pequeño festival sólo podrán ensancharse.
Distrital, del 26 de mayo al 6 de junio. Mayor información sobre programación y sedes: www.distrital.mx