annes, 21 de mayo. Todavía hay rumores de escándalo en los últimos días del festival. Según se ha comentado aquí, existía el temor de que la derecha francesa se manifestara contra la proyección de Hors de la loi (Fuera de la ley), de Rachid Bouchareb –en rigor, debería escribirse Rajid Bujareb–, por abordar el movimiento insurgente de Argelia, tema aún incómodo para los locales, a pesar de que el país consiguió su independencia en 1962.
Por eso, todos los asistentes a su estreno fuimos objeto de una inspección digna de aeropuerto, incluido el absurdo decomiso de cualquier botella de agua o líquido sospechoso. Una exageración con cara de golpe publicitario, pues se trata de una película bastante inocua, que acaba por reducir la lucha argelina a un enfrentamiento esquemático entre insurgentes y policías, en el París de mediados de los años 50 del siglo anterior. Bujareb, un realizador muy limitado, filma todas sus acciones de manera irremediablemente plana y nunca sugiere la dimensión épica requerida por el asunto.
No habla bien de Hors de la loi que La batalla de Argel (1966), la obra capital de Gillo Pontecorvo, se vea todavía mucho más polémica y arriesgada. Un miembro del Frente Nacional tendría que ser muy extremista para indignarse ante lo que es, en esencia, una torpe película de gángsters.
La otra concursante de hoy es una de esas películas hechas exclusivamente para verse en un festival, pues sus posibilidades comerciales son nulas. Lung boonmee raluek chat (El tío Boonme puede recordar sus vidas anteriores), es la nueva aportación del auteur más renombrado del cine tailandés, Apichatpong Weerasethakul. (Siempre que conoce a un extranjero, el cineasta pide ser llamado Joe. Así nos referiremos a él para ahorrar espacio y esfuerzo.)
Según lo describe el título, el tío Boonme agoniza de una enfermedad renal y es visitado por el fantasma de su esposa y por su hijo, rencarnado en una especie de yeti con ojos de foquitos rojos, al que llama mono fantasma. La película transcurre en algo que podría interpretarse como la transición animista al más allá, con todo y extraño interludio amoroso entre una princesa y el rey del río, transformado en trucha. La película concluye con el regreso parcial a una dimensión terrenal.
Si todo ello suena intrigante, lo es en el mejor de los sentidos gracias al singular estilo de Joe, libre de la menor atadura al cine narrativo convencional. Ver Lung boonmee raluek chat es más bien una experiencia intuitiva, sensorial, lejos de las expectativas normales de una función de cine. Obviamente no sobraron los espectadores que se sintieran movidos a la contemplación budista. El gran teatro Lumière lucía gran cantidad de asientos vacíos al inicio, y muchos más al final de la proyección. Este sí fue un riesgo encomiable de la programación de Cannes.
En esta edición, la competencia ha estado libre de obras maestras de valoración inmediata, pero también de pozos de abyección. Según las estadísticas, la favorita de la crítica fue Another Year, de Mike Leigh. Las menos populares, Chonquing Blues, de Wang Xiaoshuai, y Outrage, de Takeshi Kitano. Así como no ha habido ovaciones estruendosas, tampoco se han dado los abucheos o silbidos en las funciones de prensa.
El único que se ha expresado fuera de la norma ha sido un gato que, tras sortear las medidas de seguridad, logró esconderse en algún recoveco de la sala Lumière, para maullar de manera desoladora en un par de funciones. Lo volvió a hacer durante la película tailandesa, pero el maullido se integró de manera natural a una banda sonora pródiga en ruidos de la fauna selvática.