Thomas Kohler, ex directivo del deporte en la extinta República Democrática de Alemania (RDA), publica en su libro autobiográfico que los atletas menores de edad, sobre todo nadadores, consumían productos dopantes suministrados por sus entrenadores.

Cuando los atletas participaban en operaciones de dopaje desde los 16 años, dependía de su madurez biológica, asegura el autor en su obra titulada Las dos caras de la medalla, que se saldrá a la venta este jueves.

En el texto explica que esa práctica estaba reservada a los competidores elegidos que, en la mayoría de los casos, eran mayores de edad, pero había excepciones, especialmente en la natación, deporte en el que se consiguen resultados siendo joven, y para el que elegíamos atletas con varios años de entrenamiento intensivo.

Campeón olímpico de remo con la RDA, el autor, de 70 años de edad, fue vicepresidente de la federación de su país y ahora da cuenta –en las 20 páginas que dedica al tema– que a principios de los años 70 del siglo pasado las autoridades resolvieron aplicar un plan de alto rendimiento deportivo que implicaba, entre otras cosas, la entrega de sustancias dopantes a sus mejores atletas y talentos, incluidos menores de edad.

El Estado alemán del este puso en marcha en la década de los 70 un programa de dopaje sistemático gracias a un medicamento, el Oral Turinabol, un esteroide anabolizante que permitió a la RDA dominar en varios deportes, especialmente la natación y el ciclismo de pista.

A la RDA no le quedaba otra más que permitir el uso de sustancias dopantes si quería mantener el nivel de competitividad con otros países, escribe Kohler, y sostiene que el dopaje sólo era uno de los métodos de apoyo para los deportistas de primer nivel.

Las denuncias sobre la existencia de un programa de dopaje se presentan desde hace años y se multiplicaron luego de la reunificación del país, en 1990, pero hasta ahora ninguno de los responsables lo había admitido.