De boletines, criterios y valentías
ías antes de que iniciara la temporada novilleril 2010 en la Plaza México la empresa emitió un par de boletines en los que revela, más que buenas intenciones, los singulares criterios y los poco ortodoxos métodos que desde hace 17 años aplica en su fallida búsqueda de nuevos valores que en el corto y mediano plazos pudiesen enriquecer la descolorida baraja taurina mexicana.
¿Por qué ha sido fallida esta búsqueda de nuevos toreros con capacidad de convocatoria? Porque en todo ese tiempo –de 1993 a la fecha– la Plaza México no logró un liderazgo empresarial que unificara esfuerzos y fogueara muchachos a lo largo y ancho de la República, sino que se convirtió en factor de divisionismo y en coto cerrado para toreros de otras empresas, estorbando también la continuidad de quienes triunfaban en el coso de Insurgentes.
Al anunciar el inicio de la temporada chica 2010 la empresa afirmó, entre otras cosas: “…el espectáculo taurino ha sido siempre un gran atractivo turístico para nuestra gran ciudad y muy necesario para la economía local… Ante esto, es primordial que se comprenda que los inversionistas de este espectáculo privado (sic) son los primeros interesados y preocupados en que el espectáculo que ofrecen al público sea todo un éxito (sic), porque está en juego su dinero”.
Y concluía: Lo anterior ante la urgente necesidad de apoyar (sic) el semillero de toreros y ganaderías que a mediano plazo puedan dar brillantez a la tauromaquia nacional
(sic, pero ahora con pasodoble de fondo).
Luego de este boletín la empresa hizo circular otro, en el que indicaba que para la temporada sólo serían tomados en cuenta aquellos novilleros que se presentaran en las oficinas de la empresa acompañados de un currículum y de material audiovisual de sus actuaciones recientes. Con relación a las ganaderías a contratar, serían aquellas cuyos propietarios se comunicaran vía telefónica a las oficinas. Y remataba satisfecha: Es así que con dicho elenco (sic) se elaborarán los carteles cada inicio de semana como es costumbre
. Pero de una búsqueda profesional de novilleros con cualidades, ni una palabra.
Así, en las primeras dos tardes se puso de manifiesto que currículum y videos de actuaciones recientes no bastan para justificar la inclusión de los muchachos en las novilladas de la plaza dizque más importante del país, y se comprobó, una vez más, la inflexibilidad de la empresa para modificar sus ineficaces criterios.
Si una guapa torera meridense tuvo una prometedora presentación en la temporada 2009 que luego ya no asegundó, y si además no volvió a ver un pitón desde septiembre del año pasado, ¿con qué criterio se le anunció en el festejo inaugural? Si un rechoncho becerrista franco-yucateco de 12 años ha triunfado en cuanta plaza se presenta, ¿eso le permite enfrentar novillos con tres años y más de 400 kilos de peso? Obviamente ambos se fueron a la enfermería, dejándole cinco astados al prometedor pero verde novillero –ocho reses lidiadas antes de venir a la México– Paulo Campero, quien sin embargo no se arrugó ante el comprometedor paquete.
¿Con qué argumentos se incluyó en el segundo festejo a un aturdido Christian Hernández? Dejó vivo a su primero y en su segundo –de una buena novillada de Antonio de Haro, lastimosamente desaprovechada, excepto por David Aguilar– presa del pánico se refugió en el callejón luego de desprenderse el añadido y descubrir que la de torero no es su vocación. Y no faltó quien calificara de valiente
el ridículo gesto.
Pero valentías son otras. ¿Para ver eso y aguantar la lluvia pagaron boleto los mil asistentes al coso? ¿Con estos desfiguros piensan recuperar el dinero que ponen en juego tan arriesgados inversionistas? ¿Realmente les preocupa que el espectáculo sea todo un éxito? ¿Así entiende esta incorregible empresa la urgente necesidad de apoyar el semillero de toreros
? Con razón le dicen espectáculo privado
, sobre todo de imaginación para ofrecerlo.