Sábado 10 de julio de 2010, p. 19
Una de las espías era de origen peruano, la periodista Vicky Peláez, que servía a los intereses secretos de Rusia con su nombre real y quien desde hace dos décadas trabajaba para el diario en español La Prensa, de Nueva York. Además de los 10 detenidos, un espía que formaba parte del grupo bajo observación de las autoridades estadunidenses logró escaparse en Chipre.
Según el abogado de Peláez, John Rodríguez, la peruana desconocía la verdadera identidad del hombre con el que vivió 30 años, Juan Lázaro, y con quien tuvo un hijo. Colaboró en algunas operaciones, incluida una en la que transportó cartas a Perú, escritas con tinta invisible, para ser entregadas a representantes del gobierno ruso. A su regreso a Nueva York, Peláez introdujo dinero que fue usado para financiar actividades de inteligencia.
Jefes de los servicios de inteligencia de ambos países dicen que a pesar de las relaciones más cálidas, Washington y Moscú todavía financian generosas operaciones de espionaje entre sí.
Agentes de contrainteligencia de la FBI explicaron que los rusos se comunicaban con Moscú mediante mensajes de texto invisibles ubicados en fotos publicadas en Internet, y que algunos se reunieron con diplomáticos rusos en la misión diplomática de ese país en Nueva York.