Desarrollo cerebral
l momento de nacer, los niños son todavía ejemplares del Cromañón: verdad que, por sabida, a veces se olvida, sobre todo a los secretarios de Educación.
La cultura de la humanidad no tiene aún impacto filogenético. El homo sapiens nace con las mismas estructuras y el equipamiento biológico con que apareció, hace unos 195 mil años. Los diccionarios lo definen como el único animal capaz de inventar, imaginar, abstraer, simbolizar, planear, transformar y poseer un lenguaje. La calidad de la educación debiera entenderse como la capacidad para desarrollar estas facultades específicas.
¿Cómo es que siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación
, pensaba Alejandro Dumas. Efectivamente, quienes hemos trabajado con niños sabemos que cuando ingresan a la primaria hay una pérdida de lucidez y creatividad, que abarca también –ampliamente– la etapa del jardín de niños. Se convierten en repetidores de información, inseguros de expresar opiniones propias, faltos de originalidad y, tristemente, dejan de hacer preguntas: señal de menor inquietud y apetito intelectual.
Aparecen cuatro monstruos pedagógicos que no existen en la educación prescolar: el programa temático (excesivo), las tareas absurdas y los exámenes y calificaciones intimidantes. La educación primaria puede ser mejor sin estos instrumentos oficiales, tan útiles para el control como inútiles para el desarrollo mental y emocional de los menores de 12 y 13 años.
Entre los seis y los 12 años los lóbulos frontales están en plena maduración. Ahí tienen lugar las acciones intelectuales más elevadas como análisis y síntesis, pensamiento abstracto, el juicio, la imaginación y, por supuesto, la memoria. Lo importante es que todas sean estimuladas con menos información, en vez de saturar a los alumnos de modo que para retenerla hasta el examen sólo ejerciten la memoria de corto plazo. La información debiera ser, más bien, pretexto para el ejercicio cerebral.
La calidad de la escuela no puede medirse con iguales criterios que la producción fabril. No queremos niños repetidores ni compulsivos. No importa el número de palabras que lean por minuto, sino las ideas que son capaces de comprender y de expresar. Por sus preguntas –más que por sus respuestas– podemos evaluar su desarrollo. Nuevos caminitos necesita la escuela básica para desarrollar la inteligencia y la creatividad infantiles.