San Cristóbal de las Casas, Chis., 16 de julio. Renunciando a hegemonizar y homogeneizar la sociedad, los zapatistas han sabido convertir la resistencia al capitalismo en la escuela de su libertad, a través de la construcción de la autonomía, que se declina en: organización política, salud, educación, agroecología, comunicación, lucha por la tierra y el territorio, y por los derechos de las mujeres.

Así caracteriza la experiencia de las comunidades rebeldes la Brigada Europea de Solidaridad con los Zapatistas, que hoy concluyó su recorrido por los cinco caracoles. Por eso mismo, en conjunto éstas enfrentan agresiones tan idénticas que no queda más que confirmar la existencia de una estrategia global, elaborada en el más alto nivel del poder político, estrechamente ligado a los intereses de la economía capitalista internacional para destruir la resistencia.

Tras visitar también comunidades amenazadas o agredidas, la brigada encontró que la construcción de un sistema autónomo de salud ha permitido reducir la mortalidad infantil y materna; se da mucha importancia a la recuperación de la medicina tradicional y a la prevención y vacunación, en las comunidades.

En el caracol de La Realidad opera un hospital general equipado para hacer cirugías, ultrasonido y análisis de laboratorio. La clínica de la mujer Comandanta Ramona, en La Garrucha, es desde 2008 todo un referente en cuanto a los derechos de las mujeres.

La educación, obligatoria hasta la vejez, representa un proceso del cual la escuela es parte, lo mismo que compartir y trabajar en la comunidad a lo largo de la vida. En Morelia, por ejemplo, este año sale la primera generación de la secundaria técnica, cuyos alumnos asumirán cargos en la educación u otros sectores, según la necesidad de su comunidad y su voluntad.

Un representante del balneario El Salvador, en Agua Clara, dijo a los brigadistas: No tenemos vergüenza porque no estamos robando, sino trabajando la tierra. Nunca vamos a dejar la lucha. Subrayó que la tierra no se vende. Todo lo que tomamos de la tierra, lo tenemos que devolver. Lo contrario del capitalismo que exige más y más de la tierra sin devolverle nada.

Así, la autonomía zapatista se construye sobre el principio fundamental y ancestral del cuidado de la tierra y los recursos naturales. La soberanía alimentaria depende de los principios de la agroecología, el rechazo de productos químicos y la conservación de las semillas nativas para no depender de empresas multinaciones.

En el caracol de Oventic se explicó a la brigada cómo usar productos orgánicos sustentables y no químicos, porque provocan problemas de salud de la tierra.

También se valoró el trabajo colectivo de las radios comunitarias y los equipos de videastas. Tan sólo en Roberto Barrios, la comisión de video trabaja desde 1998 y ha publicado varios documentales.

Los observadores europeos apuntan que, en medio de todo esto, asistimos en todas las zonas zapatistas a un escenario que presenta el mismo desarrollo, donde la acción gubernamental ocupa un lugar central. Las medidas institucionales han sido insuficientes para dividir a las comunidades, así que el Estado cuenta con otros aliados, como grupos religiosos de diversas iglesias.

La mayoría de los medios de comunicación, agregan los brigadistas en su informe final, contribuyen al intento de aislamiento del movimiento zapatista al atribuirle comportamientos delictivos, y al criminalizarlo se busca aislarlo del apoyo popular. Sumando las maniobras clientelares de los partidos políticos, disponemos del cuadro completo de una empresa concertada de desestabilización.

Todo ello se sustenta en amenazas institucionales: la presencia militar masiva con patrullas cotidianas y “las irrupciones intempestivas de policías en la zona zapatista, bajo el pretexto de buscar armas o droga o de arbitrar ‘conflictos intercomunitarios’ instrumentalizados”.

Más allá de estas intervenciones gubernamentales, la parte más violenta de las presiones la ejercen grupos paramilitares que multiplican las acciones en completa impunidad, añaden los observadores.

El intento de reducir el movimiento zapatista responde a dos objetivos esenciales del poder: el control de la población a través de las ciudades rurales sustentables y concretizar la privatización de la tierra para el beneficio de inversiones multinacionales.