os intereses siguen siendo los mismos, por supuesto, pero las soluciones a los grandes problemas, no solamente de ellos sino también, por la importancia que tienen, afectan a todo el mundo y es natural que en el caso nuestro, de México, debemos hacer un seguimiento cuidadoso de cómo, al terminar el ejercicio de una administración gubernamental –nos referimos a la del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush–, y a la iniciación del también presidente Barack Obama, así como a las acciones que ha venido desarrollando con mucha firmeza y sin titubear, en la complicada y de muy alta sensibilidad que tiene gran importancia para todo el mundo, por la enorme influencia que registra no solamente para el presente, sino también en el futuro inmediato y a más largo plazo, sobre todo el planeta; en este caso nos referimos al presidente Obama, quien ha sorprendido a la opinión pública internacional con decisiones trascendentales en los primeros meses de su administración.
El retiro de sus tropas en Irak hasta su última brigada de combate es, precisamente, una de estas decisiones de las que se pueden esperar resultados también posivos en el corto plazo de la política exterior estadunidense, en Irak, que fue invadido con una celeridad y eficiencia dignos de mejores causas. Se expresó en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, con el apoyo de Gran Bretaña –del entonces primer ministro Tony Blair– y en boca del general Colin Powell, unos argumentos para fundamentar la urgencia de obtener el acuerdo de todas las potencias integrantes de ese organismo multilateral ante la supuesta necesidad de invadir Irak apresuradamente, pues según Bush, si no se actuaba de esa manera, graves consecuencias habrían de soportarse en todo el mundo, a más largo plazo.
El presidente Obama está demostrando que esto era de otro modo en realidad. Esta aventura en que se involucraron tanto el presidente Bush como el premier Blair, completamente innecesaria, nos permitiríamos expresar, totalmente infundada y sumamente costosa en términos de prestigio para quienes la presentaron y la llevaron a cabo, como decíamos, comprometiendo el futuro muy próximo de la paz mundial y de la tranquilidad del pueblo estadunidense, y de sus vecinos, Canadá y México. Las cifras y los hechos que nos presenta el diario El País en su nota del viernes 20 de agosto hablan por sí mismos: la guerra contra Irak se prolongó durante siete años, contrariamente a lo supuesto y expresado triunfalmente por el presidente Bush ante la tripulación de uno de los mayores acorazados estadunidenses. Y recibidas con un gran jubilo por los marinos que transportaba, como por la tripulación del acorazado, dando por hecho el triunfo indiscutible de las fuerzas que participaron en ella, y desde luego, su terminación a corto plazo.
En realidad, la guerra se prolongó hasta la fecha, y costó hasta ahora la vida a unos 100 mil civiles y a más de 4 mil 400 militares, nada más a Estados Unidos; según la nota de referencia, dejando tras de sí un pueblo completamente arruinado
. Pensamos que todavía con grandes incertidumbres acerca de cuánto tiempo más habrá de llevar a este país reiniciar las actividades normales de explotación de sus grandes recursos petroleros, cuyas reservas probadas –que se encuentran en el subsuelo iraquí– ascienden a unos 100 mil millones de barriles de crudo, clasificado en las listas de la Organización de Países Exportadores de Petróleo como uno de los primeros lugares de entre las naciones que integran a ese poderoso cártel, en la producción y exportación hacia el mercado internacional.
Quedarán todavía 56 mil soldados estadunidenses en suelo iraquí, de los cuales salieron ya aproximadamente 6 mil, y los demás que todavía constituyen una importante fuerza de invasión al país árabe. Son aproximadamente 50 mil soldados que habrán de prestar apoyo a la misión diplomática de EU, y relizar el programa de entrenamiento a las fuerzas de seguridad iraquíes.
Las fuerzas que integran la cuarta brigada de combate de blindados Stryker, de la segunda división de infantería del ejército estadunidense, salieron ya de Irak, cruzando la frontera hacia Kuwait, a finales de agosto, y es la última brigada estadunidense de combate, que ha tomado parte en la guerra de Irak, marcando así el final de la segunda guerra del Golfo (David Alandete, corresponsal en Washington de El País) declarada por EU, en marzo de 2003, sobre la cual el entonces presidente George W. Bush a los cuarenta días de iniciada proclamó la victoria, pero que habría de prolongarse todavía hasta 87 meses, con un costo para el Pentágono de 784 mil millones de dólares.
El artífice de la larga y costosa preparación de las tropas que ahora abandonan Irak fue el general David Petraeus, si bien por otra parte facilitó la retirada actual, como se reconoce ahora en el Pentágono en mérito de las cualidades del general, además de que libraron batallas de importancia en la propia capital y en otras partes del país, donde se había fortalecido la insurgencia. La salida de la brigada Stryker es uno de los primeros escalones programados quizás por el propio general Petraeus, a quien también se le recuerda por la información que llevó a Washington, en momentos verdaderamente difíciles.
Los iniciadores de la invasión a Irak fueron el presidente George W. Bush, apoyado decididamente por el primer ministro de Gran Bretaña. Ninguno de los dos permanece en su cargo. Blair desde su retiro ha hecho declaraciones en el sentido de que sigue convencido de que en marzo de 2003 se hizo lo que se debía. Siete años después, el actual presidente estadunidense, Barack Obama, ordena el retiro inmediato de sus tropas hasta la última brigada de combate.