Domingo 25 de julio de 2010, p. a20
El 26 de octubre de 1977 –un día después de la muerte de su madre– el semiólogo, escritor y ensayista francés Roland Barthes comenzó a elaborar su tristeza de la forma en que mejor puede hacerlo un hombre de letras: sobre el papel.
Desde ese día y hasta el 15 de septiembre de 1979 escribió ideas sueltas en más de 330 fichas que agrupó por orden cronológico, y en las que dejaba salir los sentimientos que rodearon a ese fallecimiento.
Al mismo tiempo que trabajaba en diversos proyectos, como su libro Vita nova o sus intervenciones académicas en el Collége de France, Barthes realizó una especie de escrito paralelo para volcar una parte más íntima de su personalidad.
Las fichas –ordenadas para esta edición por Nathalie Léger– estaban siempre a la mano del escritor y lo acompañaron durante una etapa de cambio particularmente difícil en el ámbito emocional.
Aunque podían pasar varios días sin que Barthes alimentara su diario de duelo, había jornadas duras en las que la necesidad de expresarse era muy fuerte.
El lunes 31 de octubre de 1977, por ejemplo, uno de los académicos más leídos y respetados en su área pinta una escena de vacío y tristeza que retrata a la perfección el momento que vivía.
Vuelvo a entrar de regreso por primera vez al departamento. ¿Cómo voy a poder vivir aquí yo solo? Y simultáneamente la evidencia de que no hay lugar adonde cambiarse
.
Como define el mismo autor: un duelo inmóvil y no espectacular
que lo mantiene al mismo tiempo en dos esferas. La cura de un dolor que tuvo en la escritura la mejor forma de realizarse.
Título: Diario de duelo
Autor: Roland Barthes
Traducción: Adolfo Castañón
Editorial: Siglo XXI
Número de páginas: 271
Precio de lista: 280 pesos