Opinión
Ver día anteriorJueves 5 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Discurso oficial triunfalista en materia de empleo

Fallida política de comunicación

La verdad sobre la causa de las adicciones

A

ferrado al discurso triunfalista, duro y dale con las cifras históricas en materia de empleo formal y con la única novedad de que en esta ocasión dejó fuera de la jugada propagandística al porro Javier Lozano Alarcón (que andaba de grillo en el Senado de la República), el inquilino de Los Pinos instruyó a sus delfines y beatos a que de nueva cuenta cacarearan el número de nuevas plazas laborales acumuladas y registradas en el IMSS entre enero y julio del presente año, y a que repitieran la cantaleta de crecimiento consecutivo en este renglón.

El delfín Ernesto Cordero y el beato Bruno Ferrari, secretarios de Hacienda y Economía, según dicen en Los Pinos, armaron bonita conferencia de prensa para asegurar que de enero a julio de este año se crearon 559 mil 70 nuevos empleos formales, lo que constituye 13 meses de crecimiento consecutivo en este renglón, por lo que los 2.5 millones de mexicanos desempleados deberían congregarse en El Angel y celebrar efusivamente, en caso de que el dato fuera cierto, porque, de entrada, eso de los “13 meses de crecimiento consecutivo en realidad se limita a siete; de segundo plato, porque del número de puestos de trabajo presumido por ambas eminencias 40 por ciento son eventuales; y, de postre, porque aún no se recupera el máximo registrado en el número de registros laborales del IMSS, es decir, el correspondiente a octubre de 2008.

Al cierre de julio de 2010, de acuerdo con las cifras divulgadas por delfín y beato, el número de empleos formales registrados en el IMSS sería de 14 millones 525 mil 952, contra 14 millones 564 mil 569 en octubre de 2008 (el 8 de ese mes fue el banderazo oficial de arranque de la crisis en México, según el calendario de Los Pinos), es decir, una diferencia de 38 mil 617 plazas menos entre la primera y la segunda fechas señaladas. Así, es inexistente la total recuperación de las plazas perdidas por el terremoto económico, como presumen en la residencia oficial. Lo anterior en términos generales, porque si sólo se considera el registro de empleo formal permanente en el citado instituto, entonces el agujero se incrementa a poco más de 167 mil puestos. El único renglón que sí ha crecido es el de empleo eventual urbano, porque el del campo se mantiene en el suelo.

En cuanto al número de meses de crecimiento consecutivo referido por Cordero y Ferrari, lo cierto es que no son 13 meses al hilo, sino 7: de enero a julio de 2010, y con altibajos. De acuerdo con el registro del IMSS, en diciembre de 2009 se reportó pérdida de plazas (alrededor de 186 mil) y en enero de 2010 apenas se recuperó el 38 por ciento de las canceladas en el último mes del año del catarrito. En febrero y marzo del presente año vino el estirón (260 mil registros), para después reducirse el ritmo de generación de empleo formal: 68 mil en abril, 25 mil en mayo, 46 mil en junio y 46 mil en julio (en números cerrados e incluyendo los eventuales).

Qué bueno que, en caso de ser cierto, 559 mil mexicanos hayan logrado la proeza de conseguir un empleo en el sector formal de la economía. Más allá de la ínfima calidad de las plazas generadas, qué bueno que esas cabezas de familia cuenten con algo de ingreso –muy reducido en la mayoría de los casos– para de alguna manera sortear la crisis que en Los Pinos dicen que se acabó. Qué bueno, pues, con el mejor de los ánimos, pero de allí a que ello equivalga a la panacea como lo pregonan en la residencia oficial y lo divulgan delfines, porros y beatos, existe una kilométrica distancia, porque en lo que va del calderonato, y siempre recordando el pésimo chiste del presidente del empleo, debieron crearse no menos de 4 millones 400 mil empleos formales, con registro en el IMSS. Entonces, presumir que Calderón y sus muchachos van de maravilla porque sólo se cubrió el 13 por ciento de las plazas formales realmente demandadas no es más que una tomadura de pelo, propaganda barata de un gobierno ídem, muestra fehaciente de la inconsciencia (en otras partes le llaman cinismo) de quienes suponen dirigir al país.

Y en medio de esa propaganda barata, el pasado martes el inquilino de Los Pinos reconocía públicamente algo que sólo él y Max Cortázar no registraron en 44 meses de estancia en Los Pinos: la política de comunicación no ha sido lo fuerte de su gobierno, y tan no lo ha sido que él mismo patinó a la hora de abrir la puerta a un debate sobre la despenalización del uso de las drogas, para que horas más tarde (a la usanza foxista con Rubén Aguilar de vocero) la Presidencia de la República de nueva cuenta corrigiera a su inquilino: lo que el susodicho quiso decir, anotaba el boletín de prensa, fue que aun estando en contra de la legalización de las drogas, no se opone al debate en torno a ese tema.

Excelente cuan oportuna aclaración de la casa oficial, porque con la citada declaración original (divulgada en la segunda sesión del llamado Diálogo por la Seguridad) muchos se retorcieron al considerar que Felipe Calderón ya no creía en Dios, que se había convertido en un hereje más y que tiraba al cesto de la basura su sesudo análisis, su profundísimo concepto filosófico que hizo público a finales de junio de 2009 en torno al fenómeno que origina el uso de las drogas, la adicción, especialmente entre la juventud.

Aquel 29 de junio 2009, el inspirado inquilino de Los Pinos divulgó la neta del planeta, la verdad más grande en la historia de la humanidad: los jóvenes se drogan, porque no creen en Dios. De ese tamaño es el decidido combate al narcotráfico: catecismo contra los apóstatas barones de la droga, más 28 mil asesinatos. Por si fuera poco, en aquella fecha Calderón redondeaba su cátedra: una juventud que por sus condiciones sociales, familiares, educativas, por falta de oportunidades, tienen pocos asideros trascendentes, que tienen poco que creer, que no creen en la familia, que no tuvieron; que no creen en la economía o en la escuela, que no creen en Dios, porque no lo conocen. Que no creen en la sociedad, ni quien la representa. Esta falta de asideros trascendentales hace, precisamente, un caldo de cultivo para quienes usan y abusan de este vacío espiritual y existencial de nuestro tiempo. No es, pues, el modelo económico depredador, una clase político-empresarial corrupta y voraz ni un gobierno mediocre e ineficaz. No, están jodidos porque no creen en Dios.

Las rebanadas del pastel

El pasado 16 de julio la PGR informó que en cuatro años el número de asesinatos en la guerra contra el crimen organizado ascendía a 24 mil 826; poco más de dos semanas después, el Cisen dice que son 28 mil. Ni en eso se ponen de acuerdo.