os ingresos de capital (capital inflows, en inglés) de cada economía nacional se determinan por la suma de tres componentes: 1) inversión extranjera directa de personas, empresas u organismos externos que financia actividades productivas; 2) inversión de portafolio o de cartera, que también realizan personas, empresas u organismos del exterior, y que se expresa a través de la compra de acciones, bonos públicos y privados u otro tipo de obligaciones; 3) todo préstamo u obligación que se contrae con una persona, empresa u organismo del exterior. Los egresos de capital (capital outflows) se determinan por la suma de cuatro elementos: 1) inversión extranjera directa de nacionales en el exterior; 2) inversión de portafolio de éstos fuera de su país; 3) préstamos u obligaciones a personas, empresas u organismos en otro país; 4) finalmente, en este caso como cuarto componente, movimientos netos de las reservas nacionales.
En una economía exportadora neta de capital la suma de sus inversiones directas, de cartera y de préstamos que hace en el exterior es mayor a la suma de inversiones directas, de cartera, préstamos de fuera que se hacen en su interior y a las que se añade el movimiento neto de sus reservas. Y en una importadora neta de capital la primera suma de lo que se invierte fuera es menor que la segunda de lo que invierten los extranjeros en ella. A nivel global –dirá Perogrullo– la diferencia entre salidas y entradas es nula. Pero a nivel nacional no. Hay países exportadores netos de capital y otros importadores netos. ¿Exportadores netos? Por ejemplo, los tres más importantes del periodo 2003-2009: China, Japón y Alemania, con 15.2, 14.4 y 10.5 por ciento en esos años. Sólo tres naciones –únicamente tres– concentran la mitad de las exportaciones netas de capital en el mundo contemporáneo. ¿Por qué? Enorme capacidad de ahorro interno, sustentada en altísima productividad (Alemania, principalmente), pero también en alta productividad y bajo crecimiento (Japón, con un máximo de 21 por ciento de las exportaciones de capital en 2003 y 2004) y alta productividad y bajísimos salarios (China, sin duda, con solamente 3.3 por ciento de exportaciones de capital en 2003 y casi 24 por ciento en 2008 y 2009). ¿Importadores netos? Sorpréndase. Sobresalen nuestros vecinos, con 60 por ciento de importaciones netas de capital, también de 2003 a 2009. Le siguen –sorpréndase un poco más– España y Reino Unido, con 6.7 y 4.4 por ciento en esos años. Sólo estos tres tienen 70 por ciento de importaciones netas de capital en los últimos ocho años. Han vivido financiados por el exterior. Y por ahí está Grecia, que concentra cerca de 2 por ciento de las importaciones netas de capital, porcentaje altísimo en relación con el tamaño de su economía. En promedio, los movimientos totales de capital son del orden de 4.5 trillones (siempre estadunidenses, billones nuestros) de dólares corrientes. Ello representa cerca de 10 por ciento del producto mundial en promedio en dicho periodo. Pero este promedio –ese defecto tienen los promedios– oculta la enorme cantidad de recursos que se movieron en el mundo en 2006 y 2007, en que el monto de inversiones y préstamos alcanzó 6.5 y 8.9 trillones, 14 y 18 por ciento del producto mundial, respectivamente. ¿Significa esto, por ejemplo, que los estadunidenses –personas, empresas y agencias gubernamentales– ya no invierten en el exterior? Para nada. Lo único que significa es que el movimiento relativo entre sus salidas y entradas de capital favoreció a éstas. Sí, más entradas que salidas. ¿O que China – análogamente– no recibe capitales del exterior? No. Sólo que en China son mayores las salidas que las entradas de capital. Hay un grupo de exportadores que me parece interesante señalar. Los exportadores de petróleo y gas natural (Rusia, en este caso). Como grupo, Arabia Saudita, Rusia, Noruega, Emiratos Árabes Unidos, Libia, Venezuela y Argelia, entre otros, han aportado el mayor volumen anual de exportación de capital en el mundo. De 2003 a 2009 participaron con no menos de 21.3 por ciento. En 2006 concentraron poco más de la tercera parte del volumen de dinero de inversión y préstamo que se movió internacionalmente y que fue del orden –como se apuntó antes– de 6.5 trillones de dólares, equivalente a 14 por ciento del producto bruto mundial. Básicamente renta del petróleo y renta del gas natural ruso.
Bueno, lo cierto de todo esto es que el volumen de capital transferido internacionalmente fue en ascenso hasta 2007 y que se desplomó en 2008 y 2009. En 2003, con cerca de 2.6 trillones de dólares, las exportaciones de capital representaron 7.3 por ciento del producto mundial. Pero en 2007, con casi 9 trillones de dólares, alcanzaron una participación de 18.3 por ciento en el producto mundial. Es cierto que luego de 2007 –justamente por la crisis y como expresión de ella– la astringencia de capital ha sido tremenda. En 2008 los ingresos de capital sólo alcanzaron poco más de 1.4 trillones, lo que agudizó severísimamente los problemas de crédito y de endeudamiento de personas, familias y gobierno. Y para 2009 se estiman números apenas cercanos a los 2 trillones, con un peso del 4 por ciento del producto mundial. Esta severa astringencia financiera, expresada en un cambio que va de 8.9 trillones movidos en 2007 a sólo 1.4 trillones en 2008, es una razón más para tener mucha cautela para señalar que la recuperación ya está en puerta, como hacen muchísimos políticos de casi todo el mundo, incluidos los de México. Ya veremos qué pasa con este movimiento internacional de recursos –el cual, por cierto, está muy pero muy urgido de regulaciones internacionales (FMI dixit)–, hoy fundamental para recuperar crédito y financiamiento a la aún deterioradísima producción mundial. Sí, aún deteriorada, no obstante su recuperación actual, que aún la deja lejos, muy lejos, de los niveles de mediados y finales de 2007. Sin duda.