l pasado martes 18, multitud de personas nos vimos gustosas las caras en el Museo del Chopo; algunas asistimos con la intención de experimentar la remodelación, más que de observar las exposiciones, no susceptibles de calibrarse en un acontecimiento tan festivo como éste, presidido por los representantes de las instancias que inicialmente tuvieron convergencia a partir de la Universidad Nacional Autónoma de México, de modo que no sólo presidió el rector José Narro Robles, cuyo sentido del humor es encomiable, sino también el sonriente ex rector Juan Ramón de la Fuente; el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard; Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; Sealtiel Alatriste, coordinador de Difusión Cultural y Alma Rosa Jiménez, la actual directora y gestora de las curadurías de las tres exposiciones inaugurales.
Antes de ingresar fue posible saludar a Helen Escobedo, primera directora, una de las salas de exposición lleva su nombre y otra fue bautizada en recuerdo de Arnold Belkin.
Algunos de los asistentes fuimos asiduos al recinto desde 1975, en que se convirtió en Museo Universitario del Chopo
, ya conocíamos entonces su historia, fue un pabellón construido en Dusseldorf (1903), para una feria internacional y fue adquirido por el empresario mexicano José Landero, quien se encargó de su traslado a México.
Dos años después, quedó ensamblado en la colonia Santa María la Ribera, no lejos de la Estación de Buenavista. La calle en la que se ubicaba El Chopo
(ahora Dr. Enrique González Martínez, el poeta que le torció el cuello al cisne de espumoso plumaje
) le dio su nombre y fue durante un tiempo el Museo de Historia Natural, donde se alojaban el esqueleto del mamut y del dinosaurio que ha sido retomado simbólicamente por algunos de los expositores.
El pintor Luis Argudín (profesor de la Escuela Nacional de Artes Plásticas) fue uno de ellos, y recuerdo que armó la exposición acudiendo a especímenes y materiales del propio museo.
En otra ocasión varios artistas realizaron proyectos in situ, ajustándolos a las escalas del espacio, un espacio que algunos dinosaurios, entre los que me cuento, sentimos ahora enrarecido, como si después de ingresar, deteniendo antes la mirada en la fachada, no supiéramos ya en qué sitio nos encontrábamos.
Eso se debe a que la ampliación y remodelación, diseño del eminente arquitecto Enrique Norten (no presente en el acontecimiento que comento) tiene como eje básico una edificación interior en sentido transversal, es literalmente una construcción dentro de otra, a la que se accede por una hermosa escalera blanca, aunque el ascenso también cuenta con elevadores muy funcionales.
Tal característica implica un aumento sustancial en las áreas de exhibición y talleres, pero al Chopo que conocimos sólo le quedó el esqueleto, si bien no resulta visible en su totalidad. La singular nave que le fue característica se perdió. Los vitrales hoy son uniformes y traslúcidos, en cuanto a estilo puede todavía percibirse esa mezcla de nouveau y deco que le es inherente, hoy tornada en neominimal, pero la aprehensión de un espacio que correspondía a la fachada, provoca desasosiego, tanto que (fue mi caso) se experimenta la necesidad de salir fuera para poner de nuevo los ojos en el exterior. Estoy describiendo sólo una sensación.
De momento es imposible referirme con detalle a las exposiciones, que son tres, de algún modo vinculadas entre sí, siempre con sentido muy contemporáneo. Quizá su tónica produzca en algunos visitantes la impresión de que se ha venido configurando una academia contemporánea capaz de ser aprehendida más en conjunto que en sus detalles.
Las exposiciones son Afecto diverso, géneros en flujo, con curaduría de Karen Cordero, quien entre otros muchos de sus logros y curadurías cuenta con la de FEMSA. En Efecto Drácula (pero sin Bram Stoker), por Víctor Zamudio, se aborda el efecto vampirizador
de las subculturas juveniles urbanas. Sabemos que El Chopo fue escenario de películas de terror, cosa que Aurelio de los Reyes debe conocer bien, pues él montó allí una memorable muestra de historia del cine que muchos recordamos.
Defecto común, alusivo a las identidades en disolución, fue orquestada mediante fotografías digitales por el editor de la revista Alquimia, el crítico José Antonio Rodríguez.
Entre las múltiples actividades alternas que festejan la reinauguración, está un concierto de Horacio Franco, que se efectuará el miércoles 26. Sin lugar a dudas, será un éxito.