Fue la última ópera de Melesio Morales; ponerla, un regreso a las raíces
: Ricardo Miranda
Con este montaje queremos hacer notar la importancia del repertorio nacional
, dijo el director de la institución
Se conjuntó el esfuerzo del conservatorio y de la Escuela Nacional de Arte Teatral
Lunes 5 de julio de 2010, p. 5
El estreno mundial de la ópera Anita, la última escrita por Melesio Morales, en 1903, marca un hito en la historia del Conservatorio Nacional de Música (CNM), sostuvo el director de esa institución, el musicólogo Ricardo Miranda.
Es una puesta que representa no sólo un regreso a las raíces
para el conservatorio, explicó el especialista, sino que demuestra la capacidad y el alto nivel que pueden conjuntarse en los centros de enseñanza artística en México, al tratarse de una producción en la que participó asimismo la Escuela Nacional de Arte Teatral.
Es indiscutible que en este tipo de planteles existe gran potencial. Somos escuelas profesionales, nacionales, lo cual quiere decir que tenemos un nivel que se va perfilando hacia el profesionalismo
, sostuvo.
Tenemos nivel y podemos mostrarlo, siempre atentos de ver a los jóvenes talentos; no hay que descartar que muchos estarán pronto en los escenarios.
Entrevistado el sábado pasado, al término de la cuarta y última función de ese título operístico, cuyo montaje se inscribe en las celebraciones por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, Miranda habló del importante significado que tiene para el conservatorio nacional haber llevado Anita a escena.
Recordó que el origen del CNM, en 1866, tuvo lugar a partir de que un grupo de literatos y políticos decidieron tomar como bandera otra ópera de Morales, Ildegonda, para fundar la Sociedad Filarmónica Mexicana, de la cual emanó el actual conservatorio.
Tal determinación respondió a que un empresario italiano se había negado a escenificar el citado título y lo que ese grupo buscaba era evitar que en el futuro corrieran la misma suerte otras obras de autores nacionales.
Para el conservatorio es muy importante retomar nuestras raíces, hacer notar cuán importante es el repertorio que tenemos, pero también cuán triste es que no se conozca con amplitud
, subrayó Miranda.
Con este proyecto “queremos poner un ejemplo, contribuir a lo que nosotros pensamos que debe ser la formación; es decir, los jóvenes músicos del país deben conocer también nuestras obras, no pueden tener siempre la mirada en el repertorio tradicional. Entonces, todo esto se conjuga, y por eso se puso Anita”.
De acuerdo con el funcionario, “sería deseable que la Compañía Nacional de Ópera y todos los que dedican a ello en este país pusieran la mirada en las obras mexicanas, sobre todo en aquellas que no se han estrenado.
“Ahí están las de Ricardo Castro, Cenobio Paniagua, otras de Melesio Morales y, desde luego, una enorme producción de autores contemporáneos que sólo se han visto una vez. ¿Dónde está Aura, de Mario Lavista?, ¿dónde, las óperas escritas por Federico Ibarra, Daniel Catán y las de compositores más jóvenes? Pienso que las escuelas debemos generar espacios a ese tipo de producción.”
Especialista en Melesio Morales, el musicólogo Karl Bellinghausen destacó por su parte que el montaje de Anita es resultado de un esfuerzo conjunto del conservatorio, para lo cual fue indispensable la participación de la Escuela Nacional de Arte Teatral, cuyos alumnos se encargaron de la escenografía, vestuario e iluminación de la puesta.
Esta es una obra hecha en equipo, algo que no se sabe hacer en México
, destacó el investigador, quien subrayó el compromiso y el talento que mostraron los estudiantes del CNM en el montaje, así como durante los dos años de su proceso de preparación, tanto los cantantes como aquellos que integran la orquesta del conservatorio.
La historia de Anita –cuyas cuatro funciones tuvieron lugar en el Auditorio Silvestre Revueltas del Conservatorio Nacional de Música– se ubica en Puebla, en la víspera del 2 de abril de 1867, cuando las tropas de Porfirio Díaz asestan el golpe final a la aventura imperial de Maximiliano y Napoleón III.
Se trata de una obra de 90 minutos plagada de muchas e intensas contradicciones: el amor con el odio, la lealtad con la traición, el patriotismo con el oportunismo, la victoria con la derrota, la vida con la muerte, la guerra con la paz
, según Bellinghausen. La dirección escénica estuvo a cargo de Leszek Zawadka, mientras Francisco Savín y Mario Rodríguez alternaron la parte concertadora.