unque el autor murió antes de que su obra se publicara, el libro de Nicolás Copérnico, De revoltionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), cambió por completo la concepción humana sobre el universo, y fue sin duda uno de los más importantes antecedentes de la revolución científica en el Renacimiento. Hace un año, el 28 de julio de 2009, un grupo de especialistas del museo e instituto de zoología de la Academia de Ciencias de Polonia, encabezado por Wieslaw Bogdanowicz, realizó un espectacular estudio genético de los que se cree son los restos del famoso astrónomo, cuyos resultados son reveladores de algunos de sus rasgos.
Uno de los primeros problemas consistía en estar seguros de que los restos humanos objeto del estudio, correspondían a los del creador de la teoría heliocéntrica (la cual, dicha de manera simple, establecía –a diferencia de las ideas antiguas de Aristóteles y Ptolomeo–, que los planetas observables en ese momento giraban, no alrededor de la Tierra, sino del Sol). Pero antes había otro desafío: encontrar esos restos, es decir, identificar la tumba en la que fue enterrado, para lo cual se pusieron en juego los elementos más avanzados de la investigación genética.
Copérnico nació en 1473, en Thorun, Polonia. Su padre murió cuando tenía 10 años, por lo que fue criado por su tío, Lucas Watzenrode, un eminente obispo en Warmia quien apoyó su formación en los más importantes centros de estudios europeos. La mayor parte de sus observaciones astronómicas las realizó en la ciudad polaca de Frombrok, en cuya catedral, Nicolás Copérnico fungía como sacerdote. Murió a la edad de 70 años y fue enterrado ahí, en esa iglesia. El problema es que en el lugar había más de 100 tumbas, y la mayoría no tenían nombre. Pero, debido al cargo que ostentaba y que estuvo al cuidado del altar de la Santa Cruz, se presumía que podía haber sido enterrado cerca de ese sitio. La búsqueda, en la que participó incluso Napoleón, duró aproximadamente 200 años, hasta que en 2005, un grupo de científicos polacos encontró un esqueleto incompleto que parecía ser el del astrónomo, basándose en una reconstrucción de los rasgos faciales.
Luego, fue posible realizar el análisis del ácido desoxirribonucleico (ADN) de los restos, gracias a que algunas partes de los dientes estaban en buenas condiciones para realizar las pruebas. Pero era necesario contar con algún material biológico que sirviera de referencia para la identificación. A falta de muestras confiables de origen familiar, de forma increíble éstas se encontraron nada menos que ¡en un libro!
El texto de referencias astronómicas Calendarium Romanum Magnum, de Johannes Stoeffler, usado por Copérnico durante varios años, tiene una historia fascinante, pues fue tomado como botín de guerra durante la invasión sueca a Polonia en el siglo XVII, y actualmente es propiedad del Museo Gustaviano en Uppsala. Entre sus páginas se encontraron varios cabellos, y dos corresponden con el ADN mitocondrial de los restos encontrados en la catedral de Frombrok.
Es importante señalar que además del ADN localizado en el núcleo de las células, hay otra molécula de este ácido en los organelos intracelulares conocidos como mitocondrias (ADNmt), que sólo se hereda por parte de la madre, por lo que es de gran utilidad para identificar los orígenes de la línea materna y los desplazamientos poblacionales. Esto sirvió en el estudio citado, para corroborar algunos datos como que la madre de Copérnico proviene de una línea germánica de una región que puede corresponder a Silesia –que históricamente fue compartida por Alemania, la hoy República Checa y Polonia. La abuela del célebre astrónomo, Catherina, casó primero con Heinrich Peckau, luego quedó viuda y se unió con Lucas Watzenrode (padre). Procrearon tres hijos: Christina, Lucas y Barbara, la madre de Nicolás Copérnico. Lo anterior es un dato más en favor de que los restos estudiados corresponden al genio.
El estudio de Bogdanowicz y sus colegas publicado en los Proceedings, de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, constituye el final de una búsqueda de más de dos siglos y revela la utilidad del empleo combinado de las técnicas de investigación morfológicas y la genética molecular en la identificación de restos históricos (que bien podrían tomarse como base para resolver el enigma que tenemos en México sobre la autenticidad de los restos de nuestros héroes patrios). Tiene, sin embargo, un resultado inesperado: el color de los ojos que miraron los astros y revolucionaron nuestra noción sobre el universo.
Los retratos realizados por diferentes artistas a Copérnico, lo representan con los ojos oscuros. Los estudios genéticos realizados a los restos de Frombrok, muestran, por el contrario, que corresponden con el genotipo entre la población humana que tienen un color del iris azul o gris (en aproximadamente 80 por ciento de los casos). Esta discrepancia se atribuye a que en la época en la que vivió el genial astrónomo, los pintores empleaban una técnica conocida como calcografía, que no refleja los colores actuales. Por ello, es muy probable que sus ojos fueran azules…