ocos pueden lucir una sonrisa tan displicente en circunstancias similares. Lo usual es que quienes son exhibidos ante medios de comunicación por presuntas o reales implicaciones en asuntos de narcotráfico lo hagan de manera sumisa, doblegados, muchas veces con evidencia clara de golpes y fundada suposición de que han sido torturados. Pero Édgar Valdez Villarreal, apodado La Barbie, se ha mostrado no solamente en plenitud física y escénica, sino incluso retador, incómodo con la tibia sujeción de los policías a sus costados, burlonamente silencioso ante preguntas periodísticas, moviendo el cuerpo como anunciando que en cualquier momento se podrá liberar o con ganas de demostrar lo laxas que son las presuntas ataduras nacionales que le han sido provisionalmente impuestas.

La sonrisa y los desdenes de La Barbie añaden un ingrediente estético de mal gusto a la historia más reciente del productor de series policiacas que despacha como secretario federal de Seguridad Pública. Y no es solamente un asunto visual o gestual correspondiente al ámbito de una persona en sí: por el contrario, adquiere rango de virtual boletín oficioso, de inconfesa declaración pública, de reconocimiento sesgado de que la aprehensión del turbio estadunidense infiltrado en la elite del narcotráfico mexicano tiene más causas e intenciones que las gubernamentalmente declaradas. Para empezar, que el indócil personaje no parece tener entre sus planes una estancia prolongada entre carceleros mexicanos y, por otra parte, que a éstos tampoco les hierve la sangre por conservar entre sus desguanzados brazos al narcotraficante al que califican como extremadamente sanguinario y al que con especial interés esperan de regreso a casa los agentes de doble juego de la DEA, a quienes conviene escuchar los detalles operativos del trasiego mexicano de drogas no sólo para conocer los entretelones de lo que bien saben en cuanto al aspecto meramente operativo del narcotráfico sino, sobre todo, de nuevas o más fuertes implicaciones del aparato político pluripardista en ese negocio, pelos y señales suficientes para seguir presionando a un sistema político mexicano bajo amago militar estadunidense en la frontera y bajo sostenidas acusaciones de corrupción y complicidades en el fuero interno.

A su manera, la elite administradora del gran Caldero Nacional (Calderonal, SA de CV) también sonríe. Cual estudiante aplicado merecedor de estrellita en la frente, el felipismo ha sido beneficiado por las muy superficiales palabras de la administradora en funciones de la agencia estadunidense de combate a las drogas, la DEA, quien ha dicho que la aprehensión de La Barbie es una confirmación de que ninguno de los violentos líderes de los cárteles mexicanos está fuera del alcance de la ley. No hay razón alguna para ese optimismo democratizador de la persecución gubernamental mexicana, pues el capo detenido formaba parte de la corriente encabezada por los Beltrán Leyva y a fin de cuentas la aprehensión de Valdez Villarreal no afecta al principal cártel mexicano protegido, sino todo lo contrario. Pero el gobierno estadunidense también prefiere poner buena cara al asunto, y hacer que en Los Pinos se reciban esas palabras apaciguadoras también con una media sonrisa. Valores entendidos.

Sonrisas encubiertas también debieron acompañar a la instalación, en algún lugar de la capital del país, de la primera oficina de trabajo conjunto de mexicanos y estadunidenses al amparo del caballo de Troya denominado en este caso Iniciativa Mérida. La ubicación de ese inmueble no será dada a conocer, por razones de seguridad, según se informó, aun cuando las declaraciones oficiales atribuyen a ese grupo de 70 personas, pertenecientes a ambos países, una función casi protocolaria o, en un caso extremo, casi lúdica, una especie de té canastas vespertinos: intercambio de cartas informativas o datos recabados por aquí y por allá sobre asuntos de narcotráfico. Pero no realizarán labores de inteligencia ni operativas, en apego a las disposiciones legales de México, dijo la siempre enérgica y muy respetada secretaria mexicana de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa.

El mundillo político nativo también provoca sonrisas tristes. Los diputados pelean con desdoro por la ocupación de cargos directivos, y priístas y perredistas permiten al panismo asomarse aunque sea con brevedad a los escenarios de la disputa partidista que obliga a la continuidad de las autoridades en funciones. Te lo digo Francisco Ramírez Acuña por si le interesa a Felipe Calderón: que siga el panista un poco más en la presidencia (hasta el 5 de septiembre) porque el pleito entre partidos impide resolver el cauce natural de la sucesión (se está hablando estrictamente del caso de la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados y el conflicto electoral entre PRI y PRD). Risueño que es el niño blanquiazul de la continuidad transexenal soñada, y los diputados haciéndole cosquillas con enredos propicios...

Astillas

El secretario de Gobernación ha creído prudente asomarse al asunto de los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas para anunciar que no quedarán impunes y, oh, sí, que ya tiene diseñadas cinco líneas de acción bien efectivas que servirán para abatir, sí señor, esos delitos contra indocumentados en tránsito hacia Estados Unidos... Lorenzo Zambrano califica de cobardes a los empresarios que abandonan Monterrey, lo que es traducido en Televisa como un ataque al dueño y director de una importante empresa editorial que tiene diarios en la capital regiomontana y en la ciudad de México. Y, en esa danza de valentías supermillonarias bien blindadas, Carlos Slim comenta que seguirá invirtiendo en México... Y, mientras los pescadores ocultos de Mexicana esperan a que el río se revuelva aún más, ¡hasta mañana, con Marcelo Ebrard entrándole a un fugaz danzón aventurero con música electoral!

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