Confirmó su alternativa en la plaza de Madrid
Miércoles 12 de mayo de 2010, p. 8
Madrid, 11 de mayo. El mexicano Arturo Macías El Cejas fue el único triunfador de la sexta función de la feria de San Isidro, en la que confirmó su alternativa ante un pésimo encierro de Juan Pedro Domecq, a pesar del cual superó con creces a su padrino, Miguel Abellán, y al testigo de la solemne ceremonia, César Jiménez, y si bien no cortó ningún apéndice fue llamado a saludar al tercio y despedido entre vítores entusiastas.
La plaza de Las Ventas registró un lleno total, en una tarde que a despecho de las amenazas del viento y la lluvia de cenizas volcánicas islandesas, ofreció condiciones atmosféricas espléndidas: cielo despejado, sol tibio, banderas quietas. Lo malo, sin embargo, fue la mezcla de debilidad y mansedumbre de las reses, que fueron abucheadas por el público.
Juntaollas, el primero de la tarde
A Macías, vestido de marfil y oro, le tocó el primero de la tarde, Juntaollas, de 561 kilos, castaño oscuro muy bien puesto de pitones, pero manso perdido, que rehuyó los capotes, salió rebrincando de la suerte de varas y buscó las tablas en el tercio final, en el que poniendo el corazón por delante El Cejas pisó terrenos prohibidos y sufrió dos volteretas de las que se levantó entero, pero con una hemorragia en la boca.
Hemorragia de la que el diestro de Aguascalientes cobró revancha al matar de volapié y estoconazo en todo lo alto, ligeramente contrario, para retirarse al burladero en medio de un respetuoso silencio, en reconocimiento al valor con que hizo un quite por gaoneras y un doble péndulo estatuario.
A su segundo, el último de la corrida, llamado Investido, negro zaino de 555 mil gramos y con unos sobrecogedores pitones paliabiertos, que era tal vez el único más o menos potable del encierro, Macías le dibujó unas tímidas pero sentidas verónicas, que remató con una media y una revolera, para cosechar una muy calurosa ovación. Después de la pica, volvió a echarse el capote a la espalda y quitó por saltilleras, muy ceñidas, levantando a la gente de sus incómodos asientos.
Tras brindar a todos, hizo una faena de muleta bajando la mano y templando con sobrado dominio, para descubrir que el rumiante embestía con emoción sólo por la derecha pero avisaba por la izquierda, y cuando El Cejas al fin lo hubo comprendido, el bicho, que había recibido una puya de más, se quedó tieso. Así que Macías volvió a perfilarse para entrar matar y cobró otra estocada de efectos letales, antes de salir de la plaza –por primera vez desde que inició su gira española– caminando sano y salvo, ileso y satisfecho, cobijado por la simpatía de un público que homenajeó su valor y su grandeza guerrera.