l pasado viernes 30 de julio Alejandro González Iñárritu dio una entrevista al programa de la XEW El Weso, en la que para sorpresa y disgusto de los conductores, a la pregunta de cómo veía México respondió más o menos: Veo a México como un país cuyos medios han sido capturados por los crímenes del narcotráfico, la violencia y la política
. Y explicó que era necesario hablar de otros temas, por ejemplo, de cine, de literatura. Los conductores del programa insistían en que no podía hablarse de otra cosa, sugerían que no se puede hablar de otra cosa, y casi le reprochaban al cineasta que no diera la respuesta que ellos esperaban, y que se ha vuelto ya un lugar común: “El deterioro del país es irremediable. El gobierno es incompetente. El narco nos gobierna…”, etcétera, etcétera. ¿Es cierto que sólo podemos –y debemos– hablar del narcotráfico, de la violencia y de política?
El mismo día que dio la entrevista arriba mencionada, González Iñárritu participó en una conferencia de prensa en el Festival Internacional de Cine Expresión en Corto, en Guanajuato, en la que propuso ese mismo punto de vista: “Tenemos que crear espacios para hablar de otra cosa que no sea narcotráfico, secuestro, violencia, venganza…” (La Jornada, 31/07/2010) Y nadie puede acusar a este talentoso director de cine de rehuir temas difíciles y dolorosos, como lo demuestra su filmografía. Amores perros o 21 gramos son películas que muestran la profundidad que puede alcanzar la soledad, el peso de la culpa, los desgarramientos de la violencia íntima, todo ello dentro de un contexto social que enmarca y, hasta cierto punto, influye los agudos conflictos individuales que sus películas plantean. (Por esa misma razón me resultó incomprensible la reacción de los conductores de El Weso, que, una vez terminada la entrevista, es decir, cuando el cineasta ya no estaba en los micrófonos, se burlaron de él y quisieron descalificarlo con una sátira musical desmedida e inapropiada, que lo pintaba como una persona a la que sólo le gustan las cosas y la vida Biutiful, que es el título de su película más reciente.)
González Iñárritu tuvo oportunidad de explicar su postura en la conferencia de prensa, cuando definió el trabajo de los informadores, de los periodistas que están obligados a escribir sobre eventos sin la distancia del tiempo
porque tienen el compromiso de informar con oportunidad; y lo distinguió del trabajo de los artistas, que transmiten una verdad a través de un universo creado por la ficción. Creo, como él, que el narco y la política han llegado a controlar nuestra existencia en la medida en que haya quien piense que no tenemos derecho a hablar de otra cosa. Más todavía, como dice el cineasta, el impacto que tiene una verdad presentada en el universo ficticio de una película cala mucho más hondo que noticias y comentarios que de tanto repetirse se convierten en una rutina que los banaliza. Habría que preguntarse si la crueldad de los crímenes de los narcotraficantes acaso nos sorprenden cada mañana. Sospecho que nuestros ojos, nuestro estómago y nuestro corazón se han endurecido a fuerza de repetición. Sólo así me explico, por ejemplo, la dureza de quienes celebran el secuestro de Diego Fernández de Ceballos.
La prominencia de la nota roja y de la politiquería en la información y los comentarios en los medios, nos ha empobrecido y ha estrechado la perspectiva desde la que vemos a México, y a nosotros mismos. Estos temas absorben la atención de los políticos y del gobierno, como debe ser; pero no hay razón para que los demás no miremos más allá. Sin embargo, el narco y la violencia se han apoderado también de nuestra imaginación, y a esta victoria le debemos en parte nuestra incapacidad para conmemorar el 2010. Otra prueba de que van ganado fue la irritación de los conductores de El Weso con las respuestas del cineasta que, a mi manera de ver, era una oportunidad para que hablaran de otros temas, por ejemplo, de cine precisamente con uno de los directores más reconocidos en todo el mundo. Una plática sobre este tema, que es el que González Iñárritu conoce, habría sido ilustrativa, enriquecedora, refrescante; pero los weseros, por lo general agudos e ingeniosos, dieron prueba de que no quieren hablar más que de narco y de política, aunque no creo que sean esos los únicos temas que conocen. Lo que es cierto es que son los que están más a la mano. Me recordaron a aquel viejo profesor de la Facultad de Ciencias Políticas que me recomendó que, si no había preparado mi clase no me apurara, y que me fuera duro contra el imperialismo
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2010 es el año en que deberíamos hablar de Miguel Hidalgo y Costilla, de José María Morelos y Pavón, de Josefa Ortiz de Domínguez, de Francisco I. Madero, de Carmen Serdán, de Venustiano Carranza. No obstante, lo hemos convertido en el año del Mayo Zambada, del Chapo Guzmán, de la Reina del Golfo, de Osiel Cárdenas y de Vicente Carrillo Fuentes.
Sé que con este artículo me arriesgo al vituperio –como cada dos semanas–, y a las burlas de los weseros. No obstante, desde aquí les mando un saludo, y les pregunto, ¿de veras no tenemos otros temas de conversación?