Tres museos de la ciudad italiana dan espacio a la obra del pintor y sus discípulos
De entre un centenar de obras, el plato fuerte de la exposición, que se inaugura hoy, son nueve creaciones realizadas por el artista
Este año se conmemoran cuatro siglos de su muerte
Domingo 23 de mayo de 2010, p. 2
Florencia. Como parte de las conmemoraciones por el cuarto centenario de la muerte de Caravaggio (1571-1610) se inaugura hoy la muestra Caravaggio y los caravaggistas, en curso hasta el 17 de octubre, con sede en la galería de los Uffizi, Palazzo Pitti y Villa Bardini, la última como apéndice que muestra la colección de la Fundación Longhi.
La intención de los curadores Gianni Papi, Antonio Natali, Stefano Casciu y Mina Gregori es subrayar la gran acogida que tuvo el artista y sus seguidores en el coleccionismo del siglo XVII en Florencia, no sólo entre las familias Medici y de Cosme II, en particular, sino también entre diversos nobles citadinos, gracias a los cuales la ciudad tiene hoy, después de Roma, la más grande colección de caravaggistas del mundo.
Es éste el verdadero plato fuerte de la muestra, ya que de un centenar de obras sólo
nueve son del maestro; entre ellas se encuentran Medusa, Baco, Sacrificio de Isaac, Amor dormido y Dentista, así como dos retratos de reciente atribución. La fuerza de la colección es tal que casi la totalidad de las obras son de casa.
Mina Gregori explicó en rueda de prensa el porqué del florecimiento en la ciudad de tal corriente: El interés por la ciencia y la naturaleza nació en Florencia. Caravaggio fue el segundo gran episodio del gusto europeo por el naturalismo; antes de él estuvo Jacopo Ligozzi (1547-1627), célebre en el continente por sus ilustraciones de plantas y animales, un artista de la corte Medici; su obra fue estudiada por Caravaggio
.
La museografía mantiene un fondo vino, es sobria, pero elegante, los cuadros están bien espaciados, huele a nuevo, se terminan los últimos detalles como la colocación de los letreros.
Se empieza por Pitti. En la primera sala están reunidos todos los cuadros de Merisi menos la Medusa, que es el cuadro destinado a abrir la muestra en los Uffizi, después se suceden secciones monográficas dedicadas a extraordinarios artistas, como Artemisia Genticleschi y Orazio, su padre; Manfredi, Caracciolo y extranjeros como Jusepe de Ribera, Honthorst, Valentin de Boulogne y Simon Vouet, entre otros.
El manierismo agonizante de finales de siglo XVI fue renovado en Italia por dos corrientes: la clásica, conformada por Annibale Carracci, y la realista, por Caravaggio. De estas dos corrientes dependerá el destino de la pintura durante todo el siglo posterior. Sobresalientes comisiones papales y de la nobleza atrajeron a artistas italianos y extranjeros, muchos de los cuales fueron deslumbrados por el realismo de Caravaggio, que conocerían a partir de su primera comisión pública en Roma: la vida de San Mateo, en la iglesia de San Luis de los Franceses (1599-1600), que permanece ahí hasta hoy. Luego, el realismo se convirtió en un fenómeno artístico europeo.
Caravaggio en la actualidad
Un reciente estudio publicado por el New York Times anunciaba que Miguel Ángel había sido destronado del podio de los artistas italianos más amados y estudiados de la historia para dejar paso a otro Miguel Ángel, pero de apellido Merisi, mejor conocido como Caravaggio, nombre de una ciudad en el norte de Italia donde pasó su infancia.
El artista es ahora el símbolo del kitsch por excelencia: la industria cultural lo ha convertido en una vulgar mercancía que responde a las exigencias de una sociedad consumista que, atraída por el morbo de una biografía atormentada, ha terminado por vaciarlo de su real trascendencia histórica.
Es cierto, su estilo es fácilmente asimilable: el espectador encuentra inmediata satisfacción ante telas directas, llenas de fuerza, expresividad y modernidad balanceadas por un magistral uso de la luz.
Pero la fiebre Caravaggio
es un fenómeno del todo nuevo. Roberto Longhi recuerda en un fundamental ensayo de 1951 –todavía vigente–, cómo el artista después de su muerte cae en el olvido a pesar de sus muchos coleccionistas y seguidores; fue una crítica hostil y convencional la que permaneció con el tiempo y la que oscureció su imagen, empezando por su coetáneo Baglione, seguido por Bellori y hasta el Mengs, quienes consideraron irracional su arte. Fue a mediados del siglo XIX que tal juicio empezó a ser reconsiderado, pero no por la crítica, sino por artistas como Courbet y los impresionistas, afines al realismo caravaggesco.
Tocará sobre todo al gran historiador del arte Roberto Longhi rescatar del olvido al artista y presentarlo al público en la histórica exposición de 1951 en el Palacio Real de Milán, tras decenios de investigaciones; fueron expuestas casi 50 obras que correspondían entonces a casi la totalidad de su producción. En la actualidad nuevas atribuciones han aumentado el número a 63.
¿Qué ha pasado desde entonces? Basta visitar la muestra Caravaggio, abierta hasta el 13 de junio en las Escuderías del Quirinale, en Roma, para entenderlo: al existir un solo cuadro firmado en su producción, las atribuciones se han disparado últimamente; los organizadores por tanto, han usado la fórmula cautivante de la marca
que garantiza 24 cuadros de auténtica firma caravaggesca. El resultado es un récord máximo de entradas y una calidad mínima de visita. Lograr ver un cuadro fue para mí un arduo intento, sin tener que aplicar el sistema de empujones o codazos, que terminó en indignación; aquí muere la poesía de gozar un cuadro que debería ser el fin último para el observador.