Man on wire, ganadora de un Óscar, registra el acto del artista en las torres del WTC
Lo llevaron a cabo como un crimen, por el elaboradísimo plan anterior
al espectáculo, cuenta James Marsh
Lo hacía para crear algo bello, ajeno al dinero y a la publicidad
, señala el cineasta
Viernes 30 de abril de 2010, p. 8
En 1974, el artista francés Philippe Petit culminó una gran aventura que comenzó muchos años atrás: caminar sobre una cuerda suspendida entre las azoteas de las torres del World Trade Center, en Nueva York. La gente que iba pasando por la calle miraba hacia arriba sin poder creer aquel baile en el aire, a más de 400 metros de altura. Mandaron a la policía a bajarlo. Uno de los agentes lo observaba, absorto por la belleza de lo que presenciaba.
Tienes un hombre que a diario ve un montón de cosas muy feas, desagradables, y sin embargo aún es capaz de reaccionar ante algo bello y asombrarse. Es un policía común y corriente, y que lo describa de forma tan lírica sugiere que el acto de Philippe fue asombroso, porque conmovió a este hombre. Al hacer algo así, de verdad puedes tener un efecto sobre la gente en una forma realmente positiva
, dijo en entrevista James Marsh, director de Man on wire (2008), ganadora del Óscar en 2009 como mejor documental y que hoy se estrena en salas comerciales en la ciudad de México.
Plan criminal
El inglés James Marsh vivió en Nueva York durante muchos años; por tanto, conocía bien la historia del acto de Philippe Petit. Es una de esas historias que escuchas acerca de la ciudad, parte del folclor.
Al adentrarse en lo ocurrido, cuando leyó el libro To reach the clouds (Alcanzar las nubes), escrito por Petit, lo que más le sorprendió fue “el elaboradísimo plan criminal anterior” al baile en el aire. “Tienes una interesante narrativa con todo tipo de contratiempos y gente discutiendo entre sí. Lo llevaron a cabo como un crimen, por tanto, la película podía ser un thriller, así que podía filmarla como si fuera una cinta de atracos o de asaltos de bancos.”
Sí, detrás de esos 45 minutos sobre la cuerda hubo meses de preparación, en los cuales Petit y un puñado de amigos idearon cómo transportarían el material de Francia a Estados Unidos, cómo entrarían a las torres del WTC, cómo colgarían el cable de una azotea a la otra, cómo lo mantendrían lo más fijo posible para que no se balanceara, todo eso antes de pensar siquiera cómo haría Petit para mantener el equilibrio. De hecho, todo comenzó muchos años antes, cuando Petit, fascinado, miró en una revista el anuncio de unas torres que planeaban construir.
En la cinta, la planeación se cuenta con los testimonios de los participantes y una recreación con actores. Hay momentos de humor, a pesar de que siempre está presente que una distracción de fracción de segundo podría costarle la vida al poeta de la cuerda floja
, como lo llama la revista The New Yorker.
La vez que el director conoció a Petit, éste le robó las llaves del bolsillo sin que se diera cuenta. Ya que se despedían se las devolvió. Tiene una especie de paranoia. Todo el tiempo está pensando cómo escapar de donde está, así hace las cosas. Lo han arrestado cientos de veces. Lo acepta como parte de lo que hace. Piensa como criminal
, contó el cineasta. Petit escribió The art of the pickpocket (El arte de robar bolsillos).
–Parece que Petit lo vivió como una gran aventura.
–Es una asombrosa aventura. Como un cuento de hadas, como tener un sueño imposible. Hasta él piensa que es imposible. Sin embargo, lento pero seguro, vencen todos los obstáculos, y algunos son bastante milagrosos.
–Cuando la policía lo llevaba detenido los periodistas le preguntaban con insistencia, ¿por qué?
–Es algo que nunca le pregunté. Siempre pensé que la respuesta era obvia y explícita en lo que hacía. En Estados Unidos la pregunta inmediata era: ¿lo haces para publicitar algo?, ¿por dinero? No. Lo hacía para crear algo bello, por sí mismo. Así que no tenía valor ni propósito, debido a que tiene un valor y propósito muy profundos, que nada tienen que ver con el dinero, las empresas o la publicidad, o hasta el exhibicionismo. Es simplemente para crear un hermoso espectáculo –contó Marsh.
En la cinta, el paseo por la cuerda se ilustra con material fílmico original. Mientras, Petit cuenta que se asomó hacia abajo y jura haber escuchado a la muchedumbre. Mira hacia abajo porque puede hacerlo y porque nunca podrá hacerlo de nuevo. No tiene miedo. Es algo extraordinario: estar en esa situación y no tener miedo. Si tienes miedo no sobrevives, eso es lo que lo hace tan extraordinario. Es capaz de disfrutar algo que para la gran mayoría sería imposible siquiera concebir.
Tuvo su costo. Se aplica de modo obsesivo en algo y, cuando lo logra, sus amistades no sobreviven; es el costo que pagó por ese logro.
Más adelante dijo: La vida real es así: no termina como cuento de hadas, la gente no vive feliz para siempre. Aquellas amistades que fueron tan importantes para los logros también fueron las víctimas
.
Intermediación divina
Petit reside en Nueva York desde hace 30 años y tiene una residencia artística en la catedral de St. John the Divine. Ni el cineasta ni el artista creen en Dios. Hay algo milagroso en lo que hizo, casi literalmente, porque no deberías poder hacer eso y esperar salir vivo de ahí. Y lo hizo.
–Quizá si no se cree en Dios, es hasta más milagroso.
–Sí. Si niegas que haya una intervención sobrenatural, todo depende de ti. Hace que sea más y menos milagroso a la vez.
–¿Describiría lo que hizo como bailar en el aire?
–Me parece que sí. Lo estaba disfrutando. No fue que simplemente cruzara caminando una vez y dijera ya lo hice
. Hizo una presentación, y eso era de lo que se trataba. La presentación involucraba bailar y correr y acostarse sobre el cable. No era sólo una proeza para mostrar que lo podía hacer; era una presentación, como un regalo, y el público no fue invitado, simplemente estaba ahí como parte de su trajín diario esa mañana en Nueva York.
Man on wire (www.manonwire.com) se estrena hoy en Cinemark CNA, Cinépolis (La Cúspide y Perisur) y Cinemanía Loreto.