Nuevo campeón
iego Armando Maradona debe estar con la quijada en el piso luego de ver cómo el jogo bonito de los jugadores españoles derrotaba al equipo alemán que no pudo ser la sombra del elenco que ridiculizó a su Argentina en semifinales por 4-0. En el hasta ahora mejor partido del Mundial de Sudáfrica los ibéricos, fieles a su estilo de tiqui-taca, tiqui-taca, encerraron a los germanos en su campo, no perdieron la paciencia y marcaron su gol a la alemana, por arriba y a la salida de un córner.
De modo que el domingo habrá un nuevo campeón. El de Holanda-España será un partido muy parecido al que vimos ayer. A España, con siete integrantes del Barcelona sobre la cancha, le gusta tener la pelota y hacer que los contrarios vayan tras ella de un lado a otro. Es un ejercicio que acaba horadando la paciencia y la fuerza de cualquiera. Es el juego del Barcelona de Pep Guardiola.
El entrenador español, Vicente del Bosque, se atrevió a mover su diseño táctico metiendo al chaparrito Pedro en lugar de Fernando Torres, garantizando de esa forma el control de la pelota desde la línea defensiva hasta la puerta de los alemanes. El invento funcionó a la perfección y encajonó a los germanos en su parcela durante la mayor parte del choque. Equipos jóvenes, jugadores técnicos, sobre todo por el lado hispano, y un juego extremadamente limpio –no vimos al árbitro, muy buena noticia en un partido de futbol, y no hubo tarjetas–, alemanes y españoles ofrecieron un espectáculo digno de una final mundial.
Apenas hace dos años España ganó a sus rivales de ayer la Copa de Europa. Fue la demostración de que los ibéricos le habían dado la vuelta a su eterno papel de víctimas, a su miedo a ganar –como sucede con los futbolistas mexicanos–, a jugar sin complejos y con un patrón de juego que nada tiene que ver con la hoy pasada de moda furia roja.
Los alemanes también han cambiado su manera de hacer futbol de la mano de un joven técnico, Joachim Low, quien despojó a Alemania de su juego rudimentario y machacón y le ha dado gusto por el toque, por el futbol. No le alcanzó para ganar a España porque, entre otras cosas, el juego hispano ya tiene automatismos propios de una selección con mayoría de un club, en este caso el Barcelona. A partir de esos futbolistas y de ese patrón de juego parido y acuñado por Guardiola los ibéricos parecen jugar de memoria, con los ojos cerrados.
Eso explica en gran medida que España ganara a un equipo que venía de meter cuatro goles a Australia, cuatro a Inglaterra y otros cuatro a la Argentina de un Maradona que todavía no sabe qué cosa le pasó por encima aquel infausto día.
Derrotados en toda regla, Brasil y Argentina deberán someterse a una terapia de cuidados intensivos antes de plantearse qué van a hacer con su futbol. La situación parece más grave para los brasileños, habida cuenta que Dunga desnaturalizó su personalidad deportiva. Jugador tosco, nada virtuoso, pero efectivo porque era un pulpo en el centro de la cancha, Dunga impregnó su filosofía a unos jugadores, a un futbol que hace de la bohemia su sello de identidad. Dunga mató el alma futbolera de su país. Por eso perdieron.
El asunto de Argentina parece más bien el caso clínico de Maradona, un hombre al que mata su afán protágonico –como sucede en todos los órdenes de la vida– y, también, su poco conocimiento de los secretos que debe conocer un buen entrenador de futbol. Y no es asunto de edad; lo demostró el entrenador alemán Low, de 50 años.
Es cosa de personalidades, pero no quiere decir eso que Diegodios no sea capaz de aprender para superar sus asignaturas pendientes, que no son pocas. Finalmente, quien no aprende es porque no puede o porque no quiere. Maradona dirá.