José Tomás no volverá a torear este año; Julio Aparicio dejó el hospital caminando pero callado
Arturo Macías se fue en blanco el sábado, durante su deslucida reaparición en Las Ventas
Lunes 7 de junio de 2010, p. a42
Miguel Alemán Magnani, hijo del ex gobernador de Veracruz, y su leal escudero, Rafael Herrerías, debutaron ayer como ganaderos en la inauguración de la temporada chica de la Plaza México, con un encierro que en términos generales resultó bravo bajo el peto del caballo y llegó con fuerza al tercer tercio, en una tarde en que mucho sopló el viento y terminaron en la enfermería la novillera yucateca, Lupita López, y el niño de origen francés, pero nacido también en Mérida, Michelito Lagravere, quienes recibieron sendas palizas.
De la otra orilla del Atlántico vinieron noticias desalentadoras, tanto sobre la deslucida reaparición de Arturo Macías, el sábado en Las Ventas, como sobre las consecuencias que tendrán por el resto del año las tremendas cornadas que sufrieron, respectivamente, en abril y mayo, el maestro madrileño, José Tomás, y el gitano, Julio Aparicio.
Debido a los enormes destrozos que le causó un toro de Bernaldo de Quirós en la ingle de la pierna izquierda, durante la pasada feria de San Marcos, en Aguascalientes, José Tomás anunció que no volverá a torear en 2010, pues tiene problemas para caminar con esa extremidad y por momentos la siente dormida, así que habrá de someterse a una larga terapia de rehabilitación.
El pasado viernes, Aparicio abandonó por su propio pie el hospital madrileño donde le reconstruyeron el cuello y la cara, tras la cornada que le infirió el 21 de mayo en Las Ventas un jabonero de Juan Pedro Domecq, cuando al resbalar delante del astado éste le hundió el pitón en la garganta y se lo sacó por la boca. Ante los fotógrafos de prensa y los aplausos de sus seguidores, el gitano se limitó a musitar monosílabos de gratitud, pues como tiene ligadas las mandíbulas y cosida la lengua se encuentra temporalmente mudo.
Cosas de la vida, en la México, ayer por la tarde, cuando preparaba a su segundo enemigo para entrar a matarlo, Michelito Lagravere cayó al suelo exactamente igual que Aparicio, y el novillo de Herrerías y Alemán Magnani lo embistió, le pasó por encima, lo pisó, lo pateó y lo envió al hule desmayado.
Por su parte, la guapa y valiente Lupita López se llevó un paliza similar, cuando iniciaba su trasteo de muleta al primero del encierro, un bicho bronco y fuerte, que se le coló al segundo doblón, y luego se le revolvió cuando la morena yucateca lo toreaba por derechazos, arrojándola al aire y en seguida al suelo, donde le asestó dos golpes en el cráneo y le provocó una conmoción cerebral de pronóstico reservado.
Abandonado por sus colegas en el ruedo, el joven capitalino, Paulo Campero, mató a cinco de los seis novillos, pero apenas logró algunos aplausos con el primero de su lote, al que citó de largo por tafalleras, en un quite vistoso pero inconcluso, y luego al templar algunos pases en redondo por la derecha, pero sin romper. Con el resto del material rumiante se vio tímido, inseguro, agobiado y definitivamente verde.
Herrerías, como empresario, escogió muy mal a los integrantes de ese primer cartel del serial de verano, pues Lupita no había vuelto a torear desde septiembre pasado, Campero tenía apenas 10 festejos en su corta carrera y Michelito, el más placeado, con 28 novilladas en su haber, parecía un adulto en miniatura ante astados mucho más grandes que él, ante los que volvió a mostrar su técnica cavacista, tramposa y ratonera. El público, unas 4 mil personas, criticó de distintas formas a los papás del nene por someterlo a este tipo de riesgo.